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Partidos políticos en peligro de extinción

Con la ley vigente y sin un gran salto en sus votaciones en 2014, Polo, Mira y verdes podrían desaparecer. ¿La Unidad Nacional les tirará un salvavidas?

19 de enero de 2013

La preocupación más grande de las minorías políticas en 2013 no es quiénes serán sus candidatos presidenciales para el año entrante sino si sobrevivirán la campaña. Aunque cuentan con congresistas y líderes con un trabajo reconocido por la opinión pública, partidos como el Polo, Verde y Mira están hoy en riesgo de extinción.


Detrás de esta situación están las leyes vigentes. En las próximas elecciones, en las que el país elegirá presidente y Congreso, comenzarán a regir nuevas reglas de juego que exigen más votos a las bancadas para ganar escaños. A partir de 2014, los partidos políticos o movimientos conservarán su personería jurídica solo si logran conseguir más del 3 por ciento de los sufragios válidos. Eso quiere decir que cada lista deberá conseguir mínimo entre 420.000 y 450.000 votos aproximadamente, pues el año entrante se calcula que la votación proyectada estará entre 13 y 15 millones. A pesar de la popularidad de algunas de las figuras polistas y de los verdes, este es un nivel de apoyo duro de obtener en las urnas.

Desde ya ese requisito, que en la jerga política se conoce con el nombre de “umbral”, promete una amplia discusión en el Congreso. A menos de que se cambien las reglas, después de marzo de 2014 el mapa político se reconfiguraría. No en vano el ministro del Interior Fernando Carrillo se anticipó a anunciar que el gobierno y las bancadas buscarían una fórmula para que los partidos puedan enfrentar los desafíos que les esperan. “El gobierno está abierto a la posibilidad de discutir la reforma al umbral, pero no se trata de cambiar un articulito, una reforma debe ser integral para garantizar la participación de las minorías”, dijo a SEMANA. De hecho, la Mesa de Unidad Nacional se reunirá en los próximos días para ver cuáles son las posibles soluciones. 

La tarea no es nada fácil. El umbral quedó fijado en la Constitución y solo una reforma de la Carta podría bajarlo. En el momento en que se concibió ese tope mínimo de electores (2009) la norma estaba orientada hacia el fortalecimiento de los partidos. No obstante, terminó convertida en una tenaza para las organizaciones pequeñas. El cálculo era que en cuatro años las minorías se podrían robustecer y aumentar su representación. Pero esto no ocurrió. 

En 2010 el Polo obtuvo un poco más de 820.000 votos en el Senado. No obstante, tres de sus ocho senadores (Luis Carlos Avellaneda, Camilo Romero y Jorge Guevara) se han declarado en abierta disidencia y esperan encontrar la manera de sumarse a otra fuerza política. A menos que hagan una alianza con otros movimientos, los demás miembros del único partido de izquierda en Colombia no tendrían cómo alcanzar el mínimo de votos. 

Algo parecido ocurre en el Partido Verde que en 2010 obtuvo 521.000 votos y cinco curules en el Senado. El entusiasmo que entonces generó la alianza de los exalcaldes Enrique Peñalosa, Luis Eduardo Garzón y Antanas Mockus se tradujo en esa votación en el Congreso. Pero, según los analistas, sin el empuje de estos líderes conocidos, difícilmente los verdes podrían repetir la hazaña. 

Otros partidos de la Unidad Nacional que están interesados en reformar el umbral son el PIN y Cambio Radical. Aunque están en menos riesgo, pues el primero obtuvo 892.700 votos y el segundo 861.800, están obligados a mantener su representación y, claro, se mantienen unidos. 

Dentro de las minorías, el Mira es un caso paradójico. Aunque sus electores son, tal vez, los más disciplinados, es el partido que más difícil la tiene ya que para alcanzar el umbral debe conquistar 100.000 nuevos votantes. A esta circunstancia se suma el hecho de que no estaría dispuesto a hacer alianzas con otras colectividades pues su electorado principalmente pertenece a una iglesia evangélica. “Ahora que pueden aparecer nuevas fuerzas políticas que se deriven de los diálogos de paz hay una oportunidad de bajar el umbral”, dijo el senador Carlos Alberto Baena, presidente del Mira. 

El senador se refería a un factor clave: los diálogos de paz en La Habana. En un escenario en el que las Farc y el gobierno discuten un posible acuerdo de paz, la participación política de las minorías cobra una especial relevancia. De hecho, este es uno de los puntos que se discutirán en la mesa, aunque todavía se desconozca el cuándo. En varios escenarios, los integrantes de la Marcha Patriótica han dicho que la puerta para convertirse en la plataforma política de las Farc no está cerrada. Y ante un eventual aterrizaje de ese movimiento en el escenario político es necesaria una reforma. Pero mientras no haya un acuerdo firmado, los posibles cambios para garantizar la apertura política no se pueden anticipar. 

Es decir, la sobrevivencia de los partidos pequeños está ligada a lo que pase en La Habana, pero mientras corra el tiempo se les acaba el oxígeno. Una reforma constitucional requiere de ocho debates, o sea casi dos semestres. Además, debería estar lista antes del 9 de noviembre de este año (fecha en la que arrancan las inscripciones de las candidaturas), lo que es casi imposible según el calendario y las experiencias anteriores de reforma política. 

Otra es la situación de los disidentes tanto los uribistas de La U como los progresistas del Polo. Estos congresistas, que en sus palabras se sienten aprisionados en sus colectividades, esperaban que el Congreso aprobara una reforma para que se pudieran pasar a otros partidos o formar nuevos movimientos. El propio presidente Juan Manuel Santos pidió cerrarle la puerta al transfugismo. La Cámara al final del año pasado sepultó un primer intento de reforma constitucional que buscaba permitir el cambio de camiseta. Y un proyecto de ley estatutaria que busca regular la “liquidación y escisión de partidos”, que no ha tenido su primer debate, está a punto de hundirse por vencimiento de términos. 

El suplicio de los partidos pequeños es una consecuencia no deseada de la reforma política. Sin embargo, eventuales cambios que se hagan no deberían limitarse a proteger a las minorías numéricamente, sino a mejorar sus estructuras políticas y a garantizar la calidad de sus programas. Falta ver si el Congreso, dominado por la Unidad Nacional, le tira un salvavidas.