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PAZ, O GUERRA, O LO CONTRARIO

En medio de los combates contra otros grupos guerrilleros, las FARC presentan una nueva propuesta sobre la tregua.

7 de octubre de 1985

Los traumatólogos explican que los boxeadores, a fuerza de sufrir golpes, carecen de capacidad de atención: sólo pueden concentrarse durante brevísimos períodos de tiempo. Otro tanto le pasa a los colombianos, si sus reacciones ante el proceso de paz pueden tomarse como síntoma. Políticos, dirigentes gremiales, comentaristas de prensa, generales en activo o en retiro, obispos, guerrilleros, parecen incapaces de concentrarse en el tema por más de una semana seguida. Lo viven día a dia, titular de prensa a titular de prensa. Muere Iván Marino Ospina, uno de los jefes del M-19, y exultan: ¡se acabó la guerra! Un grupo guerrillero rompe la tregua, y se indignan: ¡No mas proceso de paz! Y los toma por sorpresa que el proceso continúe. Los llena de desconcierto que el presidente Betancur siga hablando de diálogo: ¿cuál diálogo? Les asombra que las FARC propongan la prolongación de la tregua: ¿cual tregua? La etapa más reciente de este proceso espasmódico se inició a fines de agosto, con el operativo militar contra el M19 en que murió Iván Marino Ospina, y que fue acompañado de docenas de allanamientos y de numerosas detenciones (algunos dicen que varios centenares), tanto en Cali y en el resto del Valle como en Bogotá. Para los medios de comunicación fue, inevitablemente, una etapa dominada por los aspectos puramente militares del proceso. Continuaron los choques armados entre guerrillas y Ejército en el Valle, en el Cauca y en otros puntos del país, dejando un saldo considerable de muertos: sólo en el Valle, más de veinte guerrilleros y diez militares caídos. Al mismo tiempo, los enfrentamientos se internacionalizaron con el secuestro de un banquero ecuatoriano en Guayaquil por parte de un grupo mixto del M-19 colombiano y del movimiento ecuatoriano "Alfaro vive, carajo". Tras su sangriento final -murieron el secuestrado y varios de sus captores en un asalto supervisado por el propio presidente del Ecuador, León Febres Cordero- se recrudecieron las versiones sobre la "continentalización" del conflicto: según fuentes militares colombianas, el M19 adelanta la integración de un "ejército bolivariano" con "Alfaro vive...", "Bandera Roja" venezolana, "Sendero Luminoso" peruano, "Tupamaros" uruguayos y "Montoneros" argentinos.
Menos eco recibieron en cambio las denuncias hechas por diversas organizaciones guerrilleras en tregua sobre otros aspectos sangrientos de la semana: el ADO, por ejemplo, envió una carta al presidente Betancur denunciando que su representante político y miembro de la Coordinadora Nacional de la Unión Patriótica, Carlos Efrén Agudelo, había sufrido un atentado "de las balas del militarismo" la semana pasada, y recordando que "son cientos ya los miembros de las organizaciones alzadas en armas firmantes de los acuerdos que han caído asesinados o "desaparecidos" como producto de las violaciones de su orden de cese alfuego por parte de las Fuerzas Armadas". El ambiente es, pues, de guerra: para comprobarlo basta con echar una ojeada a los titulares de la prensa del Valle:"La ciudad bajo el terror", "El Ejército tiene control del Valle...".
En el aspecto político, sin embargo (que ocupa menos espacio en las primeras páginas de los periódicos), la situación es mucho más serena que lo que la histeria militar podría indicar. Ahí no se habla de paz -por la muerte de Ospina- ni de guerra -por la continuación de los combates-, sino que se hacen propuestas políticas. Aunque, la verdad sea dicha, parece haber dos campos cada día más claramente definidos.
De un lado están los pronunciamientos catastrofistas de los gremios económicos, resumidos en el mensaje de los vallecaucanos al presidente Betancur pidiendole endurecer la represión. A él se sumaron pocos días después, significativamente, los gremios del Atlántico, que es un departamento en el que el problema más acuciante no es el de la guerrilla, ni mucho menos: por el contrario, es asombroso que los demás problemas no se hayan traducido en guerrilla.
Pero el cambio de frente de los gremios en cuanto al tema de la paz es general, como puede leerse en la carta enviada al ministro de Defensa, Vega Uribe por el presidente de la Andi, Fabio Echeverri Correa, felicitándolo por haber "logrado conjurar la sedición y curar las heridas de Colombia" y por "haber tomado la determinación de crear la "Fuerza Elite Militar" de mil hombres" para combatir la subversión. La ANIF, por su parte, protesta contra "la institucionalización de la violencia", y Fenalco se pronuncia contra la continuación indefinida del diálogo con la guerrilla. Con los gremios se alínea un sector de la prensa, encabezado por El Tiempo y por Occidente, que publican casi a diario editoriales impetuosos sobre la gravísima situación de orden público. Y al coro se suma la voz del general (r) Landazábal Reyes, ex ministro de Defensa, que en entrevista a Caracol dio su receta: "Que el presidente Betancur diga: ¡pare, no más!".
