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“La alegría más grande fue el momento en que me bajé del avión y María Juliana me llamó abuelita”, dijo Consuelo González de Perdomo quien no se cansa de cargar a su nietecita

testimonio

La lucha por los otros

Con una fe sin límites, Consuelo González de Perdomo cree firmemente que la oración fue la que le dio la fortaleza suficiente para soportar seis años en cautiverio. "Creo que el Señor le tocó el corazón a Marulanda y ahora lucharé por los demás".

12 de enero de 2008

Consuelo gonzález de Perdomo jamás imaginó que justo cuando atravesaba un puente militar, mientras se dirigía hacia Neiva, por la vía a Pitalito, sería interceptada por ocho hombres armados con fusiles y vestidos de camuflado. El 10 de septiembre de 2001, ella quedó en manos de las Farc.

Ahora, libre, quiere dar a conocer al mundo cómo logró sobrevivir en la jungla y mostrar las imborrables huellas que le dejó el secuestro. "Gracias a que tuve la fortuna de compartir con personas como los militares y los policías que llevaban muchos años de secuestro, aprendí que lo más importante es vivir el día a día. Pero no es fácil. A uno también le hace falta pensar en el futuro, saber qué va a pasar", dice.

Después de unos meses en la selva, ella comprendió que tenía que aceptar esa vida rutinaria en la que cualquier revista vieja era un lujo que le ayudaba a soportar el tiempo, así como también lo eran el parqués y el naipe. "También hacía gimnasia diaria y caminaba, por salud, pero sobre todo para mantener un buen estado físico que me permitiera aguantar las marchas a las que éramos sometidos con frecuencia que, por lo general, duraban días enteros, durante varios meses".

Consuelo recuerda que sólo comían carne cuando los guerrilleros cazaban un animal salvaje y que nunca faltaba el arroz que poca energía le aportaba al cuerpo. "El menú era casi el mismo todos los días: arroz con arveja, arroz con lentejas, arroz con fríjoles... Cuando uno se cansaba de comer siempre lo mismo, simplemente no comía, hasta que uno se recuperaba y volvía a comer, otra vez de lo mismo".

El aseo era tan precario como la alimentación, aunque recibían jabón, cepillos de dientes y crema dental. "Para bañarnos tenía que ser a la hora que ellos dijeran, dependiendo del lugar donde estuviéramos. Si estábamos en medio de una marcha de movilización en el monte, improvisaban un baño que utilizábamos todos, y para el sanitario, hacían el famoso 'chonto', un hueco en la tierra, como una especie de letrina".

A estas condiciones de vida le tocó acostumbrarse en medio de la selva. "Uno no entiende cómo puede enfrentar este tipo de situaciones. Dormir por meses en hamaca o peor aun, dormir sobre un plástico en el piso. La vida en cautiverio es tan compleja, que no podíamos hacer más que asumir lo que nos traía el día".

Consuelo recuerda con tristeza la manera infrahumana como viven los policías y los militares secuestrados, quienes reciben un trato diferente a los civiles por parte de los guerrilleros. "En el campamento en el que yo estaba es la única parte del mundo en que los militares y los policías permanecen encadenados todo el tiempo. Ellos estaban atados de manos y cuello, tienen que cargar las 24 horas del día esas cadenas. Así comen, van al baño y caminan encadenados durante las marchas. No entiendo cómo en este siglo esté ocurriendo esto en el mundo con personas que llevan más de 10 años secuestradas."

Por eso, la ex representante a la Cámara quiere, ahora que recobró su libertad, ayudar a impulsar la lucha pacífica para lograr la liberación de todos los secuestrados. "Este es un drama terrible, desde aquí uno no sabe qué actitud tomar para encontrar la salida a este problema. Sabemos que las personas que quedaron allá tienen la posibilidad de salir y nosotros tenemos que hacer lo que sea para lograrlo. Los medios tienen que ayudarnos para que estas personas que cuidaban a los colombianos y su democracia vuelvan a la libertad y a sus familias".

Consuelo, como nadie, sabe lo que es estar lejos de los seres que ama. Durante los seis años de su cautiverio, murió su esposo, perdió su curul en el Congreso, una de sus dos hijas se convirtió en madre. Pero la vida la recompensó con la llegada de su nieta María Juliana. "Ver a mi nieta fue increíble. Mis hijas me cuentan que cuando el avión aterrizó, la niña decía: 'Llegó la abuelita'. Ella estaba familiarizada por las fotos que le mostraban y porque todo el tiempo le hablaban de mí".

En medio de la felicidad de estar con sus hijas y con la pequeña María Juliana, Consuelo no deja de pensar en sus compañeros que dejó aun en cautiverio, y recuerda el inmenso dolor que sintieron cuando supieron del asesinato de los 11 diputados del Valle. "Nos enteramos por medio de los mensajes de un programa radial que oíamos de lunes a viernes en la madrugada. Esta noticia nos marcó, pues pensamos en las familias de los diputados, pero también en que nosotros podríamos correr con esa misma suerte".

Ahora dice que con la libertad trae una inmensa responsabilidad sobre sus hombros: entregarles a las familias las pruebas de supervivencia de sus seres queridos y liderar una lucha hasta lograr que sean libres como ella. Esta misión ha sido asumida con gran entusiasmo por la ex congresista, quien asegura que luego de realizarse los chequeos médicos pertinentes, regresará a Colombia. "Las pruebas se las entregaron los señores de la guerrilla al ministro Rodríguez Chacín y él se las entregó al presidente (Hugo) Chávez . Él me dijo que estaba tomando la decisión para hacerlas llegar o me las entregaba a mí. Anoche hablé con casi todas las familias, o tal vez me faltan dos. Si no hay otro mecanismo más rápido para que lleguen, entonces las llevaré yo cuando regrese a Colombia, que va a ser muy pronto".

Consuelo no se cansa de agradecerle al Presidente venezolano su gestión y asegura que la ayuda de su gobierno es clave para lograr la liberación de los otros 44 secuestrados que están en manos de las Farc por motivos políticos. "Yo tengo absolutamente claro y además lo he ratificado, que el presidente Chávez es clave. Esta es una acción humanitaria y en ningún momento una intromisión en los asuntos de Colombia. Nosotros tenemos que salvarles la vida a esos colombianos. Tenemos que comprometernos. No le perdonaría a Colombia que no hiciera absolutamente nada para regresarlos a su vida normal y a sus familias. Me la voy a jugar toda para que se logre el acuerdo humanitario y los compañeros regresen a casa. Para esto, el pueblo tiene que tomar decisiones frente al tema, pues este ya se ha desentendido y así también lo ha hecho la guerrilla".

Para ella el 10 dejó de ser un número de mala suerte. Un 10 de septiembre fue plagiada, pero un 10 de enero volvió a vivir.