Home

Nación

Artículo

MUERTE ANUNCIADA

Conmoción nacional por el asesinato del Ministro de Justicia. En una decidida y valerosa lucha frontal contra el narcotráfico perdió la vida a manos de la mafia.

4 de junio de 1984

A las 7 y media de la mañana del lunes 30 de abril, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla recibió una llamada telefónica momentos antes de salir hacia su oficina. Era uno de los altos mandos militares quien lo buscaba para informarle que los servicios de inteligencia habían obtenido datos según los cuales se podía estar fraguando un atentado contra su vida. A pesar de que las amenazas se habían convertido para él en una rutina, el tono de su interlocutor dejó claro que se trataba de algo concreto. Acordaron que sería conveniente que el Ministro cancelara un viaje que tenía programado esa tarde a Pereira y que intentara, en lo posible, cambiar su rutina de ese día. Para su secretaria privada, ésta pudo ser la explicación a un estado de alteración que el Ministro mostró durante todo el día y que no era habitual en su conducta. Una y otra vez, Lara Bonilla se asomaba por la ventana de su oficina, mientras le dictaba a su secretaria. "Parecía otra persona" comentó a SEMANA una de sus asistentes para referirse al nerviosismo e irascibilidad que lo caracterizaron durante toda la jornada.
A las 4 y 30 de la tarde, faltándole sólo una cita por cumplir ese día, se comunicó con la recepcionista del Ministerio y le ordenó que fueran requisadas todas las personas que entraran al edificio. A las 6, su esposa Nancy, quien se encontraba en el centro haciendo compras, pasó un momento por el Ministerio. Estando allá, decidió no interrumpir las labores de su marido, pero conversó unos minutos con las secretarias del despacho. Esa noche debía asistir con su esposo a la fiesta de grado de María Bahamón, hija de unos paisanos, amigos de toda la vida. Como estaba vestida con falda negra y medias negras, comentó jocosamente, pero en forma premonitoria, que parecía una viuda. A esto, las secretarias le respondieron que se comprara unas medias rojas, lo cual en efecto hizo.
A las 6 y 50, el Ministro abandonó su despacho, se despidió de sus secretarias y abordó velozmente el Mercedes Benz blanco. Su chofer, Domingo Velásquez, arrancó, como siempre, entre dos carros escolta que el Ministro tenía permanentemente a su disposición. Eran dos camionetas Toyota Land Cruiser, una gris y una blanca. La blanca siempre encabezaba la caravana y le correspondía la responsabilidad de escoger la ruta. Esta se cambiaba permanentemente. Unas veces, el Ministro llegaba a su casa en la calle 125 número 43-53, tomando la carrera séptima, la calle 100, la paralela o ingresando por el barrio El Batán. Otras, utilizaba la avenida a Suba. También estaban las alternativas de la avenida Pepe Sierra y de la 127. Esa noche, a media cuadra del Ministerio, Lara ordenó a su conductor que cambiara la ruta y que tomara la avenida de Circunvalación, invocando la urgencia que tenía de llegar a su casa. Velásquez, siguiendo las claves usuales para variación de ruta, hizo sonar el pito y simultáneamente efectuó un cambio de luces, con lo cual la escolta delantera comprendió que no debía bajar a la carrera séptima, sino subir y tomar la Circunvalar. Cuando ya habían tomado la carrera 5 a, a eso de las 7 y 15, el teléfono del Mercedes sonó. El Ministro alzó la bocina: era su secretaria, quien le leyó una carta de Planeación que él estaba esperando. Sobre la calle 77, tomaron la carrera séptima hacia el norte, hasta llegar a la altura de la Fundación Santa Fe. En ese momento, la escolta delantera ordenó bajar por la calle 119 hasta la paralela del ferrocarril del norte, que los condujo a la calle 127. Frente a Unicentro había un trancón por dos carros varados. La escolta guía giró hacia la derecha para esquivar el nudo, entrando al barrio La Carolina, del cual salieron una cuadra más abajo, para retomar la calle 127.
Mientras esto sucedía, el Ministro se comunicó por teléfono con su residencia y le preguntó a Oliva, la empleada de la casa, que si su esposa había llegado ya. "No, no ha llegado", respondió ella. "Dígale tan pronto llegue que ya voy para allá, aunque hay algunos trancones", le pidió Lara. La caravana prosiguió, pero un nuevo trancón parecía haberse formado antes de la avenida 19.
