POLÍTICA
Monseñor Salazar: ni tanto que queme al santo...
En los últimos meses, la Iglesia católica, en cabeza de monseñor Rubén Salazar, ha lanzado una ofensiva de medios y se ha pronunciado sobre casi todos los temas de la actualidad nacional. ¿Exceso o necesidad?
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Durante abril pasado, monseñor Rubén Salazar, presidente de la Conferencia Episcopal, dejó ver una especial debilidad por los micrófonos. En el mes de la Semana Santa, el máximo representante del catolicismo en Colombia expresó la posición de la Iglesia sobre la reforma a la Justicia, que, según ellos, debe ser consensuada; la despenalización de la droga, a la que no se oponen; el proceso de paz, al cual sienten todavía lejano, y las decisiones de la Corte Constitucional frente a las parejas homosexuales y el aborto, que rechazan de manera vehemente.
Más allá del maratón mediático es claro que, desde que lo designaron como arzobispo de Bogotá, Salazar sabe que tiene en sus manos, además del poder del púlpito, el del micrófono y no duda en usarlo. Se ha pronunciado sobre temas tan variados y disímiles como la usura de los bancos, si Chávez debía o no hacer presencia en la posesión de Santos y la necesidad de un cambio en la Iglesia. Según él, su propósito es "fomentar el diálogo, acercarse al gobierno, al Congreso, a las cortes, para adelantar con los poderes civiles un diálogo sobre temas importantes del país", como reveló en su primera entrevista como máxima autoridad católica con el diario El Tiempo.
Para algunos sectores, el cambio de discurso es evidente y bienvenido. En una de sus recientes columnas, el exfiscal Alfonso Gómez Méndez afirmó que "el discurso de monseñor Salazar es claro, directo, moderno, reflexivo, sin compromiso con los privilegios y muestra, además, un conocimiento más cabal del Estado y la sociedad colombiana". Sin embargo, para otros sectores académicos, es un síntoma de la decadencia del poder de esta institución. Hasta hace unos años los jerarcas católicos no necesitaban salir a los micrófonos, pues ejercían su influencia directamente sobre los fieles y estaban sintonizados con ellos en temas éticos y morales. Ahora, a pesar de que sigue siendo un actor tradicional con enorme presencia e influencia en un país creyente como Colombia, su poder se ha transformado. Hoy no nace de ser guardián moral, pues no incide ni orienta las decisiones individuales de los colombianos, sino de la inmensa infraestructura educativa que todavía tienen y en sus obras sociales. Y es a través de los medios, que siempre están prestos a oírlos, que buscan retomar el liderazgo perdido.
Para otros sectores, si bien es bienvenido el discurso más moderno de la Iglesia, no deja de ser coincidencia que se presente bajo lo que se puede denominar "el efecto procurador". El procurador Alejandro Ordóñez suele revelar sus convicciones religiosas en sus pronunciamientos, por lo cual expertos constitucionalistas creen que se ha dado un ambiente más favorable a las manifestaciones de la Iglesia. "Han pasado de la defensiva a la ofensiva", dice un reconocido académico. Aunque históricamente la Iglesia se ha pronunciado sobre temas como la paz y el aborto y son reconocidos como una voz autorizada, no es bien visto en círculos académicos y de derecho que se pronuncie sobre asuntos que no son de su competencia, como el día a día político, pues no se pueden considerar como una opinión experta. Como decia el escritor Albert Camus, "la política no puede ser religión o entonces se torna inquisición".
Lo que es más preocupante aún es cuando los prelados buscan intervenir en política con argumentos religiosos y descalificar argumentos jurídicos con dogmas de fe. Por ejemplo, al interpretar la Constitución de 1991 según los dictámenes de la Biblia. Es claro que, como cualquier actor de la sociedad, la Iglesia tiene el derecho a ser escuchada, pero también debe estar dispuesta a someter sus argumentos a la deliberación democrática. Además, en los últimos años otras voces, como abogados y economistas, han alzado la voz y han logrado, con base en derecho, cifras y estudios, reemplazar el discurso religioso. En palabras de un exmagistrado de la Corte Constitucional, "la Iglesia ya no es el único referente sobre lo correcto, sobre el bien y el mal".
Salazar, sin duda, tiene un ímpetu dinámico y propositivo que puede refrescar la imagen de la Iglesia católica, anquilosada en los últimos años. Sin embargo, la mejor forma de lograr esto es escoger las batallas adecuadas. En otras palabras, al César lo que es del César.