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La revolución de Fajardo

Con un peculiar estilo de gobierno, Sergio Fajardo le está dando un giro a Medellín y se ha convertido en el alcalde más popular del país. ¿Qué está haciendo?

25 de julio de 2004

Sergio Fajardo, el matemático que desde enero gobierna a Medellín, es según la última encuesta de Gallup el alcalde más popular del país. Tiene más del 80 por ciento de apoyo entre hombres y mujeres de todas las clases sociales, edades o partidos políticos en su ciudad. En sólo siete meses, Fajardo le ha dado un timonazo a la capital antioqueña, que en los años recientes había quedado rezagada frente a los avances de ciudades como Bogotá. El secreto de Fajardo parece estar en cuatro ejes que son su carta de navegación: capacidad gerencial, participación ciudadana, defensa del interés público y una visión de largo plazo para la ciudad. Fajardo ha sabido retomar las banderas de quienes hicieron grandes rupturas con la política tradicional, como Antanas Mockus. Ha aprendido de la experiencia de gestión pública que lideró Enrique Peñalosa, y también retoma planteamientos de democracia local que en su momento hicieron de Antonio Navarro el mejor alcalde del país. Defiende a capa y espada el proyecto de ciudad que tiene en mente y no está dispuesto a negociarlo con grupos de presión. Su firmeza y liderazgo en la defensa de su proyecto le han dado un respaldo entre los medellinenses que asombra hasta a sus opositores. ¿En qué radica su éxito? Para empezar, Fajardo ha sabido rodearse de un equipo de gobierno con probada capacidad técnica y con sentido de lo social. Es un hombre obsesionado con la meritocracia. Uno de sus primeros actos de gobierno fue convocar a un concurso público para conformar la junta directiva de las Empresas Públicas de Medellín, la joya de la corona del municipio. Tradicionalmente esta junta se conformaba con cuotas políticas. Para garantizar la transparencia de su gestión, rompió la tradición de nombrar a dedo los funcionarios de control interno y le pidió a un grupo de universidades que hicieran un concurso de méritos para proveer los cargos de quienes lo fiscalizarían a él y su equipo. Su talante de gerente quedó demostrado en los primeros meses de gobierno, cuando logró superar con rapidez y astucia la quiebra en la que estaba el municipio. Al llegar a la Alcaldía, Fajardo encontró que su antecesor le había dejado cuentas por pagar y obligaciones presupuestales para terminar obras en curso por 260.000 millones de pesos. Además, la llave de los bancos estaba cerrada. Medellín estaba vetado para acceder a créditos públicos por la enorme deuda del metro. Hoy las cuentas que dejó pendientes la anterior administración están prácticamente saldadas y la ciudad recuperó el acceso al crédito (ver recuadro). La inclusión social La participación es otra de las obsesiones de Sergio Fajardo. Empezó su campaña caminando por los barrios y así mismo han sido sus primeros meses de gobierno. El Plan de Desarrollo fue ampliamente debatido durante el primer semestre, comuna por comuna. Lo más innovador de esta experiencia fueron los presupuestos participativos, a través de los cuales la comunidad puede decidir directamente en dónde y cómo quiere invertir el 7 por ciento del presupuesto de la ciudad. Esto es 413.000 millones de los 5,9 billones que cuesta todo el plan en sus cuatro años de gobierno. La mitad de los recursos del Plan serán para inversión social. Como Enrique Peñalosa en Bogotá, Fajardo tiene en mente un plan para desmarginalizar los barrios más pobres de Medellín. Fajardo y su gabinete reconocen que la ciudad tiene una deuda histórica con las comunas, cuyos habitantes han vivido en la miseria durante las últimas dos décadas. Saldar esa deuda costará mucho esfuerzo. Obras como los teleféricos que empezaron a funcionar hace dos semanas desde la comuna nororiental hasta el centro de la ciudad, y que se iniciaron en el anterior gobierno, son el primer paso para conectar estos barrios marginales con el resto de Medellín. Pero la educación es la bandera prioritaria de Fajardo."Vamos a copiar el modelo de megabibliotecas de Bogotá y a hacer un esfuerzo muy grande para mejorar la