Según Velásquez, el carro escolta delantero, el Toyota blanco, quedó atrapado entre dos carros. Al instante, el Ministro gritó a Velásquez: "Sálgase, sálgase rápido" y el Mercedes esquivó el nudo y siguió bajando por la 127, solamente con el carro escolta gris custodiándolo desde atrás. A los pocos segundos, pasaron bajo el puente de la autopista del norte. La marcha continuó sobre la 127, paralela al caño de Contador. "De pronto, sentí una explosión -contó Velásquez a SEMANA- como una vez que se me rompió el parabrisas".
Aceleró al máximo sin mirar hacia atrás. El guardaespaldas del Ministro, que iba sentado al lado del conductor, disparó su arma hacia la derecha primero y luego hacia adelante. Velásquez, quien no entendía muy bien lo que pasaba, gritó: "Virgen Santísima, sálvanos". Su obsesión era llegar a la casa del Ministro cuanto antes. Por unos segundos, creyó que nada grave había pasado, pero a dos cuadras de la casa, miró por el retrovisor y pudo ver al Ministro tendido hacia la izquierda. Lara no había emitido ningún sonido y Velásquez no vio sangre por ninguna parte. De ahí que, aunque la situación era confusa, el conductor no tenía conciencia de lo que había sucedido. Sólo al llegar a la casa, poco después, todo el impacto de los hechos cayó sobre él, al estar el asiento trasero inundado de sangre.
Aunque Velásquez no sabía cómo había pasado todo, la escolta de atrás, sí. Segundos después de salir del paso subterráneo de la 127 con autopista, dos hombres en una moto roja 175, habían aparecido sorpresivamente, hasta acercarse a menos de un metro del Mercedes blanco. El parrillero había accionado una ametralladora Ingram, vaciando el proveedor de 25 balas calibre 45. La Ingram es conocida como una de las armas de mayor cadencia: en sólo un segundo, dispara 22 balas. De ahí que el atentado contra Lara no llegó a durar ni siquiera un segundo y medio. De las 25 balas, 7 dieron en el blanco: 3 en el cráneo, una en el cuello, 2 en el pecho y una en el brazo derecho. Ni siquiera el chaleco antibalas que Lara tenía pero no usaba, lo hubiera salvado.
Tan pronto el sicario disparó contra Lara, desenfundaron los revólveres y comenzaron a disparar contra la moto asesina. Se inició, en medio del tráfico de la 127, una persecución digna de Hollywood. Los asesinos y sus perseguidores se volaron el semáforo de la avenida a Suba. Cuatro cuadras más abajo, donde comienza la avenida Boyacá, el Toyota con motor de persecución estaba a menos de cien metros de su presa. El parrillero, viendo demasiado cerca a los perseguidores, arrancó el seguro de una granada que llevaba consigo y dándole media vuelta a su cuerpo, la lanzó contra el Toyota. La puntería le falló pues la granada estalló lejos del vehículo, pero la contorsión al lanzarla y el hecho de que el pavimento se encontraba mojado, hicieron que los asesinos perdieran el equilibrio y el control del aparato, cayéndose a toda velocidad, cuando intentaban virar hacia las colinas de Suba. Iván Darío Guizado Alvarez, el asesino del Ministro, había muerto como consecuencia de fracturas en el cráneo en el momento de la caída. A éste, que portaba un chaleco antibalas se le encontró después un balazo en la ingle. Su compañero, el conductor de la moto, Byron de Jesús Velásquez Arenas, resultó herido en el brazo cuando la moto le cayó encima, momentos antes de ser capturado por la escolta. Por primera vez en la larga historia de los asesinatos en moto en Colombia los autores habían sido alcanzados después de la emboscada.

