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LA VERDAD SOBRE "EL GOLPE"

¿Por qué habló y a quién se refería el Presidente en el discurso sobre "el golpe"?

29 de octubre de 1984

Los periodistas, quienes habían volado con el Presidente más de 300 kilómetros hasta los nuevos pozos petroleros del Arauca, se sorprendieron cuando llegó el momento del discurso, al ver al edecán presidencial entregarle al primer mandatario un texto escrito que significaba que Betancur no haría la previsible improvisación sobre el tema de la autosuficiencia petrolera del futuro.
Mucho más sorprendidos quedaron, sin embargo, cuando en la mitad de la alocución pasó súbitamente de una descripción técnica de los pozos y sus perspectivas, a un análisis del proceso de paz que incluía la siguiente frase: "Un particular puede invitar al golpe de Estado porque no le guste un impuesto o el precio que finalmente se le autorizó para resolver problemas de su empresa; pero el político tiene que sopesar, con serenidad y con imparcialidad, todos los factores" y más adelante "...insistimos en la tarea de lograr la paz, con las Fuerzas Armadas a la cabeza, vilipendiadas éstas incomprendidas aun por quienes se dicen sus amigos, aduladas sólo para incitarlas demencialmente, inútilmente al golpe de Estado".
En Colombia se habla recurrentemente de las posibilidades de golpe de Estado, en particular cuando al gobierno de turno le ha llegado la hora del sol a las espaldas. Pero lo que no tiene antecedentes en la historia reciente es que un Presidente en ejercicio lo registre oficialmente. Por esto, el jeroglifico que el Presidente habia redactado en forma cuidadosa durante todo el domingo, dio para hablar a lo largo de toda la semana.
Gran parte del interés radicaba en que Betancur no se habia limitado a tocar el tema del golpe, sino que había ido más lejos, y había llegado, incluso, a lanzar dardos teledirigidos a los posibles "conspiradores", sin mencionar sus nombres. ¿Por qué lo había hecho y a quién se estaba refiriendo? Después de consultar múltiples fuentes, SEMANA ha podido elaborar un mosaico que en cierta forma permite arrojar una luz sobre estos interrogantes.
SEPTIEMBRE NEGRO
Las últimas semanas se habían constituído para el Presidente,tanto en problemas y proliferación de críticas, como en estado de ánimo, en lo que podía considerarse un "septiembre negro". Hasta finales de agosto, si bien el prestigio del gobierno se había deteriorado considerablemente y reinaba cierto escepticismo sobre el éxito del proceso de paz, se había abierto un compás de espera previo a la firma de los acuerdos con los grupos guerrilleros. Casi nadie quería que lo tildaran de saboteador de una paz aún no firmada; de ahí que gran parte de las críticas y de la oposición a la política del Presidente se hacían sotto voce. Pero después de las "tomas" de Corinto y El Hobo por parte del M-19, antes de que se secara la tinta de los acuerdos, se desató, de la noche a la mañana, todo el inconformismo represado durante las semanas anteriores. Como consecuencia de diferencias de opinión en el Ejército sobre el tratamiento que debía dársele a los excesos en estos dos municipios, se habló por primera vez de golpe de Estado, y el epicentro de éste era ubicado por el gobierno en el Valle del Cauca. Los altos mandos controlaron la situación y la marea pareció calmarse.
Esta calma, sin embargo, abarcaba más a los militares que a los comentaristas. El 3 de septiembre abrieron fuego simultáneamente el ex presidente Carlos Lleras en Nueva Frontera, la Andi en una entrevista de Fabio Echeverri Correa y el columnista y General retirado Jaime Durán Pombo. Los dos primeros, al pedir claridad sobre el diálogo nacional, iniciaron una ola de conjeturas y especulaciones sobre la posibilidad de que hubiera elementos no conocidos por la opinion pública en las negociaciones con la guerrilla. Pocas cosas habían irritado tanto a Betancur durante su gobierno como esta idea de "pactos secretos".
