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Las vidas paralelas de Francisco y Pedro Claver, el santo al que visitará en Cartagena

Son dos existencias consagradas a quienes más sufren. Claver fue el primer jesuita ordenado en la ciudad amurallada y se ganó el amor de sus habitantes, Francisco es el primer papa de esa compañía y no para de sumar afectos en todo el mundo.

8 de septiembre de 2017

En el convento de San Pedro Claver reposan los restos del misionero jesuita que dedicó su vida al cuidado de los esclavos. Allí, el próximo domingo 10 de septiembre al mediodía se verán cara a cara en el altar de la iglesia dos símbolos máximos de la comunidad jesuita. Uno que hizo tránsito a la santidad, Pedro Claver, y el otro que se convirtió en el primer papa de esa compañía. Uno que cumple 363 años de muerto y el otro que se presenta como una especie de renovador de las enseñanzas y la fe milenaria.

Será un diálogo en silencio y emotivo del papa con un santo que consagró 50 años de su vida pastoral no solo a la conversión de miles de esclavos al catolicismo sino a su defensa. Quien proclamó que los trataran como seres humanos, que los reconocieran como seres que sufrían y que pedían amor y compasión tras haber sido arrancados de sus raíces y trasladados a un mundo extraño.

El interlocutor del papa Francisco no necesita hablar. Su obra, cuatro siglos después, sigue conmoviendo y sorprendiendo. Claver, el esclavo de los esclavos, llegó a Cartagena proveniente de Verdú, Tarragona, cuando esta ciudad era una aldea de 400 casas habitadas por 3.000 almas, que apenas con 82 años de fundación ya era el principal puerto esclavista en América, junto con Veracruz (México) y La Habana (Cuba).

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Entonces, en 1615, no existía el cordón amurallado, los jesuitas llevaban poco tiempo en Cartagena. Cuando Pedro Claver llegó, encontró el comercio de esclavos en auge. El colegio de la compañía apenas estaba comenzando, la Inquisición pasaba por su momento de esplendor y hasta Claver fue visto como sospechoso por los guardianes del santo oficio.

El diálogo íntimo que tendrán Claver y Francisco seguramente versará sobre la esperanza. Pedro le dirá que no desfallezca en su desvelo por los débiles, como él lo hacía con aquellos esclavos que descendían encadenados de los galeones, exhaustos, enfermos, llagados, los que alcanzaban a sobrevivir de esos interminables viajes en donde apenas comían.

En una conferencia pronunciada hace pocos días, el historiador Alfonso Múnera hizo el paralelo de la vida del papa Francisco y Pedro Claver, como dos existencias inspiradoras y que proclaman la esperanza.

"Claver -dice Múnera- ya vimos cómo lo hacía en su tiempo, curando a los esclavos, los asistía desde que descendían de los barcos, los curaba, los sanaba, les daba de comer con sus propias manos, los abrazaba, les daba afecto, les daba esperanza. A los condenados los acompañaba hasta la horca".

El historiador explica que el papa Francisco hace el viaje inverso de Claver, va de América a Europa. "En una Europa donde renace el racismo y la xenofobia, el papa dice la verdad y manifiesta su solidaridad por los más débiles en medio del auge del capitalismo financiero. Francisco, al igual que Pedro Claver, se inclina por los débiles, toma partido por los pobres".

Tal vez en su encuentro, Franciso y Claver hablarán de lo poco que ha cambiado el mundo. El papa le contará a Pedro que al igual que ayer, los campesinos no tienen tierra y los trabajadores siguen luchando por salud y alimentación, que en muchos países son humillados, pero que al igual que lo hizo él ayer con los esclavos, también continuará con un mensaje que ilumine a los trabajadores, a los niños, a todos los hombres que quieran construir esperanza.

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Durante el recorrido que Francisco  hará por la casa donde vivió y murió Pedro Claver, confirmará la austeridad en la que vivió el misionero, el primer jesuita que se ordenó en Cartagena en el año 1616.

El director del archivo histórico de Cartagena, Moisés Álvarez, dice que una ciudad como Cartagena necesita inspirarse en ejemplos como Claver para recuperar su humanidad y los rasgos de su propia identidad. "Si bien él no buscaba la igualdad, los esclavos estaban dominados por una búsqueda incesante de la libertad. Si ese no fue el principal objetivo de Claver, sí contribuyó mucho a darles las luces suficientes. No podía plantear la libertad de los esclavos, pero sí ayudar a que tomaran conciencia".

Por estas mismas fechas, el 8 septiembre de 1654, murió Pedro Claver. Así cuenta el padre Tulio Aristizábal en su libro Claver y Cartagena los momentos posteriores a su fallecimiento:

"De todos los rincones salía gente a llorarlo, se metieron en la enfermería, subían y bajaban las escaleras del Colegio de la Compañía, algunos cortaron mechones de sus cabellos y se llevaron jirones de su vestido. Los superiores de la compañía estaban tan preocupados con la avalancha de gente queriendo tocar a Claver, que querían sepultarlo lo más rápido posible porque era incontenible la reacción de la multitud. Pero el gobernador pidió que se le hiciera un sepelio con honores y fue sepultado en la capilla del Cristo de la Expiración. La romería de los fieles invadía todos los días ese lugar que era un sitio de oración y recogimiento, lo que al padre provincial le pareció una imprudente devoción".

Dos años después, el cuerpo de Claver fue desenterrado para ser ubicado en un nicho en la pared, en la misma capilla. Entonces su fama de hacedor de milagros fue creciendo, se propagó por Europa y comenzaron a hablar de él como un santo, el mismo que hoy en su urna de cristal y bronce en el altar mayor espera la visita del primer papa de la Compañía de Jesús, para transmitirle el testimonio de su duro apostolado.