SEGUNDA EMBOSCADA
No era ésta la primera emboscada de que Rodrigo Lara había sido objeto por parte de la mafia: un año y diez días antes de su muerte había sido víctima de una emboscada de otra naturaleza: el 20 de abril de 1983, en el Hotel Hilton de Bogotá, el senador huilense había sido abordado por un sujeto de nombre Evaristo Porras, quien en su bolsillo llevaba una grabadora escondida. Durante una campaña política por el Amazonas, Lara se había tropezado con Porras a quien, esa noche en el Hilton, apenas recordaba. Mientras el cassette rodaba, Lara entró desprevenidamente en una conversación con Porras sobre actualidad nacional. Después de una introducción sobre política huilense, la charla desembocó en Pablo Escobar, quien por esos días había aparecido por primera vez ante la opinión pública. Mientras Lara preguntaba con curiosidad inofensiva por las actividades y la fortuna del parlamentario antioqueño, Porras se presentaba como un enemigo de éste y le ofrecía una ayuda económica para el Nuevo Liberalismo. Porras no mencionaba ninguna contraprestación y Lara inicialmente esquivaba con cortesía la oferta. Cuatro meses después, esta grabación se hizo pública con ocasión al debate sobre los dineros calientes. El resto es historia.
Es indudable que este episodio alteró radicalmente la carrera política de Lara. En el momento de tomar posesión del ministerio de Justicia, era una de las figuras políticas con más porvenir de su generación. Con escasos 37 años, estaba de segundo en la jerarquía de un movimiento con posibilidades de llegar al poder. Su situación cambió de la noche a la mañana. No tanto por haber sido acusado de recibir un cheque, como por la falta de claridad en la explicación que dio. En una semana en el Ministerio, Lara había pasado de ser la nueva estrella del gabinete, a convertirse en el centro de una controversia nacional sobre la conveniencia de que permaneciera en su cargo. Voceros del liberalismo, como los diarios El Tiempo y El Mundo y columnistas como Enrique Caballero y Hernando Giraldo pidieron su renuncia. Conciente de que se trataba de una medición de fuerzas entre el Estado y la mafia, el Presidente Betancur, apoyado por amplios sectores, se negó a entregar la cabeza de uno de sus ministros al crimen organizado. Tenía el convencimiento, como lo tenían todos quienes lo conocían, de que Lara era un hombre honesto, con un pasado inmaculado, quien había caído en una celada. El golpe bajo de que había sido objeto, afectó profundamente a Lara. El periodista Daniel Samper recuerda como el propio Ministro había manifestado que "la única manera que tengo de demostrarle al país que soy una persona honrada es jugándome la vida contra la mafia. Estoy dispuesto a hacerlo". Una campaña contra el narcotráfico que él había iniciado antes de ser Ministro, adquirió una intensidad nunca vista antes en el país. Lara dijo todas las verdades que hasta entonces se consideraban indecibles e hizo lo que nadie se atrevía a hacer. Hechos que eran de conocimiento general a nivel privado, los elevó a la categoría de denuncia pública. Emprendió así una cruzada frontal y sin cuartel que se confundía por momentos con una revancha personal. Esto sumado a su temperamento exhuberante, extrovertido y locuaz lo convirtió en el centro de la atención nacional. El arrojo y coraje con que libró su batalla rayaban en la imprudencia. Pero, no obstante frecuentes críticas, su cruzada comenzaba a dar dividendos. Gradualmente, la opinión pública dejó de verlo como el hombre acusado de haber recibido un cheque de Evaristo Porras y pasó a considerarlo como el primer colombiano que tenía el valor de sacarle los trapos al sol a la mafia, aún a costa de su propia vida. Lara estaba ganando la batalla por su reivindicación y obtuvo sus galardones en franca lid. Su lucha había sido una lucha solitaria, como lo señaló Fernando Hinestroza. Su propio movimiento, el Nuevo Liberalismo, no lo acompañó en las horas difíciles y el grado de su respaldo parecía estar sujeto al vaivén de la popularidad del Ministro. Esto llevó a fricciones que llegaron incluso a hacer posible el retiro de Lara del Nuevo Liberalismo. En privado, Lara no escondía su decepción y a un grupo de periodistas, cuatro días antes de su muerte, les informó su decisión de formar toldas aparte tan pronto regresara de la embajada en Checoslovaquia, a donde debía haber partido a mediados de mayo.