No menos impacto le causó la columna de Durán Pombo en la página editorial de El Tiempo de ese mismo día, en la cual afirmaba que el ex ministro Bernardo Ramírez "parece haber sido la cuota política del M-19 en el Gabinete..." y luego, al referirse a la entrevista del Presidente con el M-19 en Madrid, aseguraba que allí "no estuvieron presentes la dignidad patria, ni la majestad de la República, ni el honor de las armas colombianas". Para el Presidente, estas frases contenían una falta de respeto que iba más allá de las reglas de oposición establecidas.
Este sentimiento se fue intensificando en el primer mandatario en virtud de multiples pronunciamientos, declaraciones o escritos que habrían de aparecer prácticamente a diario durante todo el mes de septiembre.
Lo estaban acusando de promover la lucha de clases, desinstitucionalizar el sistema, crear un vacío de autóridad y entregarle el país a la subversión. Columnistas, gremios y dirigentes de los departamentos afectados se pronunciaron en uno de estos sentidos.
Pero si bien las críticas recibidas hasta ese momento por el Presidente provenían de gremios y columnistas, tradicionales fiscalizadores de los gobiernos, las que habrían de venir más adelante tenían más el carácter de bofetada pues surgían de su propio partido y de su propio departamento. El miércoles 12 de septiembre, al día siguiente de la elección de Rodrigo Lloreda como candidato a la Designatura, un grupo de unos 20 parlamentarios conservadores llegó a un desayuno organizado por el ex gobernador de Antioquia Alvaro Villegas Moreno, quien también había invitado a la reunión a altos mandos militares encabezados por el General Miguel Vega Uribe. El pretexto de la reunión era un simple intercambio de ideas sobre el proceso de paz, pero el hecho de que se pretendiera sentar a manteles a congresistas conservadores, alvaristas y pastranistas y a Generales de la República no fue bien recibido por el Presidente.
Los militares invitados nunca llegaron y hasta el día de hoy existe un debate sobre si actuaron así por iniciativa propia o por instrucciones de Betancur,auncuando éste niega haber dado dicha orden. Pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que en la reunión se despotricó contra el gobierno con una intensidad propia más de un grupo de industriales a quienes les han pisado algunos cayos, que de parlamentarios del partido del Presidente. Además de Villegas, se hicieron presentes, entre otros, Miguel Santamaría, Omar Yepes, Dilia Estrada, Pilar Villegas de Hoyos y Carlos Albornoz. Entre las cosas que se dijeron, los invitados comentaron que el Presidente no interpretaba el pensamiento conservador y, en cuanto al proceso de paz, varios de los participantes revelaron un gran escepticismo y alegaron que seria necesario imponer la "mano dura". Otros aseguraron que el país estaba encaminándose hacia el caos y la anarquía.
La frase más fuerte que se dejó escuchar fue en medio de una conversación sobre candidaturas, cuando uno de los presentes llegó a manifestar
"... si llega a haber elecciones". Aún cuando entre los presentes algunos apoyaban al Presidente, su presencia fue silenciosa frente a la vehemencia de los antigobiernistas que monopolizaron la palabra.
La línea dura estuvo encabezada por Miguel Santamaría, quien hoy ocupa uno de los puestos de preeminencia en la lista negra del primer mandatario. Villegas Moreno, el anfitrión, estuvo relativamente moderado, no obstante estar distanciado del Presidente. Habían trabajado estrechamente durante la campaña presidencial en donde Villegas había sido pieza clave del gran triunfo betancurista de Antioquia. Como remuneración, fue nombrado gobernador del departamento, puesto desde el cual habría de romper con el Presidente, cuando Villegas intervino en la elección del contralor departamental. Curiosamente, y no obstante que las relaciones se agriaron, Villegas forma hoy parte de la delegación colombiana ante la ONU. Uno de los asistentes al desayuno, sorprendido por la trascendencia que el alto gobierno le dio al episodio, manifestó a SEMANA que "en la reunión se habló golpeado, pero no de golpe, y eso es muy diferente". Al mediodia, Betancur ya estaba enterado de la reunión y de lo que en ella se habia dicho. En un almuerzo en.Palacio con las directivas del Congreso, le preguntó al conservador huilense Héctor Polanía en tono jocoso: "¿Estuviste en el desayuno de los conspiradores?" A lo cual Polania respondió: "No era de conspiradores, porque si hubiera sido, me habrían invitado a mí".
