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LA REINA Y EL JEFE

Allanamientos a la ex reina nacional Marta Lucía Echeverry destapan intimidades del cartel y un romance de la beldad con Miguel Rodrìguez Orejuela.

3 de octubre de 1994

UNA NOCHE DE MEDIADOS DE FEBRERO DE este año, miembros del Bloque de Búsqueda montaron un operativo en el edificio La Loma, localizado en la avenida novena norte con calle 21 en la ciudad de Cali. Los oficiales que llegaron al lugar al frente del piquete de uniformados tenían información de que en uno de los apartamentos del edificio, estaba programada una importante cita.
Para los hombres del Bloque no había la menor duda de que la reunión tendría lugar. Desde hacía tres meses, el grupo de inteligencia le seguía los pasos a una de las dos personas que iba a asistir al encuentro. Para las autoridades había sido una tarea dispendiosa por cuanto la persona había tomado todas las precauciones para evitar que sus llamadas telefónicas fueran interceptadas. Cada 24 horas sus números telefónicos eran cambiados. Sus conversaciones eran cortas y la mayoría de ellas en clave. Sin embargo, el persistente trabajo de los investigadores por fin daba resultados. Una de las llamadas fue interceptada y las autoridades lograron establecer que esa noche el personaje que venían siguiendo, Miguel Rodríguez Orejuela -señalado por autoridades colombianas y norteamericanas como uno de los jefes del cartel de Cali-, se encontraría con Marta Lucía Echeverry, ex reina nacional de la belleza y su compañera durante los últimos 12 años, y pasaría con ella la noche.

"Los hombres creyeron que eso les daría tiempo y que para evitar despertar las sospechas de la seguridad de Rodríguez, llegarían tarde al lugar", le dijo a SEMANA una fuente de los organismos de seguridad. Lo hicieron hacia medianoche, pero cuando entraron al apartamento se llevaron una gran sorpresa: no había nadie. Buscaron por todas partes, pero no encontraron nada diferente a un lujoso apartamento. Rodríguez había llegado al edificio hacia las ocho y media de la noche. Minutos después lo había hecho Marta Lucía. Pero el encuentro había sido corto y no permitió preparar el operativo. Permanecieron menos de media hora, al final de la cual salieron del edificio cada uno por su lado.

Los oficiales a cargo del operativo dieron la orden al grupo de inteligencia de regresar a su trabajo con el fin de tratar de encontrar una explicación a lo ocurrido. No pasó mucho tiempo antes de que las cosas se aclararan. El rastreo telefónico que venía haciendo el Bloque desde hacía más de tres meses a Marta Lucía Echeverry, les dio la clave. Una tarde pocos días después del fracasado operativo, el teléfono de su apartamento ubicado en la calle octava oeste No. 24C-75, en el edificio Santa Bárbara, repicó en varias oportunidades. Los agentes de seguridad escucharon que la ex reina le contaba a una amiga lo sucedido días atrás: al encontrarse en el apartamento del edificio La Loma para pasar la noche con Miguel Rodríguez, había estallado entre ellos una aguda discusión que los llevó a separarse media hora después. Lo que ella nunca supo fue que esa pelea de pareja había sido la causa del fracaso del operativo que tenía preparado esa noche de febrero el Bloque de Búsqueda en Cali para capturar a su novio.

LAS VACAS FLACAS
El nombre de Marta Lucía Echeverry no es desconocido para los colombianos. En 1974 representó al Valle del Cauca en el Reinado Nacional de la Belleza donde logró la corona (ver recuadro). Esta mujer nacida en Cartago, Valle, en 1956, llegó a la vida de Miguel Rodríguez Orejuela a comienzos de 1980 cuando se separó de Juan Fernando Ulloa Cabal, un prestigioso empresario de Cali con quien estuvo casada cerca de tres años.

Su separación le trajo muchos problemas económicos. "Ella vivía como una reina, pero cuando dejó a Ulloa, lo perdió todo, pues en el proceso de separación no pudo conservar ni siquiera sus joyas", le contó a SEMANA una de las personas más allegadas a Marta Lucía Echeverry, quien condicionó su diálogo con la revista a que se mantuviera su nombre en reserva. Durante el año que siguió a su separación vivió en Palmira junto con su madre y sus dos hermanos, quienes fueron su soporte en esa época de vacas flacas. Pero las cosas comenzaron a cambiar a principios de los 80. Una amiga le comentó que existía la posibilidad de un puesto en una revista deportiva donde estaban buscando una persona para manejar las relaciones públicas. Le dijo que ella tenía varios conocidos en esa revista y que podía ayudarla.