QUIEN LO MATO
La posibilidad de que Lara fuera asesinado por la mafia se había vuelto tema rutinario de conversación desde hacía varios meses. De ahí que en el instante mismo en que fue anunciada su muerte, se dio por descontado quienes podían haber ordenado su asesinato. La automática confesión del único capturado no hacía sino corroborar lo esperado. Según éste, él y su compañero habían sido contratados en Itaguí y todo se había planeado en Medellín. Esto, combinado con la modalidad de la moto, le daban todo el sello de la mafia antioqueña. Sin embargo, esta identificación resultaba tan obvia que no dejaba de despertar algunas sospechas. Teniendo en cuenta los enormes efectos contraproducentes que el crimen tenía contra la mafia, no faltaron los comentarios escépticos acompañados de las más fantásticas versiones: que había sido la CIA, que había sido la DEA, que habían sido los militares, que había sido la guerrilla. Aunque la versión de un complot de mafia parecía no tener baches, resultaba mil veces más viable que cualquiera de las otras alternativas. Para comenzar, la mafia no es un cuerpo organizado y unitario, sino una serie de grupos independientes, cualquiera de los cuales podía haber cometido el homicidio sin consultarle o informarle a los demás.
Concretamente, SEMANA ha podido establecer que las autoridades investigan una pista según la cual un grupo de 10 antioqueños habría llegado a la capital hacia el 15 de marzo. Se ha confirmado su presencia en el sector de la avenida 19 de Bogotá, donde se les vio con frecuencia en almacenes y restaurantes, lo que hace pensar que se hospedaban en el vecindario. Los dos autores materiales del crimen han sido plenamente identificados por personas de la zona como miembros del grupo. Iván Darío Guizado, el que falleció en la huída, habría llegado en la segunda semana de marzo a Bogotá. Su compañero, Byron Velásquez, fue visto únicamente la semana antes del atentado. SEMANA estableció que el grupo había hecho su aparición en Bogotá encabezado inicialmente por un hombre moreno, de mediana estatura, pelo rizado, barriga prominente, piel cicatrizada por el acné y a quien se le calculan unos 40 años de edad. Este los instaló e inmediatamente desapareció. A fines de marzo hizo su aparición un sujeto alto, delgado, de pelo negro rizado, con bigote, piel trigueña, de unos 25 años y quien contrastaba con los demás por ser el más decente de un grupo que llamaba la atención por su prepotencia, vulgaridad y malos modales. Lo llamaban unanimemente el jefe. Era quien pagaba las cuentas en restaurantes y almacenes, donde solían adquirir ropa, discos y botas. En una ocasión, según han relatado testigos a las autoridades, fue visto repartiendo dinero en efectivo a los otros miembros de la banda. En las últimas semanas, se les vio andar en dos motos rojas nuevas, una de las cuales se asegura es la que se utilizó para el asesinato de Lara. Fueron adquiridas en el almacén Motomotor y pagadas en efectivo. El viernes 27, tres días antes del crimen, toda la banda desapareció del sector de la 19. No se descarta que hayan viajado a Medellín durante el fin de semana. Al menos es lo que se cree hicieron los dos asesinos. A ellos, las autoridades les encontraron después del atentado 25 mil 500 pesos en efectivo. Todo indica que estaba pendiente el último pago por el trabajo, que debía ser por una alta suma. Las autoridades confían que con estas pistas se pueda llegar a establecer la identidad de todos los participantes en el complot, aunque no se descarta que ninguno de los diez antioqueños que merodeaban por la avenida 19 supiera quién había dado la orden desde arriba.