Durante la semana siguiente tuvieron lugar varios pronunciamientos políticos que podrían ser considerados como claves dentro del proceso que habría de culminar con el discurso de Arauca. Uno de ellos fue el homenaje de los miembros de la Comisión Segunda del Senado a las Fuerzas Armadas, celebrado en el Hotel Hilton. Esta comisión se ocupa de los asuntos de Defensa y Relaciones Internacionales, de ahí que el homenaje que le estaba haciendo a los militares recién ascendidos podía ser considerado parte de sus funciones. Lo que llamó la atención, sin embargo, fue el discurso de su presidente, el senador por la Guajira, Eduardo Abuchaibe Ochoa, el cual fue interpretado por el gobierno como un intento de colocar de un lado a las Fuerzas Armadas y al Congreso, y del otro al Presidente Betancur. Esta interpretación no fue sólo la del gobierno, sino la de los militares, entre ellos el General Vega, quien estaba presente y creyó que le habían puesto una cascarita que decidió no pisar, diciendo, palabras más palabras menos, que una era la labor del Congreso y otra la de las Fuerzas Militares. A raíz de este acto, Abuchaibe es considerado hoy por los "belisarólogos" como uno de los blancos de la frase del discurso de Betancur sobre que un particular podía invitar al golpe, pero no un político porque "una recomendación, una decisión suya puede salvar o aniquilar la vida de miles de personas" Culpables del mismo pecado--separar a las Fuerzas Armadas del primer mandatario--son los promotores de una constancia firmada por sesenta parlamentarios como respaldo a la labor del Ejército, encabezados por la representante liberal Lucelly Montoya, quien declaró a la radio que "el propio gobierno de Betancur tiene la obligación de tratar con un poco más de respeto al Ejército". Otro personaje que sonó mucho la semana pasada en relación con el golpe, es el parlamentario cundinamarqués Néstor Niño Cruz, alzatista de la vieja guardia, quien había promovido un debate en la Cámara contra el proceso de paz, en el cual se había enfrentado con el General Vega. Nino Cruz, sin embargo, es más bien una nota folclórica dentro de la historia, ya que es considerado como "un fascista serio, coherente de tiempo completo, una especie de Goyeneche del golpe", según la descripción afectuosa de uno de sus colegas.
LOS PARTICULARES
Esto permite identificar algunas piezas del rompecabezas en cuanto a la referencia de Betancur a los políticos, pero ¿quiénes eran los beneficiarios del comentario, "un particular puede invitar al golpe de Estado porque no le guste un impuesto o el precio que finalmente se le autorizó para resolver los problemas de su empresa?". Aún cuando la mención del impuesto hace pensar a los observadores en el nombre del presidente de Fenalco,Juan Martin Caicedo, quien desde la implantación del IVA ha tenido casada una pelea con el gobierno, el papel protagónico en este capítulo corresponde en realidad a otros personajes: Fabio Echeverri, presidente de la Andi, y Eduardo Jaramillo, presidente de Inversiones Samper. Sobre episodios protagonizados por ellos se han tejido versiones que durante la semana pasada adquirieron un cariz detectivesco en el ambiente de conjeturas y rumores generado por el discurso de Arauca.