Fue así como la ex reina entró a trabajar a la publicación mensual del Club Deportivo América de Cali, una revista dedicada exclusivamente a destacar las actividades de ese afamado equipo de fútbol. "Cuando ella entró a trabajar era una muchacha humilde que tenía muchas necesidades económicas y vio en ese puesto la oportunidad de salir adelante", recordó una vieja amistad de la ex reina de belleza.

A pesar de que no había tenido en su vida mayores experiencias de trabajo, Marta Lucía contaba con algunas herramientas para enfrentar el nuevo reto que su vida le ofrecía. Había estudiado administración de empresas en la Universidad Santiago de Cali, tenía la experiencia adquirida en el reinado de Cartagena y la aún más significativa de su participación en el concurso de Miss Universo, donde obtuvo el premio a la candidata más fotogénica. No era pues para ella del todo extraño el mundo de las relaciones públicas. Durante el año en que ciñó la corona nacional, conoció y trató a mucha gente.

AMOR Y AMISTAD
A los pocos meses de haber ingresado a la nómina de la revista del América, Marta Lucía tuvo la oportunidad de conocer a Miguel Rodríguez Orejuela. El encuentro se dio durante una reunión social en las instalaciones de la revista. Los agasajos a jugadores y directivos del Club y a los empleados de la revista eran muy comunes en aquellos días, y solían contar con la presencia de Miguel Rodríguez, principal accionista del equipo desde hacía algunos años, y, en ocasiones, de su hermano Gilberto.

Desde el día en que se conocieron, entre Marta Lucía y Miguel Rodríguez hubo empatía. Se hicieron amigos y comenzaron a ser vistos juntos en restaurantes y actos sociales, en tiempos en que los Rodríguez Orejuela no habían sido señalados, ni siquiera por las autoridades norteamericanas, como sospechosos de actividades de narcotráfico.

Los regalos y las invitaciones no se hicieron esperar y al poco tiempo iniciaron una relación amorosa. Por aquella época Rodríguez ya se había separado de su esposa Amparo Arbeláez. El se enamoró perdidamente de la belleza y la sensibilidad de Marta Lucía, y a la vuelta de unos meses los dos se fueron a vivir a una casa en el barrio San Fernando, que para entonces era el sector más exclusivo de Cali. "Tenían una casa inmensa donde casi todos los fines de semana realizaban grandes fiestas con los amigos más cercanos. Ella siempre se encargaba de todo: de las invitaciones, la comida, el trago y las orquestas que amenizaban las reuniones", agregó a SEMANA un empresario caleño que conoció a la pareja en aquellos días.

Fue una época dorada. Marta Lucía y su familia dejaron atrás los tiempos de apretarse el cinturón. De las incomodidades de su infancia y las estrecheces del período que siguió a su separación, la ex reina pasó a vivir en un pequeño palacio que ella misma se encargó de decorar con obras de arte y hermosas piezas de porcelana, las mismas que muy pronto se convirtieron en uno de sus principales hobbys .

En el barrio San Fernando vivieron durante un par de años. Con el crecimiento de Cali y la construcción de barrios exclusivos en zonas menos céntricas de la ciudad, la ex reina y Rodríguez cambiaron de domicilio. Se fueron a vivir a Ciudad Jardín, uno de los sectores más elegantes de la ciudad, donde las casas son auténticas quintas rodeadas de amplios jardines y hermosa vegetación.

A este lujoso sector comenzaron a mudarse de tiempo atrás algunos personajes que habían acumulado en pocos años grandes fortunas y a quienes las autoridades ya empezaban a identificar como miembros del entonces recién bautizado cartel de Cali. Varios de ellos intentaron convertirse en socios del Club Colombia, uno de los más exclusivos de Cali, pero fueron rechazados por las juntas directivas. Uno de ellos hizo leyenda en la capital del Valle, porque tras el rechazo optó por construir una gigantesca casa, que algunos calificaron como réplica del elegante club. A poco más de tres cuadras de esa mansión, Marta Lucía y Rodríguez tenían su residencia. Con el paso de los años y en especial cuando se desató la guerra entre las organizaciones de narcotraficantes de Cali y Medellín, la casa pasó a ser un bunker.

