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El periodista Felipe Guevara murió el miércoles en la Clínica Valle de Lili.
El periodista Felipe Guevara murió el miércoles en la Clínica Valle de Lili. | Foto: Cortesía.

VALLE DEL CAUCA

Murió el periodista que fue baleado en Cali: había recibido amenazas

Felipe Guevara fue atacado por un sicario afuera de su casa en el barrio Mariano Ramos. Tenía 27 años y estaba esperando su primer hijo.

23 de diciembre de 2020

De Felipe Guevara se podrían decir muchas cosas en un minuto. Los que compartieron sala de redacción con él en el periódico Q’hubo Cali y sus familiares y amigos tienen cientos de anécdotas que les contaba mientras tomaban un café, un vaso de agua, cuando almorzaban o en lo corrillos de las ruedas de prensa. Felipe era un conversador de esos que atrapan a su interlocutor por minutos, o hasta por horas.

“Háblame, papito”, era su frase inicial siempre. Así lo recuerdan sus colegas en Cali, ciudad donde nació y vivió. Estudió comunicación social en la Universidad Autónoma de Occidente, recorrió sus calles en búsqueda de historias judiciales, relató –cómo muchos otros periodistas– la violencia cada día más creciente, fue amenazado por su labor periodística y cayó baleado el lunes 21 de diciembre en un callejón del barrio Mariano.

Felipe murió mientras esperaba el nacimiento de su primer hijo y mientras adecuaba un apartamento en su casa paterna, en el barrio Mariano Ramos, para vivir ahí con su esposa. Su fallecimiento ocurrió este miércoles en las instalaciones de la Clínica Valle del Lili.

El atentado

Sobre el ataque a Felipe se sabe poco: un sicario le disparó al frente de su vivienda. Felipe estaba en compañía de otra persona, que también resultó herida. Aunque la investigación no está adelantada, el general Manuel Vásquez Prada, con una rapidez que aterra, desestimó que el ataque estuviera ligado a su profesión como periodista.

Felipe tenía otra versión de los hechos: en tres oportunidades se vio obligado a cambiar su lugar de residencia por las amenazas y hostigamientos de bandas delincuenciales urbanas que lo acusaban de “ser el sapo del barrio”.

A Felipe le tocó, en su ejercicio periodístico, indagar sobre el reacomodamiento criminal del narcotráfico en Cali, la operación de oficinas de sicarios y grandes bandas dedicadas al hurto. Todos esos temas pasaron por la lupa y pluma de Felipe. Y aunque él puso en conocimiento de las autoridades estos hechos, nadie lo protegió. Hoy que su cuerpo no aguantó las heridas de cinco balazos, las autoridades dicen que el ataque fue motivado por otras razones.

Esta versión ha sido rechazada por la Fundación para la Libertad de Prensa y un nutrido grupo de periodistas del Valle del Cauca, quienes se manifestaron a través de un comunicado y un video en redes sociales:

Precisamente, y según la información recolectada por la FLIP, a raíz de estas amenazas Guevara había tenido que irse del barrio Mariano Ramos en 2017, luego de que hiciera algunas notas sobre una banda criminal que operaba en ese sector. Según conocen las personas allegadas al comunicador, él había puesto una denuncia ante las autoridades por estos hechos. Además, en 2018 y en agosto de este año, Guevara reportó nuevamente amenazas y hostigamientos y afirmó que ya no quería salir de su casa porque no se sentía seguro.

La Fundación expresa su preocupación por los antecedentes que tendría el periodista en torno a su seguridad y exige a las autoridades que investiguen este caso con celeridad y que contemplen como primera hipótesis la relación con su labor periodística. Es preocupante que la Policía Nacional descarte desde un inicio que el atentado contra Guevara podría estar relacionado con su trabajo como periodista. El general Manuel Antonio Vásquez Prada, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, expresó que “preliminarmente desvirtúan que este suceso estuviera relacionado con su profesión”, escribió la FLIP.

Lo cierto es que hoy Felipe ya no está. Se lo llevó la violencia que él retrató por más de tres años como periodista judicial del “Q’hubo”. Esa violencia de la que él contaba historias y se sentía agobiado. Esa violencia que no lo dejó conocer a su hijo, ni acabar de cumplir sus sueños.