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MINITORMENTA DE LAS ENCUESTAS

Lo bueno, lo malo y lo feo de un sistema universalmente utilizado

1 de julio de 1985

Todo el mundo le está cayendo a las encuestas. Pastrana, El Tiempo, El Espectador, El Siglo, los parlamentarios, los programadores de T.V., los columnistas...
Primero vino la polémica sobre Nielsen, cuyos resultados condenan o salvan a las programadoras de T.V. y ahora ha pasado a un debate sobre la conveniencia de las encuestas políticas que igualmente eligen presidentes, hunden candidatos, y dan su bendición o excomulgan al proceso de paz.
Lo que está en juego es de tal magnitud que han salido a la palestra una serie de críticos que incluye no solamente a los afectados, sino a los mismos ex presidentes que se han pronunciado al respecto como si se tratara de un verdadero problema de estado. Hay manipulación, oportunismo mala leche e inclusive falsedad, afirman los críticos. Sin embargo, casi sin excepciones, todos ellos pueden, en uno u otro grado, convertirse en blanco de algunas de estas acusaciones.
El Tiempo, animado en parte por la defensa del televidente y en parte por su animadversión a Juan Guillermo Ríos, pone en tela de juicio la conveniencia de Nielsen, alegando que la búsqueda de sintonía puede ir en contra de la calidad. El Espectador, que poco se pone de acuerdo en estos días con El Tiempo editorialmente, une fuerzas con su competidor en la descalificación de las encuestas sobre penetración de los medios de comunicación, incluyendo de "taquito" a las que miden circulación de prensa, que últimamente no lo están dejando muy bien librado. El ex presidente Pastrana, por su parte, quien tiene una bronca con El Tiempo y un compromiso político con el proceso de paz de este gobierno, acusa indirectamente al diario de los Santos de represivo y manipulador por revelar los resultados de una encuesta contratada por el diario, según la cual el 86% de los colombianos no está de acuerdo con el manejo que se le ha dado al proceso de paz. Finalmente la gota que colmó la copa fue la última encuesta adelantada por la firma de Carlos Lemoine sobre la fuerza electoral de Gómez, Barco y Galán, cuyos resultados publicó SEMANA en un "Confidencial" de su última edición. A raíz de esto se desató una minitormenta la semana pasada y motivó una carta de aclaración del encuestador (ver "En pocas palabras" de este número).
El barullo que se ha armado tiene dos aspectos que no han sido claramente diferenciados. Una cosa es la utilización tendenciosa que se puede hacer de unos resultados y la otra es la veracidad de los mismos. En términos generales, la discusión es válida con respecto al primer punto, pero sofística con respecto al segundo. Lo que ha estado sucediendo es que se han mezclado las dos cosas y eso ha desviado la seriedad y la objetividad del debate.
Gusten o no los resultados, las encuestas que se realizan con metodologías científicas reconocidas universalmente dicen la verdad. Otra cosa son las encuestas piratas y los sondeos informales de opinión que adelantan estudiantes para poner en práctica sus conocimientos, o los periodistas para colorear o agilizar sus noticias. Pero éstas de por sí nadie las toma en serio y se interpretan en sus justas proporciones. Lo que está siendo cuestionado actualmente en Colombia no son las encuestas universitarias, ni los sondeos callejeros del Noticiero Promec, ni las consultas telefónicas de Pardo Llada para su programa radial, sino aquellas científicamente realizadas por firmas con amplia experiencia profesional.
En Colombia existen tres firmas encuestadoras de larga trayectoria, cuya seriedad ha sido ya demostrada: Invamer de Hernán de la Cuesta, en la actualidad el encuestador de Virgilio Barco y cuya firma es filial de la Gallup, la empresa con más experiencia en el mundo; Consumer, de Oscar Lombana, cuyos servicios han sido contratados para elecciones presidenciales en otros países como Ecuador y el Centro Nacional de Consultoría, de Carlos Lemoine.
En materia de elecciones presidenciales, el récord de acierto de las encuestas con respecto a quién gana es casi del ciento por ciento. En los Estados Unidos, donde desde 1936 se están haciendo encuestas electorales, solamente una vez se han equivocado los pronósticos en cuanto al ganador.
Fue en 1948. En esa oportunidad las cifras favorecían al candidato republicano Thomas Dewey sobre el presidente demócrata Harry Truman, quien buscaba seguir en la presidencia.