A la lujosa mansión de Marta Lucía y Rodríguez sólo se accedía a través de una escalera empinada que tenía cerca de 60 escalones. En la parte superior, en unos espacios muy amplios, había una piscina de medidas semiolímpicas. A pocos metros de allí estaba el despacho privado de Miguel Rodríguez y a su lado una enorme sala adornada con una finísima colección de porcelana.
"Todo este toque de distinción era producto de la mano de Marta Lucía, quien al poco tiempo de vivir con Rodríguez se convirtió en su relacionista pública personaL Ella era quien atendía a los invitados especiales y se encargaba de organizar las más íntimas reuniones sociales", contó a SEMANA una de las fuentes entrevistadas. Cumplía con eficiencia y discreción su cargo de relacionista. Nunca hablaba más de la cuenta y cuando Rodríguez tenía reuniones de trabajo, ella sabía guardar prudente distancia.

A pesar de que desde que se convirtió en la mujer de Rodríguez su agenda se volvió más agitada, Marta Lucía no abandonó su trabajo en la revista del América. Pero eso sí, fue ascendida: de relacionista pasó a ser gerente. Su vida social fue más intensa que nunca. Como buena aficionada al deporte y a los espectáculos, estaba en primera fila en cuanto evento de este tipo se realizaba en Cali. Cuando se inauguró el hipódromo del Valle, ella estaba junto a Miguel Rodríguez en la mesa presidencial. "Desde hace varios años se sienta en una barrera del tendido de sombra en la plaza de toros de Cañaveralejo, en la feria taurina de Cali que se realiza a finales de cada año", contó a SEMANA un cronista taurino. Pero su afición por los toros no se limita a ir a la plaza. Es considerada como una de las mejores anfitrionas en los remates de corrida que organiza durante la feria en los más exclusivos hoteles de la capital del Valle.

Pero la actividad social de la ex reina comenzó a mermar cuando a finales de los 80 quedó embarazada y nueve meses más tarde dio a luz a una pequeña que bautizaron con el nombre de Diana Andrea. En torno del nacimiento de la hija de Miguel Rodríguez y Marta Lucía se ha tejido una leyenda. En Cali se dice que Rodríguez alquiló uno de los pisos de la clínica donde ella dio a luz. Y que el médico que la atendió triplicó sus honorarios con el argumento de que estaba atendiendo a una paciente muy especial. Pero es difícil confirmar esta parte de la historia, pues ninguna clínica de la capital del Valle acepta haber sido el escenario del episodio.


TIEMPOS DIFICILES
La crianza de la pequeña hija de Marta Lucía y Miguel transcurrió en medio de la intranquilidad originada por la guerra contra el cartel de Medellín. "Los hermanos Rodríguez perfeccionaron sus sistemas de seguridad y compartimentaron desde entonces a sus grupos de escoltas, a tal grado que los de Gilberto no conocían a los de Miguel y viseversa", le explicó a SEMANA un oficial que ha participado de cerca en las labores de seguimiento de los dos hermanos. Similares medidas fueron adoptadas para proteger a sus familiares, que se vieron obligados a vivir con limitaciones en sus desplazamientos y a viajar al exterior -especialmente a las islas del Caribe, Europa y Argentina- con mayor frecuencia que en el pasado.

Con la muerte de Pablo Escobar en diciembre del 93 y con la decisión de las autorirdades de enfilar a partir de entonces las baterías hacia Cali, los sistemas de seguridad del cartel fueron reforzados. Esa nueva situación llevó a que por primera vez Marta Lucía Echeverry y Miguel Rodríguez dejaran de vivir juntos y sus encuentros se volvieran clandestinos. Según informes de inteligencia conocidos por SEMANA, la pareja tenía cuatro lugares para sus reuniones. Estas eran cada vez menos frecuentes porque la gente del Bloque les pisaba cada vez más los talones.

Los cuatro lugares de encuentro, tres apartamentos y una finca, fueron ubicados por las autoridades y con esa información se programó una serie de allanamientos en busca de Miguel Rodríguez y de información sobre la organización del cartel. Fue así como la Policía, el Ejército y la Fiscalía ocuparon en varias oportunidades los apartamentos y las fincas donde presumían que estaban reunidos Marta Lucía y Miguel Rodríguez.

Uno de los primeros inmuebles allanados por el Bloque de Búsqueda fue la hacienda Villa Carolina, ubicada en el kilómetro 26 de la vía que conduce de Cali a Buenaventura. También en varias oportunidades las autoridades ingresaron al apartamento del piso 15 ubicado en el edificio Santa Bárbara en la calle octava oeste No. 24C-75 de Cali. Igualmente, los agentes del Bloque llegaron al apartamento de La Loma, ubicado en la avenida novena norte con calle 21.

