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María Paz Gaviria es liberal y progresista. David Barguil es un conservador de raca mandaca.

POLÍTICA

Los ‘Romeo y Julieta’ de la política

David Barguil, el nuevo presidente conservador, y María Paz Gaviria, la hija del expresidente, son a la política colombiana lo que la proverbial pareja es a la literatura.

6 de septiembre de 2014

Ella es la hija y la hermana de los últimos dos jefes del Partido Liberal. Él es el jefe del Partido Conservador. María Paz creció en la Casa de Nariño. David en una modesta casa en el municipio de Cereté (Córdoba). Él es el presidente más joven en la historia del Partido Conservador. El hermano de ella fue el presidente más joven que ha tenido el Partido Liberal. Ella es la hija de un presidente de la República. A él le gustaría un día llegar a ese cargo. El problema es que como Simón Gaviria también aspira a lo mismo y él y su futuro cuñado son de la misma edad, de pronto a María Paz en unos años le va a tocar decidir su voto entre su marido y su hermano. 

A pesar de que parecen personajes completamente antagónicos, María Paz Gaviria y David Barguil encontraron que son el uno para el otro. Se piensan casar en marzo en Bogotá y luego en San Andrés en una “ceremonia sencilla” a la que solo invitarán a sus más allegados. Su unión, en un país marcado por la polarización partidista, ha dado para todo tipo de comentarios. Muchos dicen que apenas María Paz diga “Sí, acepto”, será la primera vez que el Frente Nacional viva literalmente en la misma casa.  Hace apenas medio siglo,  los militantes de ambos partidos se mataban a machete simplemente por pensar diferente. Por eso que el presidente del Partido Conservador se case con la hija del jefe natural del liberalismo, Cesar Gaviria, habla muy bien de lo mucho que ha cambiado Colombia. 

La historia de los dos tiene una combinación muy particular de poder y pasión. Se vieron por primera vez hace ocho años en la campaña de ‘Por el País que Soñamos’. Enrique Peñalosa lideraba un movimiento de candidatos independientes al Congreso y Simón Gaviria era el segundo en la lista de la Cámara por Bogotá, después de David Luna. Barguil estaba en el equipo de Luna y ella había regresado de Estados Unidos por unos días para apoyar a su hermano. En ese momento apenas se conocieron y luego no se volvieron a ver. Cupido los flechó solamente hasta cinco años después, un 20 de julio. Ese día, Simón se posesionó como presidente de la Cámara de Representantes. Se reencontraron y quedaron de salir el 20 de agosto.  Fueron a comer, hablaron de la vida, de sus planes y “desde ese día no nos hemos podido separar”, cuenta Barguil. 

Ambos tenían historias muy diferentes. Después de ser la niña de Palacio, María Paz Gaviria se fue a los 11 años a Washington cuando a su papá lo nombraron secretario general de la OEA. Del expresidente Gaviria no heredó tanto el amor por la política como por la cultura. Por eso estudió Historia del Arte en la Universidad de Columbia en Nueva York donde se graduó con honores.  Trabajó en la galería Ramis Barquet y en el museo Whitney de esa ciudad, pero siempre tuvo la idea de volver.  “Yo tenía muy claro que donde podía hacer grandes cosas era en Colombia”, dice María Paz. Habla con pasión de cómo desde lo que hace como directora de Art Bo, la feria más importante de arte en la capital, puede transformar la sociedad. Cuenta que hay dos metas por las cuales trabaja a diario: democratizar el arte e internacionalizar la cultura colombiana.

David Barguil fue siempre el primero de la clase. Estudió en el Liceo León de Greiff de Cereté (Córdoba). No creció con abundancia, pero sí con el amor de su madre, profesora de la escuela del pueblo, que lo crió sola. Entró a Finanzas y Relaciones Internacionales en la Universidad Externado y pagó su carrera con un préstamo del Icetex. Por cuenta de becas estudió en Canadá y Francia, pero también siempre quiso volver a Córdoba. Hace unos años se puso como meta revivir el Partido Conservador en su departamento.  Su amigo Marcos Daniel Pineda, hijo de la congresista Nora García, se lanzó a la Alcaldía de Montería con Barguil como jefe de campaña. Ganaron y luego Barguil se lanzó al Congreso con la misma suerte. En la Cámara de Representantes quedó en la Comisión Tercera, y allí se convirtió en una joven figura del partido conservador. Logró aprobar ocho leyes que le pusieron el ‘tatequieto’ a los bancos, a los operadores de telefonía celular y al Icetex, al que terminó pagándole el doble de lo que prestó. Esos debates lo lanzaron a las primeras planas de los medios.

María Paz y David tienen convicciones totalmente opuestas. Aunque él dice que “los problemas de este país no tienen color político”, en muchos temas que sí lo tienen son como el agua y el aceite. Ella es liberal y progresista. Y él es un conservador de raca mandaca. En temas como la eutanasia, el aborto, el matrimonio y la adopción de parejas del mismo sexo sencillamente nunca se pondrán de acuerdo. Barguil cree que eso es más una ventaja que una desventaja pues pocos políticos cuentan con la suerte de tener a su principal contradictor en casa. Ella cuenta en chiste que es su “abogada del diablo” y él que nunca se siente más preparado que después de debatir con ella.

Pero ese antagonismo fue llevado al extremo en las elecciones presidenciales. Nadie duda de que esa campaña fue una de las más polarizadas de la historia. Pero en ninguna parte, esa división se vivió con tanta intensidad como en la casa de esta pareja. Mientras los Gaviria fueron dos pilares de la campaña reeleccionista de Juan Manuel Santos, Barguil fue el hombre clave del apoyo de los conservadores a Marta Lucía Ramírez y luego de la adhesión a Óscar Iván Zuluaga. “Tuvimos discusiones, opiniones encontradas, hablábamos de la campaña día y noche”, cuenta María Paz. “Fue duro”, agrega él. A los amigos de ambos les parecía tan insólito que cada uno le hiciera campaña a un candidato diferente que según ella “me decían no tan en chiste: ¿Vas a devolver el anillo?”. 

Para Barguil, el respeto mutuo fue el que permitió que en vez de destruir su compromiso, lo fortaleciera.  Pero aclaran que en la pasada campaña al Congreso, María Paz no votó por los liberales, sino por su novio en Montería. “Primera vez en la vida que voto por un conservador”, dice ella riéndose. “Aunque quiero aclarar que yo soy María Paz, no César Gaviria, ni David Barguil”, dice. 

En muchos países europeos, como Francia, existe un fenómeno que se llama la cohabitación. Esto sucede cuando el presidente de la República es de un partido y el primer ministro de otro, muchas veces radicalmente opuesto. Ambas corrientes terminan por gobernar de la mano, a pesar de sus diferencias. Eso es exactamente lo que pasa entre los Gaviria y los Barguil. Para muchos la unión de estas dos casas políticas es una acumulación  exagerada de poder. Para otros es un síntoma muy positivo de que Colombia ha madurado y que se pueden respetar las diferencias. Eso sí, a veces el expresidente le pasa factura a su yerno con una broma más cargada de humor negro que de crítica. Cada vez  que lo ve en la casa de su hija cuando la temperatura política del país está caliente le dice: “Hoy no estoy de humor para ver godos”.