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La cúpula de las Fuerzas Armadas está preparada para la paz

En el proceso de diálogo, la actual cúpula militar –conformada por los generales Juan Pablo Rodríguez, comandante general; Alberto Mejía, comandante del Ejército; Jorge Hernando Nieto, director de la Policía; Carlos Eduardo Bueno Vargas, comandante Fuerza Aérea y el vicealmirante Ernesto Durán, comandante de la Armada– hizo una contribución activa y decisiva.

14 de octubre de 2017

Un proceso de paz es todo un desafío para las Fuerzas Armadas, cuya misión institucional es defender la soberanía nacional, pero que desde la Guerra Fría se concentró en combatir al ‘enemigo interno’. Ninguna fuerza en el continente ha enfrentado una insurrección armada de la magnitud y duración de la de las guerrillas colombianas. Y de todas ellas, las Farc fueron el grupo más grande, organizado, de mayor presencia en el territorio y fuertemente armado. Con semejantes antecedentes, el papel desempeñado por la institución, encabezada por su cúpula actual, fue un ejemplo de liderazgo colectivo.

En anteriores intentos de negociación política con grupos guerrilleros las Fuerzas Armadas oscilaron entre el escepticismo, la crítica abierta, o la ‘oposición agazapada’. En el proceso con las Farc, que culminó en la firma de un acuerdo y con la desmovilización y desarme del grupo guerrillero, las Fuerzas Armadas cumplieron una función esencial. Una tarea desempeñada durante años, que incluyó su profesionalización y modernización para golpear la lucha armada y debilitarla hasta el punto de contribuir a hacer viable la negociación.

En el proceso de diálogo, la actual cúpula militar –conformada por los generales Juan Pablo Rodríguez, comandante general; Alberto Mejía, comandante del Ejército; Jorge Hernando Nieto, director de la Policía; Carlos Eduardo Bueno Vargas, comandante Fuerza Aérea; y el vicealmirante Ernesto Durán, comandante de la Armada– hizo una contribución activa y decisiva. De ella formaron parte otros exoficiales como Jorge Enrique Mora Rangel y Óscar Naranjo, en calidad de retirados, que estuvieron en la delegación negociadora del gobierno. Y oficiales activos encabezados por el general Javier Flórez, en la subcomisión que negoció el cese del fuego.

El liderazgo ejercido por el alto mando implicó una disposición firme a cambiar algunos de los conceptos tradicionales entre las Fuerzas militares hacia la insurgencia. Este tuvo como base un adecuado diagnóstico sobre el momento por el que atravesaba el conflicto interno, después de notables éxitos militares contra las guerrillas, el apoyo internacional a la salida negociada, una estrecha alianza de Colombia con Estados Unidos, y una voluntad decidida del presidente Juan Manuel Santos para terminar, mediante los diálogos, la guerra de más de medio siglo.

El nuevo escenario fue entendido, y asumido, por el alto mando, que interpretó las negociaciones con la insurrección como un medio para culminar su misión. Un aporte de tal magnitud solo puede ser posible cuando hay capacidad de innovación conceptual y liderazgo, para alinear y comprometer a todos los miembros de una organización tan numerosa con un esquema distinto a aquel que habían seguido durante cinco décadas.

La paz de Colombia no es un logro obtenido, pero la oportunidad de construirla, una vez terminada la confrontación con las Farc, tiene dimensiones históricas. Haber llegado a este punto fue posible gracias a la obediencia de la institución militar hacia el poder civil y a su compromiso con los principios constitucionales y democráticos. Un ejemplar ejercicio de liderazgo colectivo.