En el seno de la Andi se venía creando una corriente antigobiernista que presionaba para que se hiciera un enjuiciamiento a la política económica y al proceso de paz, grupo que estaba apoyado por algunas directivas seccionales como las de Bolívar y Valle. En la asamblea nacional celebrada en Pereira se logró neutralizar esta línea dura, invocando una agenda en el tratamiento de los temas "porque había que ir por partes". De ahí que el discurso de Echeverri en la capital de Risaralda fue más un botafuego contra la clase política que un análisis de la cuestión económica o del proceso de paz. Esto dejó un vacio en algunos afiliados que presionaron para que, a corto plazo, se hiciera un pronunciamiento más categórico y contundente. En consecuencia se redactó un documento que le fue enviado a representantes de las seccionales con el objeto de recoger firmas, lo cual rompia una costumbre según la cual este tipo de declaraciones sólo llevan la firma de las directivas nacionales. SEMANA dialogó con personas que tuvieron la oportunidad de leer dicho documento y pudo establecer que contenía cinco puntos básicos. Los primeros cuatro eran muy breves y trataban temas obligatorios como la defensa del Estado de Derecho, la democracia, la propiedad privada, etc. Pero el quinto era más extenso. Se refería, en tono desapacible y recordando un editorial del ex presidente Carlos Lleras, a la obligación que tenía el gobierno de explicarle al país en qué consistía en forma concreta, las etapas del proceso de paz que se avecinaban. Manifestaban sus firmantes que el gobierno no podía autorizar voceros inadecuados para esta labor, en lo que puede entenderse como una referencia a la Comisión de Paz. Finalmente, se establecía que cualquier reforma al sistema tenía que llevarse a cabo a través del Congreso, y se terminaba insinuando, en tono poco respetuoso, que el Presidente no había sido elegido para hacer lo que estaba haciendo.
Betancur se disgustó al enterarse de que este documento estaba circulando y su reacción llegó a oídos de Echeverri, quien lo llamó el viernes 21 a Palacio para pedirle una cita. El primer mandatario le manifestó que tenía conocimiento de que iban a publicar una declaración y que prefería recibirlo después de que ésta se hiciera pública. Echeverri negó la existencia de dicho documento, pero el Presidente le reiteró con vehemencia que estaba seguro de saber de qué estaba hablando Echeverri no insistió.
El lunes al mediodía, el discurso del Presidente en Arauca era ya conocido por todo el país y, según una fuente consultada por SEMANA, la reacción de Echeverri fue la de buscar telefónicamente al ex ministro Bernardo Ramírez para aclarar lo que é consideraba malentendidos sobre su posición. Interrogado por SEMANA Echeverri reiteró categóricamente que las versiones sobre desacuerdos internos en la Andi eran exageradas y que el famoso documento no existía. El hecho es que, si llegó a existir, el discurso de Arauca lo enterró definitivamente en los cajones de los pocos que lo conocieron. Lo paradójico de este episodio es que Echeverri es considerado amigo personal de Betancur y uno de los moderados dentro de la Andi. En todo caso, lo que quede por aclarar será aclarado el miércoles entrante cuando,en compañía de los demás dirigentes gremiales y un grupo selecto de empresarios, asista a un desayuno en Palacio, al cual ha sido invitado por el Presidente.
Es probable que entre los empresarios invitados no esté Eduardo Jaramillo, presidente de Inversiones Samper y quien, según todos los entendidos, encabeza la lista negra del Presidente. Ha llegado a ocupar esta posición a pesar de que el incidente "conspirador" al cual se le vincula, data de varias semanas atrás y es de carácter social y no político o gremial. Se trata de una comida particular en la residencia de Alberto Ronderos funcionario de Inversiones Samper quien había invitado a un grupo de personas, en su mayoría cucuteñas. Estuvieron presentes, además del anfitrión y su señora, Eduardo Jaramillo y su señora; Jorge Luis Acero, ex vicepresidente de Educación pastranista, y su señora; Eduardo Gaitán Durán y su señora; Gabriel Pérez Escalante y su señora; asi como el General Vega, su esposa y un yerno suyo que también es militar. A la llegada de Vega, Jaramillo lo saludó diciéndole que si bien lamentaba la en fermedad del General Matamoros "me alegro a la vez de ver la cara de un nuevo ministro". Después de la comida, los señores se apartaron a un rincón de la sala en donde Jaramillo relató en forma extensa y detallada lo sucedido en Cementos Samper. Según dos de los presentes, consultados individualmente por SEMANA, durante la reunión no hubo andanada antigobiernista ni nada parecido. Pero el hecho es que en el círculo de allegados a Betancur, Jaramillo es considerado como un antigobiernista triple A. Gran parte de la animadversión que el Presidente le profesa en estos momentos, obedece a que considera que el aumento de precios que Cementos Samper reclama, no responde a una realidad comercial, sino a la necesidad de rescatar a una empresa víctima de los errores administrativos de sus directivos en el pasado. Igualmente, considera ingratos a éstos, teniendo en cuenta el riesgo político en que incurrió el gobierno cuando utilizó más de 5 mil millones del fondo de capitalización para evitar el colapso del Banco de Bogotá y de los grupos que lo controlaban.