Las autoridades aseguran que, a pesar de sus reiterados fracasos en el intento de capturar a Miguel Rodríguez -contra quien la Fiscalía tiene un proceso por narcotráfico pendiente de calificación-, han logrado reunir importantes documentos sobre las propiedades de algunas personas vinculadas al cartel, así como sobre su estructura de funcionamiento. Los investigadores han seguido la pista a todas las propiedades que figuran a nombre de Marta Lucía Echeverry y de algunos de sus familiares, con el fin de establecer si pueden demostrar que fueron adquiridos como resultado de actividades lícitas o si quienes aparecen como propietarios son en realidad testaferros. Otros papeles han convencido a las autoridades de que tanto la ex reina como sus hermanos y uno de sus primos hacen parte de juntas directivas de algunas empresas cuya posible pertenencia a los Rodríguez es también objeto de indagación por parte de los investigadores.

Todo indica, pues, que los agentes del Estado que persiguen desde hace varios meses a quienes han sido acusados de ser los principales cabecillas del cartel, están convencidos de que estos operativos en contra de sus seres queridos pueden llevarlos poco a poco a descifrar algunas de las piezas que hacen falta para completar el rompecabezas financiero de la organización. Las autoridades también creen que si logran demostrar el nexo entre esas propiedades y los dineros ilícitos producto del narcotráfico, los bienes detectados podrían ser objeto de incautación. Algunos analistas de los cuerpos de seguridad que persiguen a los Rodríguez piensan además que personas como Marta Lucía Echeverry podrían ser acusadas de testaferrato, por aparecer como propietarias de bienes adquiridos con narcodineros.
Sin embargo, todo esto es más complejo de lo que parece y aún es mucha la madeja que es necesario desenredar para poder pensa en avanzar judicialmente en estos campos. La verdad es que según algunos expertos en estos asuntos, incluso si las autoridades llegan a demostrar que las propiedades que aparecen a nombre de la ex reina o de sus familiares fueron regaladas por Miguel Rodríguez, eso no bastaría para configurar el delito de testaferrato ni para demostrar que esos bienes son producto de actividades delictivas.

Algunos oficiales de inteligencia creen incluso que seguir persiguiendo a Marta Lucía Echeverry puede haberse convertido en una perdedera de tiempo. "La verdad -dijo uno de ellos a SEMANA- es que sus encuentros con su compañero son escasos y planeados de manera muy segura, y en cuanto a la detección de sus propiedades, está demostrado que fuera de saber qué posee, poco o nada podemos avanzar por ese camino en el estudio de la estructura del cartel".

Pero más allá de todas estas cuestiones jurídicas y de inteligencia, lo cierto es que la serie de allanamientos que ha tenido que sufrir este año la ex reina han destapado una historia de amor que sería fácil asimilar a las recientes denuncias sobre la recurrente vinculación de los carteles de la droga con las reinas de belleza. Pero en justicia con Marta Lucía Echeverry debe decirse que muchas cosas diferencian su caso del de las candidatas que han llegado a Cartagena en los últimos años con pleno patrocinio de padres o novios narcotraficantes. Para empezar, ella ganó el reinado en 1974 con uno de los presupuestos más exiguos con que haya llegado candidata alguna al concurso. En segundo lugar, su relación con Miguel Rodríguez surgió antes de que el problema del narcotráfico adquiriera las proporciones que ha tenido en la última década, desde el asesinato de Rodrigo Lara en adelante.

Pero sea como sea, Marta Lucía Echeverry ya ha tenido que pagar un costo por sus vínculos sentimentales. No sólo su vida se ha convertido en menos segura de lo que fuera, sino que ya no puede gozar plenamente de su condición de ex reina. De hecho, en las celebraciones que se realizarán este fin de semana en Cartagena para conmemorar los 60 años del Reinado, ella será una de las ausentes. La bella y humilde joven que ganara la corona en 1974 no fue invitada por los organizadores del evento, empeñados en limpiar la imagen de un certamen que en sus últimas versiones ha resultado profundamente afectado por la influencia de los dineros del narcotráfico. "No tendría presentación -le dijo a SEMANA una fuente cercana al Reinado- que viniera ella, ahora que se ha convertido en la compañera de uno de los hombres más perseguidos del país".-

LA CENICIENTA
La vida de Marta Lucía Echeverry antes de conocer a Miguel Rodriguez, fue la historia de una joven bella y humilde que de la noche a la mañana se convirtió en reina.