IMPLICACIONES
Pero independientemente de la identidad del verdadero autor intelectual del crimen, éste tenía enormes implicaciones de todo orden. Las primeras saltaron a la vista horas después del asesinato: se había presentado un cambio de actitud del gobierno frente al crimen organizado. En los últimos años, éste había sido tolerado como una especie de mal inevitable. Pero la reacción que se produjo en el país en la misma noche del lunes, interpretada por el Presidente durante su discurso en Neiva, el miércoles 2 en el sepelio de Lara Bonilla, al decir: "¡No más tertulias de salón para comentarios divertidos sobre quién acaba de hacerse rico con el tráfico de monedas manchadas de sangre" Era esta la concreción de las aspiraciones que Lara tuvo en vida y que no cristalizaron sino después de su muerte. Estas palabras se han traducido en un viraje de 180 grados en la actitud del gobierno frente al narcotráfico, viraje encabezado por el Presidente Betancur, acompañado al parecer por todos los colombianos que antes habían dudado sobre el Tratado de Extradición y que ahora aplaudían al primer mandatario, como quienes lo hicieron en Neiva, cuando Betancur anunció que "Colombia entregará a los delincuentes solicitados por la comisión de delitos en otros países". Aunque jurídicamente, este viraje resultaba por lo menos discutible, políticamente era un acto pragmático que se ajustaba a una nueva realidad. Que había nueva realidad política se podía medir por el hecho de que la declaratoria del Estado de Sitio había sido recibida con beneplácito por la mayoría de la opinión pública. Aún los sectores que ideológicamente rechazaban esta medida, lo estaban haciendo esta vez en forma más bien tímida y protocolaria, concientes de que el Presidente no tenía otra alternativa. De por sí, antes del asesinato de Lara Bonilla, el Presidente había sido objeto de fuertes presiones para la implantación del Estado dé Sitio, debido a actos guerrilleros como el incendio de buses y el asalto a trenes. Sin el asesinato de Lara, su implantación era debatible; al producirse aquél, resultaba indiscutible. Inicialmente había la impresión de que el Estado de Sitio iba a ser utilizado en forma arbitraria, echando en un mismo saco a narcotraficantes y guerrilleros, en virtud de lo expresado por varios sectores de opinión que como El Tiempo, habían hablado de ambos como "olivos y aceitunos, todos son unos". Sin embargo el propio Presidente fue el primero en hacer y pedir un esfuerzo para diferenciar a los unos de los otros, conciente de que la mala interpretación o el abuso en cuanto al Estado de Sitio, podían enterrar las esperanzas de paz, en momentos en que, por primera vez en muchos años, se estaba estableciendo un diálogo con la guerrilla que estaba a 15 días de dar sus primeros frutos concretos. Para dejar claras las intenciones presidenciales, la aplicación del Estado de Sitio durante la semana pasada estuvo categóricamente destinada a la lucha contra el narcotráfico. Además del anuncio de la extradición, el juzgamiento de los delitos del narcotráfico y conexos quedó bajo jurisdicción de la justicia penal militar. La expedición de las medidas se vio también respaldada por acciones concretas en contra de la mafia. Centenares de allanamientos y de detenciones de empleados del narcotráfico en todos los departamentos y de capos importantes, como Evaristo Porras y Fabio Ochoa, se sumaron a la detención de decenas de avionetas y a la misma prohibición del vuelo de avionetas privadas en el país. En Barranquilla nada más, en menos de 24 horas fueron allanadas las residencias de los 11 presuntos grandes personajes de la mafia de esa ciudad: Lucas y Jorge Gómez Van Grieken (El Pocholo), Francisco y Serafín Valdeblánquez, Enrique Coronado, Calixto Carrillo (Caito), Luis Cabarcas, Iván Lafaurie, César Molina y Francisco Rosado Velasco, quien fue detenido. En Medellín, Cali, Armenia y Pereira sucedía otro tanto, al tiempo que las fincas de Carlos Lehder, Pablo Escobar y la familia Ochoa en los Llanos, el Magdalena Medio y el Atlántico eran también allanadas.

Sin embargo y a pesar de la euforia inicial y de los esfuerzos del Presidente por mantener el Estado de Sitio bajo control, comenzaban a aflorar algunas dudas sobre hasta qué punto sus intenciones podían traducirse en realidades. Si bien el Estado de Sitio no es un instrumento represivo en sí mismo, sino un instrumento jurídico de aplicación selectiva, su sola declaratoria crea un ambiente sicológico que muchas veces adquiere su propia dinámica y que de ser así significaría un viraje fundamental de la posición del gobierno en términos políticos. Al fin y al cabo, existe una contradicción entre Estado de Sitio y apertura democrática. Desde la semana pasada, esos dos procesos intentan convivir en la realidad colombiana. El Presidente es conciente del peligro latente de que el primero asfixie a la segunda, siendo la apertura democrática y la paz el campo en donde él se está jugando su papel ante la historia. De ahí que sea previsible que haga un esfuerzo permanente por circunscribir el Estado de Sitio al ámbito estrictamente necesario, sin permitir que los miles de intermediarios que tienen su aplicación en el país, se desvíen de este propósito. Inclusive, SEMANA se ha enterado de que una vez implantada la medida el lunes de la semana pasada, se ha venido estudiando la posibilidad de que sea temporal, llegando a mencionarse la fecha del 30 de mayo para su levantamiento. En esta forma, se le daría un golpe histórico a la mafia y al mismo tiempo se utilizaría la suspensión del Estado de Sitio a fin de mes para restaurarle la credibilidad al proceso de paz en unos días cruciales.
