Home

Nación

Artículo

"No me estoy muriendo"

El pintor Luis Caballero aclara rumores sobre su salud, y cuenta como ha transcurrido su vida desde que supo que era portador del virus del sida.

30 de noviembre de 1992

MIENTRAS EN PARIS EL ARTE COLOMBIANO REcibía su máximo homenaje en cabeza de Fernando Botero, otro gran artista colombiano pasaba, en esa misma ciudad, por lo que puede ser el momento mas difícil de su vida. Se trata del pintor Luis Caballero, quien ha vivido en la capital francesa desde hace poco más de un cuarto de siglo. Desde hace varios meses está confinado en su estudio por quebrantos de salud y esto lo ha obligado a dejar de pintar. SEMANA lo entrevistó en París, y el pintor manifestó que estaba interesado en aclarar los rumores y malentendidos que circulaban en Colombia sobre su salud.
En un estudio austero, más de pintor lleno de ilusiones que de artista consagrado, vive en virtual encierro y su vida transcurre entre la cama y la silla de ruedas. Pero esta limitación de movimiento no corresponde al excelente aspecto físico y al estado de ánimo que refleja Luis Caballero. Fuera de un exceso de kilos que le ha producido la inmovilidad, se ve mejor que nunca y su tradicional humor negro está intacto. El siguiente es el diálogo que sostuvo SEMANA con el pintor.
SEMANA: Se dice en Colombia que usted cada vez está pintando menos. ¿Eso es verdad ?
LUIS CABALLERO: Sí. En realidad hace siete meses que no pinto un sólo cuadro.
SEMANA: ¿Por qué?
L.C.: Porque tengo problemas serios de movilidad y de vista.
SEMANA: ¿A qué se debe?
L.C.: A una cosa que se llama "Síndrome cerebeloso". Es un virus que atrofia el cerebelo.
SEMANA: ¿Cómo afecta su movilidad?
L.C.: No puedo caminar sin un punto de apoyo. Es decir que tengo que estar agarrado a algo para moverme de un lado a otro. En realidad me movilizo fundamentalmente en silla de ruedas.
SEMANA: ¿Y cómo hace para salir a la calle?
L.C.: No salgo. Lo hago sólo cuando tengo que ir al hospital para los chequeos.
SEMANA: ¿Y cómo le afecta la vista?
L.C.: Todo tiembla y veo doble.
SEMANA: ¿Entonces no ha tocado un pincel en siete meses?
L.C.: Cerrando un ojo mejora la visión, y así he logrado hacer unos dibujitos para matar las horas. Pero ningún óleo. Aunque no tuviera problemas de vista, como no puedo estar de pie y yo sólo sé pintar de pie, tampoco he pintado ninguno.
SEMANA: ¿Cuál es el pronóstico? ¿Esa enfermedad avanza o retrocede?
L.C.: Estuve en el hospital un mes y medio, pero nadie sabe. Ningún médico se atreve a hacer un pronóstico definitivo.
SEMANA: Pero se ve usted de muy buen semblante y de muy buen estado de ánimo. No refleja lo que se dice en Colombia de su enfermedad .
L.C.: Sí. Creo que en Colombia me han enterrado ya varias veces.
Además dicen que tengo sida.
SEMANA: ¿No lo tiene?
L.C.: Tengo el virus HIV, que es el virus del sida. Pero tener el virus significa ser portador pero no tener la enfermedad.
SEMANA: No tiene la enfermedad pero tiene problemas de salud serios.
L.C.: Lo uno no tiene necesariamente que ver con lo otro. Algunos médicos me han dicho que el "Síndrome cerebeloso" me podría haber dado aunque no tuviera el virus HIV.
SEMANA: Pero usted dice que algunos médicos le informan que no hay relación entre los dos virus. ¿Hay otros entonces que tienen la opinion contraria?
L.C.: Sí. Hay uno que me ha dicho que las dos cosas están relacionadas. Pero son más los que me han dicho que no. La verdad es que yo no entiendo nada, pero he llegado a la conclusión de que los médicos tampoco. La ignorancia que demuestran sobre este tema es asombrosa.
SEMANA: ¿Cuándo le dijeron que tenía el virus del sida?