Truman ganó por una "nariz". Pero no hubo error estadístico, la estrecha diferencia que le dio el triunfo estaba dentro del margen de error proyectado en la encuesta. Sin embargo, algunos periódicos habían titulado con base en las encuestas y Truman saboreó su momento de triunfo exhibiendo con los brazos. en alto un periódico chiviado que proclamaba a ocho columnas la victoria de su adversario. La foto, que le dio la vuelta al mundo, se convirtió en el símbolo de la vulnerabilidad de las encuestas. Pero éste ha sido el único error en elecciones presidenciales en 50 años y, obviamente, con los avances tecnológicos que se han introducido desde entonces, ha aumentado la precisión de los instrumentos de medición de la opinión. La única otra gran sorpresa que han producido las encuestas en los Estados Unidos, fue durante la elección Carter-Reagan en 1980, cuando se pronosticaba un empate y se produjo una victoria amplia de Reagan. Esta diferencia también dio mucho qué hablar en su momento, pero estadísticamente está demostrado que no se cometió ningún error. Lo que sucedió fue que la última encuesta publicada se hizo cuatro días antes de la votación, cuando había expectativas de que los rehenes norteamericanos que estaban en manos del Ayatollah fueran liberados. Cuando se hizo evidente que esto no iba a suceder, se presentó un desplazamiento masivo de opinión hacia Reagan. Este hecho quedo registrado en forma clara en las encuestas adelantadas durante los últimos tres días y cuyos resultados no fueron de conocimiento público.
COLOMBIA TAMBIEN
A pesar de lo que pudiera creerse, el récord de Colombia no es inferior al de los Estados Unidos. Si allá de vez en cuando las encuestas producen "palos", aquí nunca. El pionero en este campo fue Jorge Soto del Corral, notable político y jurista de la época de la "Revolución en marcha", quien aprovechando sus conocimientos de estadística decidió aplicarlos personalmente para hacer cálculos sobre la elección presidencial que iba a tener lugar en 1946. En ese entonces se enfrentaban Ospina Pérez contra el Partido Liberal dividido entre Gaitán y Gabriel Turbay. Curiosamente, a pesar de la división, existia el mito de la invencibilidad de las masas liberales y existía la convicción popular de que aún en esas circunstancias el Partido Liberal ganaría. Los cálculos de Soto pronosticaban la derrota en términos parecidos a los que realmente se dieron. Sin embargo, no obstante su canto del cisne, pocas bolas le pararon a sus daticos, porque se consideraba que el termómetro de la opinión pública eran las plazas llenas de banderas rojas que vitoreaban a los candidatos liberales.
Considerando que por cuenta de la violencia y del Frente Nacional no tu vieron lugar elecciones reales durante los siguientes 30 años, poco utiles resultaban las técnicas de Soto. No fue sino hasta 1974, cuando el fin del Frente Nacional permitió volver al libre juego entre los partidos, que se comenzó a trabajar seriamente en esta materia. Todas las encuestas realizadas científicamente en ese período electoral, anticiparon milimétricamente el triunfo dos a uno de López sobre Gómez, con márgenes de error no superiores al 2%.
Si la victoria de Truman fue el Waterloo de las encuestas en los Estados Unidos, algo parecido sucedió en Colombia en 1978 cuando se enfrentaron Carlos Lleras y Julio César Turbay para dirimir la candidatura oficial del partido en lo que fue conocido como el Consenso de San Carlos.
No había una sola encuesta en la que Lleras no barriera a Turbay y para todos los colombianos él era ya el próximo Presidente de la República. Cuál no fue la sorpresa cuando no sólo ganó Turbay, sino que lo hizo por la "bicoca" de un millón de votos, dejando a Carlos Lleras en la vergonzosa cifra de 600 mil votos en total. Sin embargo, este resultado tuvo su origen en un malentendido que nada tenía que ver con las encuestas. Estas le preguntaban a la gente por su preferencia entre los dos candidatos y la votación no se hizo sobre esto, sino con base en la fuerza individual de cada parlamentario turbayista frente a cada parlamentario llerista, ya que el acuerdo era respetar el resultado de la suma de los bloques parlamentarios respectivos. La mayoría de los parlamentarios que estaban con Turbay controlaban los caudales electorales de sus departamentos, mientras que las figuras que oponía el ex presidente Lleras contaban, en términos generales, más con el respeto de sus conciudadanos que con su apoyo electoral. Las maquinarias de los Guerras, Balcázares y Santofimios aplastaron en sus respectivos departamentos a los Agudelos Villas, Marinos Rengifos y Caicedos Espinosas que libraban sus batallas a nombre de la purificación nacional. Cada voto por un intermediario fue contabilizado en cabeza de su jefe político, aún cuando el nombre de éste ni siquiera figuraba en la papeleta. Este episodio, además de desacreditar considerablemente a las encuestas, aportó la palabra "clientelismo" al vocabulario nacional. El hecho real para todos los entendidos es que si las elecciones hubieran sido directas e independientes de las parlamentarias, otro hubiera sido el resultado.
Meses después, ya en la elección directa Turbay-Betancur, los resultados fueron anticipados por las encuestas, llegando todas a señalar que el triunfo liberal sería muy estrecho.
No menos exacta resultaron las encuestas de 1982, cuando contrario a lo que se decía casi unánimemente en la calle, ninguna pronosticó el triunfo de López. Carlos Lemoine el encuestador del candidato, predijo el triunfo de Betancur con una diferencia de sólo 100 mil votos con el resultado final; Invamer, por su parte acertó no sólo con la victoria de Betancur, sino con el porcentaje que éste obtendría: 46%; y Consumer, la firma de Oscar Lombana que trabajaba para Belisario, publicó unas cifras que sólo tuvieron 0.6 de error.