calidad de la educación", dijo Alonso Salazar, secretario de Gobierno. Al mejor estilo de Antanas Mockus, Fajardo cree que "la educación es la puerta para superar la injusticia social y la desigualdad de oportunidades". Por eso ha centrado sus esfuerzos en el mejoramiento de la calidad de los maestros, estudiantes y directivos. Con una peculiar política de garrote y zanahoria, Fajardo premia a los colegios cuyos exámenes de evaluación arrojan los puntajes más altos. Por ejemplo, con dotación de computadores. Reciben el garrote aquellos planteles que se rajaron en resultados y que en consecuencia no recibirán premios a su labor. A la actual administración ya se le reconocen programas de impacto social en los estratos 1 y 2 como el tiquete estudiantil, un subsidio de transporte que beneficia a 50.000 jóvenes que se están ahorrando cada mes 28.000 pesos. Así mismo reforzó los restaurantes escolares que ahora también funcionan en temporada de vacaciones. La idea es que durante este tiempo los niños puedan comer al menos una vez al día. Para menguar el impacto de las tarifas del acueducto, la Alcaldía creó un fondo de 4.500 millones de pesos para subsidiar este servicio a los usuarios de los estratos más bajos. Por ejemplo, el estrato 3 sentirá un alivio del 12,5 por ciento en el cargo fijo. En días pasados, Fajardo también firmó un convenio para crear la red de microcrédito más grande del país, a través de la cual se otorgarán 55.000 créditos al año por un valor aproximado de dos millones de pesos cada uno. Al tiempo que se mejoran las condiciones sociales, la Alcaldía intenta mantener la tendencia a la baja en los índices de violencia en la ciudad. En el primer semestre de 2004 los delitos cayeron en 47 por ciento en promedio en relación con el mismo período de 2003. El único indicador que mostró un aumento del 5 por ciento fue el de los atracos callejeros. Mantener estas cifras depende en buena medida de que se consolide el proceso de paz con los grupos de autodefensas. El Bloque Cacique Nutibara, que se desmovilizó en diciembre pasado, mantuvo durante muchos años una influencia muy grande en los barrios del centro y el oriente de la ciudad. La Alcaldía está cumpliendo con el compromiso de darles empleo a los más de 800 desmovilizados en programas cívicos y ambientales. La seguridad ha mejorado tanto en las comunas que el propio Alcalde recorre a pie las calles de los barrios donde antes no entraba ni la Policía porque estaban bajo control de bandas armadas de guerrilleros o paramilitares. No obstante, Medellín sigue siendo una ciudad amenazada por el narcotráfico y el crimen organizado. Fajardo, el duro A Fajardo no le ha faltado carácter para tomar decisiones que van en contravía de grupos de presión. Las relaciones con el Concejo de Medellín son cordiales, pero no ha sabido negarse a dar cuotas políticas en su gobierno. El primer paso que dio en ese sentido fue el nombramiento de Juan Felipe Gaviria, ex rector de la Universidad Eafit, como gerente de las Empresas Públicas de Medellín, entidad que en el último año se había visto envuelta en bochornosos escándalos de despilfarro y nepotismo. En poco tiempo Fajardo ha mostrado que no transigirá en cuanto a la protección de los recursos públicos. Tomó la medida impopular pero sensata de suspender gastos suntuarios que le costaban varios millones al municipio y que no le aportan mucho a la ciudad, en el reinado de las flores y en la elección de una candidata por Medellín para que la representara en Cartagena. "No estoy contra la belleza, pero ese tipo de eventos le tocan al sector privado, no al público", dijo Fajardo. De igual manera inició una campaña para que se consuma menos aguardiente durante la fiesta de las flores y por esa vía disminuir accidentes de tránsito y hechos de violencia. Algunas licoreras amenazaron incluso con retirarse del evento. Aun así la campaña sigue adelante. Más que obras versallescas, en Medellín se respira optimismo y la recuperación de un espíritu cívico que estaba naufragando en medio de la violencia y de una profunda exclusión social. Y el barco de lo público, que estuvo a la deriva durante tanto tiempo, ahora tiene un hombre frente al timón: el alcalde Fajardo.