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OFENSIVA TERRORISTA

Después de El Nogal las Farc intentan asesinar al Presidente. ¿Entramos en una nueva etapa de la guerra?

16 de febrero de 2003

La semana pasada la ilusion se esfumó. El año 2003 había arrancado con optimismo. Los colombianos sentían que, por fin, había alguien que tenía bien cogidas las riendas del país y que tenía planes concretos para arrinconar a la guerrilla. La gente transitó como nunca por las carreteras y el turismo en la temporada decembrina revivió después de varios años de crisis. La confianza comenzó a aflorar y muchos exiliados regresaron.

Sin embargo este entusiasmo incipiente quedó aplastado por el bombazo del 7 de febrero en el Club El Nogal que dejó 33 muertos, tres de ellos niños, y 168 heridos. La ciudadanía se sumió en una depresión colectiva, mezclada con rabia y estupor. Las noticias que siguieron no ayudaron: historias trágicas de gente honesta y trabajadora y de familias unidas que perdieron a uno o a varios de sus seres queridos. Además las autoridades confirmaron que los autores eran efectivamente las Farc -solas o en alianza con un grupo de narcotraficantes-.

El hecho de que sean las Farc cambia radicalmente el panorama de la guerra en Colombia. Al haber atentado en forma masiva contra civiles desarmados, las Farc entran definitivamente en otra etapa. Su metamorfosis de guerrilla sanguinaria a terroristas puros ya no era una especulación, sino un hecho sellado con sangre. La anunciada guerra urbana no eran unos petardos -o incluso misiles-contra los emblemas del poder: el Palacio de Nariño, las estaciones de Policía o las brigadas del Ejército, sino la arremetida contra la población civil. Ellos como blanco del odio; blancos fáciles e inermes para demostrar una fuerza de terror y esconder la debilidad militar.

No terminaron de recogerse los escombros de El Nogal, cuando el 14 de febrero, otra vez las Farc hicieron estallar una casa de un barrio popular de Neiva junto al aeropuerto. El saldo: 16 muertos, entre ellos cuatro niños, 30 heridos y 70 casas destruidas. El estallido se produjo cuando un grupo de policías y una fiscal ingresaban a la vivienda para allanarla. No sería un ataque diferente a los que a menudo realizan estos guerrilleros contra las autoridades, de no ser porque el sábado 15 el presidente Alvaro Uribe planeaba aterrizar en esa ciudad, con varios de sus ministros, para uno de sus consejos comunales de gobierno. Si las Farc hubieran detonado la carga dinamitera cuando el avión aterrizaba lo hubieran desestabilizado, causando posiblemente un accidente fatal.

Para cerrar la semana, guerrilleros de las Farc ejecutaron a un estadounidense y a un oficial colombiano y muy probablemente secuestraron a otros tres estadounidenses, todos en una misión oficial. Mientras se confirman los hechos, se espera cuál va a ser la reacción del Tío Sam. Desde los tiempos tenebrosos del narcoterrorismo los colombianos no vivían una semana tan desoladora.