NO TODO ES TAN FACIL
Claro está que las cosas general mente no son tan blanco y negro como las encuestas presidenciales. Estas representan para los encuestadores la oportunidad única de verificar sus cálculos con la realidad.
A diferencia de éstas, en las que a la gente se le pregunta directamente por quién va a votar, la mayoría de las encuestas están sujetas a interpretación. Un ejemplo de esto es el 86% que respondieron que estaban en contra del manejo del proceso de paz en la encuesta de El Tiempo. A primera vista esto podría entenderse como que la gran mayoría de los colombianos pueden estar a favor de suspender el proceso de paz, de modificar la modalidad del mismo o inclusive de la represión. Sin embargo, la misma encuesta, como lo señaló el ex presidente Pastrana, revela que solamente el 2.66% se muestra partidario de cambiar de política, el 6.61% de suspender el diálogo y el 12.33% de emplear la fuerza militar. La pregunta es, entonces, si sólo estas minorías están por el cambio de política, la suspensión del diálogo y la represión, ¿de dónde el 86% en contra del manejo del proceso?
Otro caso que ha dado lugar a un cuestionamiento de las encuestas fue la publicación en esta revista la semana pasada, de un "Confidencial" en el cual se afirmaba que el Centro Nacional de Consultoría de Carlos Lemoine había adelantado una encuesta en Bogotá, Cali, Manizales, Cartagena, Cartago, Girardot, Villeta, Chocontá y Corozal sobre candidaturas presidenciales. El resultado: Galán 3.900.000, Gómez, 3.200.000 y Barco 2.400.000. Esta publicación produjo la carta de rectificación del encuestador que tildaba de "mutilada y fuera de contexto". Interrogado por SEMANA, sobre si él efectivamente había hecho una encuesta en esos municipios y sí ésta había arrojado esos resultados, Lemoine respondíó afirmativamente. A la. pregunta de qué consideraba, entonces, "mutilada y fuera de contexto", respondió que una muestra basada en 8 municipios y el Distrito Especial es demasiado pequeña para ser considerada "representativa" y manifestó que prefería la palabra "indicativa" para calificar la muestra, y que como lo que se pretendía hacer era una "radiografía rápida" de la situación política frente a candidaturas, los resultados no eran "definitivos, sino preliminares". La redacción de SEMANA analizó si con base en estos argumentos era del caso retractarse y decidió no hacerlo, teniendo en cuenta, que independientemente de cuestiones semánticas, tanto la lista de municipios, como las cifras eran exactas. Por otro lado, toda encuesta no es más que la "radiografía rápida" de una situación y dada la dinámica de la opinión pública, todo resultado es preliminar.
EL CRISTAL CON QUE SE MIRA
En la utilización y evaluación que se hace de las encuestas existen factores subjetivos. Una cosa es la veracidad de los resultados y otra, como lo señalaba el ex presidente Pastrana en su cartas de respuesta a Ayatollah, el cristal con que se mire. Al respecto, trajo a, cuento el viejo aforismo de ver el vaso mitad lleno, o mitad vacío".
El problema de la interpretación no es solamente de los medios de comunicación que reproducen las encuestas, sino de quienes tienen que tomar decisiones y buscan en ellas una orientación. Al respecto, Hernán de la Cuesta, director de Invamer, señala: "Las encuestas tienen la gran ventaja de que los gobernantes conozcan la opinión de los gobernados y que obren en consecuencia, en lugar de regirse por sus propias creencias o por las de sus obsecuentes allegados".
Este punto no es tan claro. Para muchos, uno de los mayores peligros es, precisamente, el de un gobierno que se rige por los dictados de la opinión, falla que no pocos le atribuyen al actual. Muchas veces, la responsabilidad del gobierno consiste en hacer exactamente lo contrario, es decir tomar decisiones impopulares con base en razones de estado. Como ejemplo, si un gobierno ante una situación de déficit fiscal no tiene más alternativa que aumentar impuestos es obvio que una encuesta a ciudadanos rasos preguntándoles sobre si consideran conveniente pagar más impuestos, tiene pocas posibilidades de resultar favorable a las medidas requeridas. El anterior caso es demasiado simplista, pero en la práctica quien responde lo hace sobre la base de su universo personal y sus impulsos primarios, sin tener en consideración las implicaciones globales del tema sobre el cual se pide su opinión.