CUANDO MARTA Lucía Echeverry Trujillo llegó a Cartagena como candidata del Valle del Cauca al Reinado Nacional de la Belleza en noviembre de 1974, nadie daba un peso por su elección. Y, al final, cuando contra todos los pronósticos se impuso a las demás aspirantes, su elección fue calificada como un verdadero 'palo'. La conocida periodista Margot Ricci, quien cubrió el evento para la revista Cromos, escribió en esa época: "El nombre de Marta Lucía Echeverry produjo algo así como una especie de estupor entre un montón de gente que esperaba un resultado distinto".

Algo similar había sucedido cuando, unos meses atrás, había resultado elegida reina del Valle del Cauca. El hecho de no ser caleña y tener un origen de clase media fue visto en esa oportunidad como un elemento en contra de esta bellísima mujer nacida en Cartago, Valle, el 8 de agosto de 1956. Sin embargo, contra viento y marea, Marta Lucía terminó por imponerse en uno y otro reinados.

Los dos episodios la pueden dibujar de cuerpo entero. Para quienes la conocen, se trata de una mujer luchadora e incansable, que mezcla una profunda sensibilidad con una gran tenacidad cuando de alcanzar metas se trata. Y es que la vida de Marta Lucía Echeverry no ha sido color de rosa. Su padre, Ramiro Echeverry, destacado abogado, murió asesinado en Cerrito, Valle, cuando Marta Lucía era aún muy joven, y su madre, Rosalba Trujillo, ecónoma del Colegio Salesiano de Tuluá, fue quien se encargó de su educación y la de sus hermanos. Fue una época de estrecheces, durante la cual cursó la primaria en la escuela de Cerrito y terminó el bachillerato en el Instituto Julia Restrepo, de Tuluá. Cuando resultó elegida reina del Valle, seguía estudios de administración de empresas en la Universidad Santiago de Cali.
Su elección produjo una especie de conmoción social en la cerrada sociedad vallecaucana. A las familias tradicionales del Valle les costaba creer que una linda jovencita que vivía en el barrio Salesiano de Tuluá, con su madre, su hermana Selenne y su hermano menor, Oscar Alberto, los tres durmiendo en el mismo cuarto, se hubiera convertidon de un momento a otro en la representante del departamento al Reinado de Cartagena. En las notas sociales de la época se habló de los Echeverry como de "una familia sencilla y de pocos recursos".

A Cartagena fue apenas con lo justo. La empresa privada le regaló 75.000 posos para que comprara trajes y accesorios. La boutique de Jorge Esguerra, dirigida entonces por Mercedes Baquero de De Francisco, le obsequió el traje de coronación. Luego de su triunfo en Cartagena, el comerciante Arturo Guevara, propietario del almacén "El Príncipe" de Tuluá, le ofreció un lote en un barrio de la ciudad para que construyera una casa propia. El arquitecto Julio Cruz Bueno, alcalde de la ciudad, se comprometió a elaborar los planos. Y la sucursal del Banco de Bogotá abrió una cuenta para quienes desearan colaborar con la nueva reina. La casa, como en la canción del maestro Escalona, se quedó en el aire. El proyecto nunca se concretó: "No he vuelto a saber nada con respecto a la casa que me iban a dar. Quién sabe qué pasó", dijo un tanto resignada meses después.

En esos años, Marta Lucía era tan bella como humilde. Aún hoy en día, los cartageneros recuerdan su sencillez: "Junto con Liseth Mahecha, es una de las candidatas más pobres que ha estado en Cartagena", le dijo a SEMANA uno de los miembros de la junta directiva del Reinado.

Pero, sin duda, Cartagena le cambió la vida a Marta Lucía. Una vez elegida reina nacional de la belleza terminó su romance con el ingeniero mecánico Oscar Santa, quien había estado junto a ella durante varios años. "No fue el Reinado. Fue que éste sirvió para que nos diéramos cuenta de que el amor no era tan grande como creíamos", declaró poco después de romper la relación.

Con la corona en su cabeza, Marta Lucía dio un primer gran salto social. En marzo de 1975 inició un romance con Juan Fernando Ulloa Cabal, un joven industrial caleño, miembro de una tradicional familia vallecaucana y quien había cursado estudios secundarios en el Fessenden School de Boston y se había graduado como ingeniero naval el Admiral Farragut de Estados Unidos. Cuando conoció a Marta Lucía, ocupaba uno de los cargos más apetecidos del Valle: era director del Ingenio Providencia de Palmira. Los novios se casaron el 8 de diciembre en la capilla del Ingenio, pero esa unión duró pocos años. A principios de los años 80 conocería a Miguel Rodriguez Orejuela y se iniciaría una nueva etapa en la vida de quien fuera alguna vez la Cenicienta del Reinado de Cartagena. -