Rodrigo Lara Bonilla murió creyendo firmemente en esas dos causas la de eliminar a las mafias y la de conquistar la paz. Un esfuerzo colectivo para que esto se cristalice sería el mejor homenaje a su memoria.

LA MALDICION DEL NUEVO LIBERALISMO
"En el hogar sencillo de Omaíra de Avellaneda, una veterana dirigente popular de Bogotá que quiso con su familia proporcionarnos la oportunidad de una tertulia política, nació en una tarde de enero de 1980 el Nuevo Liberalismo. Nos reunimos aquel día con Enrique Pardo Parra, Alvaro García Herrera y Rodrigo Lara Bonilla para cambiar ideas sobre el porvenir de la política colombiana. Cada uno llegó al diálogo con argumentos distintos y experiencias propias. Pardo Parra y García Herrera con sus ejemplares trayectorias en el Congreso, la diplomacia y la plaza pública. Rodrigo Lara con su inteligencia, su labor fecunda en la alcaldía de Neiva, sus luchas democráticas por el Movimiento de la Dignidad Liberal, su tránsito por la diplomacia en Europa, sus lecturas de profesor universitario y esa formidable vitalidad que emanaba siempre de su espíritu alegre y espontáneo". Con estas palabras, Luis Carlos Galán evocaba el día del sepelio del ministro Rodrigo Lara Bonilla, la fundación del Nuevo Liberalismo.
Revisando su corta historia, apenas cuatro años resulta curioso encontrar que de sus originales fundadores ya no queda sino su jefe. Alvaro García Herrera moriría al poco tiempo víctima de un cáncer, y sus compañeros más cercanos tendrían que ver también la lucha con la muerte que libró durante tres años el senador Pardo Parra.
No sólo por razones de muerte natural, el Nuevo Liberalismo ha visto desaparecer a sus cuadros más importantes. Por diferencias políticas internas, los senadores Fabio Lozano -quien moriría poco tiempo después- y Hernando Agudelo Villa abandonaron sus filas en junio de 1983. Meses más tarde, en noviembre, otra destacada dirigente del movimiento, Ana Sixta de Cuadros, pereció en el accidente del jumbo de Avianca en España. Ahora, el Nuevo Liberalismo pierde a uno de sus líderes más importantes, a su segunto hombre, Rodrigo Lara Bonilla, asesinado por la mafia. Es como si sobre el Nuevo Liberalismo hubiera caído una extraña maldición.

EL ULTIMO JUEVES DE LOS PERIODISTAS
-En la noche del 26 de abril el ministro de Justicia Rodrigo Lara se reunió con un grupo de 12 periodistas en Bogotá. La conversación, de las 8:30 a las 12:30 de la noche, en la que SEMANA estuvo presente, fue informal y privada. Lo que en ella se hablaría no sería publicado. Pero ante la dolorosa desaparición del Ministro, y la importancia de lo que nos confió esa noche, los asistentes decidimos romper, esta vez, ese silencio.
-Rodrigo Lara no afirmó ni negó en la reunión que se retiraría del Ministerio en los próximos días. Sólo admitió que en el evento de salir, se dedicaría a "meditar" un tiempo. "¿Será que se va de embajador a la India?" alguien bromeo. En cambio si precisó, un poco entre risas y chistes, que escribiría un libro "en el que contaré muchas cosas (políticas) hasta ahora desconocidas para muchos. Ese libro será un best seller", aseguró. También precisó que regresaría a la política pero que ya no lo haría en ninguno de los dos partidos oficialistas, ni en el Nuevo Liberalismo, ya que en su opinión, ante la candidatura Barco, Galán "terminará entrando en el juego liberal".