Un caso que se trae muy frecuentemente a cuento es el de la pena de muerte. En la mayoría de los países donde se han hecho encuestas sobre la materia, los resultados son contundentes a favor y, sin embargo, los países en donde existe esta pena son una minoría. Igualmente, en todos los países de Europa donde hay volúmenes considerables de trabajadores inmigrantes, los locales se pronuncian abrumadoramente en contra. Sin embargo, tanto por razones humanitarias como de orden práctico, no necesariamente las decisiones de gobierno se basan en este resultado.
En Colombia actualmente, hay un tema en el que los datos que revelan las encuestas no han sido suficientemente sopesados en los términos antes señalados. Es el de la elección popular de alcaldes. Gran parte de la fuerza que ha adquirido esta propuesta ha tenido su origen en el apoyo masivo que reflejan las encuestas realizadas sobre el tema. Sin embargo, como en el caso de los impuestos, es predecible que la gente prefiere nombrar sus alcaldes y no que se los nombren.
Pero en esto hay de por medio implicaciones enormes de orden económico, político y social, que obviamente no son del alcance de un individuo escogido al azar para opinar al respecto.
Aceptando que en esto de las encuestas hay tanto de largo como de ancho, no hay duda de que la polémica que se ha desatado en los últimos días ha sido exagerada e inclusive algo histérica. Se le ha dado a las encuestas la dimensión de un problema de estado. Un país que no se ha derrumbado dejando que los guerrilleros pidan en tiempo triple A la dictadura del proletariado y los mafiosos la guerra a muerte contra los residentes norteamericanos en Colombia, dificilmente se va a derrumbar porque se publique información en el sentido de que Galán, Verónica Castro o Juan Guillermo Rios le gusten a la gente. Fuera de llamados a una mayor responsabilidad en la utilización de las encuestas, que sin duda resultará de todo este debate, el único punto concreto que vale la pena discutir es el de si debería haber una fecha limite a partir de la cual no deben hacerse de conocimiento público pronósticos electorales. En Francia, Inglaterra y los Estados Unidos se ha estudiado este aspecto con el argumento de que la publicación de posibles resultados electorales inmediatamente antes de la votación puede llegar a afectar el resultado de la misma. En otras palabras, la gente puede llegar a aplicarse el principio de "si uno ya sabe lo que va a pasar, ¿para qué votar?". Por esto se ha llegado a pensar en establecer una fecha límite que puede ser, por ejemplo, un mes antes de las elecciones, fecha después de la cual, no se pueden reproducir proyecciones electorales.
De resto, las encuestas tanto de opinión política como de penetración de los medios de comunicación, son instituciones mundiales que, lejos de traer trastornos, lo que sucede es que llegaron con retraso a Colombia. La minitormenta de los últimos días es más consecuencia de la fiebre electoral y de la crisis económica de las programadoras que de las fallas de las encuestas. Esto se irá confirmando gradualmente, pero lo que es un hecho es que las encuestas están en Colombia para quedarse.-

EL ACIERTO DEL 82

BETANCUR LOPEZ GALAN

PREDICCION DE INVAMER 46% 30% 22%
EN PORCENTAJES

PREDICCION DE CONSUMER 42% 36% SIN DATOS
EN PORCENTAJES*

RESULTADO FINAL EN 46% 40% 11%
PORCENTAJES

PREDICCION DE LEMOINE 3.100.000 2.918.000 1.270.000
EN VOTOS

RESULTADO FINAL EN 3.189.278 2.797.627 745.738
VOTOS

*En el caso de Consumer, el asierto consistió en predecir la diferencia del 6% a favor de Betancur