Después del discurso de Arauca, Jaramillo, enterado de lo que se estaba tejiendo alrededor de su nombre y de la famosa comida, se trasladó al despacho del General Vega para aclarar las cosas, teniendo en cuenta que los dos habían asistido a la comida.
El General tenía otras citas y después de dos horas, la secretaria le manifestó que no lo podía recibir. Jaramillo decidió entonces escribirle una carta al Presidente Betancur, dejando claro que una cosa es una diferencia de opiniones sobre decisiones gubernamentales y otra muy distinta ser acusado de incitar a un golpe.
Aparte de las anteriores referencias del discurso de Arauca, que son más o menos directas, otros han visto algunas indirectas a los gremios agrícola y ganadero que han venido haciendo declaraciones fuertes sobre la "falta de autoridad en el campo", así como a columnistas como Rafael Santos, el Ayatollah de El Tiempo cuya popularidad entre los antigobiernistas es proporcional a la antipatía de que es objeto por parte del gobierno. Finalmente, un sector no mencionado por Betancur en Arauca pero no por ello ausente de la mente del Presidente, es el de los militares retirados quienes, además de las columnas de Durán Pombo, emite declaraciones públicas, la última de las cuales el mismo día del discurso del primer mandatario, que siguen la línea y el tono de los gremios y políticos archiopositores del gobierno.
CANTOS DE SIRENAS
Todo lo anterior sucedió en uN mes, el "septiembre negro" de BelisArio Betancur. Fue un conjunto de circunstancias, unas insignificantes otras más serias, y ninguna de ellas en forma aislada, que fueron cambiando el ánimo del primer mandatario de sutradicional cancha y tolerancia a un grado de irascibilidad que lo llevó, pensar que se había llegado la hora de un "tatequieto". Con su discurso el Presidente buscaba un referendun para demostrar que sus críticos de coctel no representaban nada y que la voluntad nacional iba por otro lado Esto lo consiguió en gran parte. Aún que no se sabe con qué grado de sinceridad, la mayoría de sus críticos se han silenciado. También salió a flote un auténtico sentimiento antigolpista.
Aparte del creciente tono de irrespeto hacia Betancur, la verdad es que golpe de Estado no iba a haber. En ese estamento militar hubo, durante los días de El Hobo y Corinto cierta tensión que había desaparecido del todo cuando el Presidente se pronunció. Y pensar en una conspiración preparada por Fabio Echeverri, Eduardo Jaramillo, Eduardo Abuchaibe, Alvaro Villegas, Miguel Santamaría o Ayatollah, es una ridiculez. Una cosa es una persona preocupada, resentida o pasada de tragos, quien en la intimidad de un grupo de amigos juega con la expresión "golpe de Estado", y otra reunirse a conspirar de verdad.
En realidad ni siquiera el Presidente afirmó esto, sino que simplemente sugirió que la actitud de sus críticos podía resultar provocadora. Válida o no esta afirmación de Betancur, lo cierto es que los altos mandos sí se sintieron incitados. Un vocero del ministerio de Defensa dijo a SEMANA que "siempre hay que cuidarse de los cantos de sirenas". Pero si bien es cierto que los excesos de los críticos del Presidente pueden crear un ambiente golpista, también es cierto que el recurso del "tatequieto" puede degenerar en un silencio inconveniente ante la gravedad de la situación del país.