-Al argumentar en defensa de la extradición, el Ministro mencionó a Cuba a donde había viajado hacía algún tiempo, invitado por el gobierno de la isla. "Hasta Fidel Castro firmó un tratado de extradición de aeropiratas con Estados Unidos. Y "extraditó" en el Mariel a 50 mil personas que no querían vivir allí. ¿Que los estraditables de aquí son nacionales colombianos? Olvídese, dijo, esa gente no tiene patria".
-Comentando el hecho de que los jefes de la mafia a través de la compra de los expedientes contra ellos o la quema de los juzgados, aparecían como gentes honradas, el ministro Lara declaró que en el sólo caso de Pablo Escobar "existen por lo menos cuatro muertos".
-Una de las críticas fuertes que Rodrigo Lara hizo esa noche fue contra los partidos Liberal y Conservador, a los cuales acusó de haber sido "muy tolerantes" con el fenómeno del narcotráfico. "Es lo que explica el notable y súbito incremento de las plantaciones decoca y marimba" en el país, afirmó. Dijo que los mafiosos incluso negocian a sus anchas con industrias extranjeras. "Hay fabricas alemanas y francesas, por ejemplo, que le tienen vendida su producción de éter de un año a esos tipos, quienes lo emplean en la producción del clorhidrato de cocaína".
-A una pregunta sobre por qué se estaba demorando tanto la respuesta del gobierno sobre si ordenaba o no la extradición de Carlos Lehder, Lara contestó: "Porque se está estudiando muy detenidamente la conducta de Lehder en Colombia y en el exterior; sabemos que ese señor actualmente está viajando de Colombia al extranjero".
-"La ideología de los jueces es uno de los temas más interesantes que hay en este momento", explicó el Ministro. "Eso de que ellos practican una "justicia de clase", en contra de los ricos, es un escándalo falso. No es sino ver que hay 23 mil presos en el país y de ésos el 90% provienen de los sectores bajos de la población y que el 40% no puede pagar un abogado. Es decir, los débiles son los que siguen en las cárceles, las mulas, por ejemplo, mientras que los "capos" siguen fuera".
-Comentando la postura asumida por Carlos Lleras Restrepo sobre la apertura política, Rodrigo Lara dijo: "El doctor Lleras plantea que no es necesaria la apertura, porque ésta ya existe en tanto que nuestro sistema electoral le permite a los partidos minoritarios ocupar algunas curules por el sistema del cuociente y del residuo electorales. Pero lo cierto es que a los partidos distintos del Liberal y el Conservador este sistema no les sirve, pues las fracciones en las que se dividen los dos grandes partidos se devoran los residuos de los partidos pequeños. Para que cosas semejantes no sucedan debe haber una reglamentación de los partidos que impidan su fraccionamiento", indicó.
-"El clientelismo y la compra de votos se acabarán en el país el día que haya voto secreto", declaró el Ministro. Y explicó: es decir, cuando haya "una cortina en la mesa de votación que le permita al ciudadano votar sin estar bajo la mirada vigilante del tercero que le compró el voto".
-El Ministro explicó sus críticas al actual derecho penal colombiano, el cual según él "está hecho para que nunca se pueda fallar, pues los recursos son interminables". Es necesario "crear una Escuela Judicial que capacite realmente al personal que imparte justicia en el país", dijo, pues "aunque tenemos en Colombia escuelas de Derecho que tienen casi tres siglos, la formación es teórica". En Colombia, agregó, los graduados salen "a aprender derecho como jueces, lo que es un absurdo". La proliferación de abogados en el país, casi 32.600 según él, hace que muchos de éstos "terminen siendo simplemente unos "buscapleitos".
-Al final de la noche, Olga Behar indicó a Margarita Meza que el Ministro vivía cerca de ella y que podría llevarla a su casa. Antes de que se le consultara, él aceptó gustoso. "¿No te da miedo ir con él?", jocosamente alguien le preguntó a Margarita. "Ponte el chaleco antibalas", bromeó de inmediato él.
-Durante el trayecto, en el que nadie advirtió novedad alguna, el Ministro ante una pregunta de ella indicó que lo que más le preocupaba era la seguridad de su familia. "Pero, al fin y al cabo, ya me voy", confesó. "¿ Y qué pasará a su regreso, cuando ya no tenga la protección del Estado?", repreguntó Margarita. "Pues me tocará andar con ametralladora, pues, eso sí, no permitiré que esos tipos me exilien" agregó.