L.C.: Cuando empece a tener problemas para moverme me fuí a chequear. Y en medio de todos esos exámenes en uno salió que yo tenía el virus.
SEMANA: Pero usted habla del tema con muy poco dramatismo. ¿Cómo se lo comunicó el médico? ¿Qué impacto tuvo en usted inicialmente?
L.C.: Es que lo colombianos en general y los periodistas en particular tienen una visión cinematográfica de estas cosas. Eso no es como en las películas que el médico sienta al paciente, guarda silencio, evita mirarlo a los ojos y, finalmente, suelta la noticia con fondo de violines.
SEMANA: ¿Entonces como es?
L.C.: Aquí es un episodio absolutamente banal. El médico, al ver los papeles con los resultados de los exámenes, le informa a uno que uno es lo que llaman "Cero Positivo".
SEMANA: ¿Pero a usted no le impactó?
L.C.: Me impactó lo mismo que le hubiera impactado a cualquier persona de 50 años si le dicen que es probable que se muera de un infarto en los próximos dentro de 10 años. Antes, todo el mundo se moría de infarto o de cáncer. Ahora todo el mundo se muere de infarto, cáncer o sida.
SEMANA: Lo pinta usted como si fuera algo muy común.
L.C.: Más de la mitad de la gente que yo conozco tiene ese mismo virus, y pensaría incluso que la mitad de los habitantes de París también lo tienen.
SEMANA: Esa enfermedad tiene que tener muchas connotaciones: sociales, emocionales, etc.
L.C.: Sociales, ninguna. Imagínese si a estas horas de la vida me va a importar a mí lo que dice la gente. Emocionales, claro que sí. Porque a veces uno no puede estar con las personas con que quisiera estar.
SEMANA: ¿Muchos amigos suyos se han muerto de sida?
L.C.: El otro día decidí pasar a limpio mi vieja libreta de teléfonos,y me tocó tachar un promedio de dos nombres por cada letra.
SEMAna: ¿Le tiene miedo a la muerte?
L.C.: No le tengo miedo a estar muerto. A lo que sí le tengo miedo es a morirme, pero no por razones existenciales sino por pánico al sufrimiento.
SEMANA: No tiene cara de estar sufriendo mucho.
L.C.: Es que yo veo mal y no puedo moverme, pero no me duele nada. Pero en el fondo eso es peor. Porque no hay nada más intolerable que sentirse bien y estar condenado a una silla de ruedas y una cama.
SEMANA: ¿Pero cómo se defiende solo?
L.C.: Requiero de atención permanente. No puedo hacer casi nada de lo que hacía por mis propios medios. No puedo usar las dos manos, no puedo cocinar...
SEMANA: ¿Entonces, quién lo cuida?
L.C.: Se han venido turnando, en turnos de tres meses, las personas cercanas a mí: mi ex esposa, mi hermana, un amigo... Pero con todos se acaba creando una relación semiconyugal y terminamos odiándonos.
SEMANA: ¿Entonces que va a hacer de ahora en adelante?
L.C.: No sé. Un día me puse a hacer la cuenta de cuántos amigos tengo dispuestos a hacer el turno de tres meses y lo único que me preocupa es que hacer cuando se acaben.
SEMANA: ¿Por qué no se va a vivir a Bogotá? Allá se puede tener una serie de comodidades que son imposibles acá, como servicio, enfermeras, etc.
L.C.: Puede que algun día me vaya para Bogotá pero es que aún no se sabe si lo que yo tengo es irreversible. Además, aquí la seguridad social me paga todo. Una pasada por un scanner en Bogotá me cuesta un millón de pesos. Aquí todas esas cosas son gratis, y a pesar de la decadencia del sistema de seguridad social, funciona.
SEMANA: Sí, pero el millón de pesos para un scanner no es problema para usted.
L.C.: No lo era cuando pintaba. Ahora soy un desempleado. Todo lo que me he ganado en la vida con mis cuadros lo he gastado. Lo único que me queda son 15 cuadros.
SEMANA:¿Y los está vendiendo?
L.C.: No hay quien los pueda pagar porque se han vuelto carísimos. Es que si no se arregla mi problema de vista, pueden ser los últimos.