Pero del lado de la moderación tampoco faltan voces. Incluyendo la de otro general en retiro, Alvaro Valencia Tovar, que le saca tiempo a su polémica con el ex gobernador Escallón Villa sobre quién saboteó las tentativas de paz en tiempos de López Michelsen, si los políticos o los militares, para dirigirse casi paternalmente al M-19 diciéndole que "aún puede hallar la mano tendida que no supo o no quiso estrechar". El Espectador contrasta con la histeria guerrerista de otros colegas advirtiendo que "la represión en sí no es aconsejable", y que no es posible esperar la paz mientras "sigan siendo postergadas las reformas" sobre las cuales, al principio, todo el mundo estuvo de acuerdo. En la propia Cámara, representantes del liberalismo oficialista y del galanismo moderaron el entusiasmo bélico de los conservadores que habían presentado una proposición de aplauso a las Fuerzas Armadas por las últimas actuaciones militares del Valle. Era una proposición -declaró el liberal Horacio Serpa Uribe- "dirigida a institucionalizar la represión". Los liberales del Congreso decidieron por otra parte iniciar un debate sobre la paz y el orden público el 18 de este mes, y citaron para ello al ministro de Gobierno Jaime Castro -aunque algunos opinaban que el más indicado para responder por esos temas es el de Defensa, general Vega Uribe, que es el que manda las tropas y recibe las cartas de felicitación. Y finalmente, el presidente Betancur intervino en persona, respondiendo enérgicamente a los gremios del Valle para decirles que no haría la política de represión a ultranza que algunos sectores exigen cada día menos desembozadamente. "No romperé los pactos de la reconciliación. No aplicaré la política de tierra arrasada. No renunciaré a la persuasión"- dijo enfáticamente el presidente.
En todo esto, el elemento más novedoso y potencialmente más interesante es la propuesta formal de las FARC de que se prolongue la tregua un año más, hasta el 20 de septiembre de 1986, que entregaron al presidente de la Comisión de Paz, John Agudelo Ríos, para que la hiciera llegar al Presidente. Para algunos la propuesta muestra nuevamente la seriedad de las FARC y de la UP. Para otros, en cambio, revela su cinismo. Señalan que, mientras hablan de tregua, en el Huila practican el proselitismo armado, como acaba de denunciarlo el obispo de Garzón Monseñor Ramón Mantilla Duarte. Aunque, curiosamente, son los mismos que denuncian al M-19 por haber roto la tregua los que critican a las FARC por querer prorrogarla.
La propuesta de las FARC encierra además otros elementos dirigidos a hacer más eficaz la marcha del proceso de paz. Que se simplifique el criticado problema de la "comisionitis" fundiendo en una sola las actuales Comisiones de Paz y de Verificación; que se integren a ella varios ministros, empezando por el de Defensa, para reforzar la participación directa del gobierno; y que tengan también presencia allí delegados de las fuerzas militares para que éstas no sigan siendo el "convidado de piedra" de la paz. En todo ello, la propuesta parece coincidir con sugerencias que han venido haciéndose en los últimos meses desde diversos sectores, (el escritor García Márquez, el ex ministro conservador Alvaro Leyva Durán) y en todo caso sirve para hacer más prácticos los procedimientos, criticados por muchos. Entre ellos por el candidato Luis Carlos Galán, que dice estar de acuerdo con "la política de paz", pero tener reservas en cuanto a la "estrategia" elegida, y los ex comisionados de Paz general (r) Ayerbe Chaux y ex canciller Vásquez Carrizosa, para quienes la comisión se había vuelto inoperante.
Entre tanto, y como para recordarle a la distraída opinión pública que la paz no es simplemente la tregua (cosa que tiende a olvidarse), se volvió a hablar de "las reformas". Lo hizo el editorial de El Espectador, ya citado. Lo hizo también, al lanzar su candidatura presidencial por la Unión Patriótica, el dirigente de las FARC Jacobo Arenas. Y hasta un representante de los gremios, el presidente de Fenalco, Juan Martín Caicedo Ferrer, señaló que "el manejo errático y las vueltas en "u" de la política económica y social han acentuado más" los desequilibrios sociales causantes de la violencia. El propio presidente Betancur, que a veces parece ser la primera víctima del síndrome de la corta atención que aqueja a los colombianos, se refirió a ese problema de fondo al recibir las conclusiones sobre el proceso de paz elaboradas por la Comisión de Diálogo. "Me entusiasma sobremanera que las conclusiones de la Comisión de Diálogo se conozcan ahora", aseguró Betancur, "porque son señal inequívoca de que el proceso de paz continúa su camino". El Presidente es, por naturaleza y por oficio, optimista. Pero no sobra que cuando sus compatriotas están tan distraídos con los tiros les recuerde que el diálogo (o al menos la Comisión) todavía existe.