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El gobierno colombiano denunciará a Cuba por proteger al ELN

POLÍTICA

¿Qué hay detrás de la advertencia del gobierno a Cuba?

Denunciar a Cuba por "albergar terroristas" puede ser una estrategia de doble filo. Si bien envía un mensaje de contundencia ante quienes quieran entrar en la guerra, entorpece la posibilidad de una eventual mediación diplomática que casi solo ese país podría liderar con Venezuela.

11 de septiembre de 2019

En las últimas horas la Cancillería de Colombia hizo pública una carta que le envió al gobierno cubano en la que le pide que entregue a los cabecillas del ELN que se encuentran alojados en ese país. Según lo expuesto en la comunicación oficial, Colombia anuncia que si los cubanos no cumplen con dicha solicitud, el gobierno nacional procederá a denunciarlos ante las más altas instancias internacionales por considerar que están resguardando y protegiendo terroristas. ¿Cómo terminó Cuba metida en semejante problema?

La situación que hoy enfrenta el gobierno de la isla en el marco internacional con los miembros del ELN obedece, paradójicamente, a haberse prestado como mediador y país garante de los procesos de paz en Colombia. En la fase exploratoria de los diálogos de paz entre la administración de Juan Manuel Santos y las Farc, la mediación de los gobiernos de Cuba y Venezuela fue determinante para lograr que los alzados en armas se sentaran a la mesa. En ese entonces, existía una natural desconfianza entre Santos y quienes comandaban la guerrilla pues este último los había combatido con contundencia en su paso por el Ministerio de Defensa.

Esa tensión hacía necesaria la presencia de gobiernos que fueran más cercanos ideológicamente a las tesis políticas de la guerrilla para dar un parte de tranquilidad a los dos equipos negociadores. Los gobiernos de Cuba y Venezuela, además de cumplir ese papel y servir de mediadores en los momentos de tensión, también ofrecieron sus territorios para albergar a las delegaciones de las dos partes. Santos había sido claro en afirmar que, luego del fracaso del Cagúan, el despeje de una parte del territorio colombiano para adelantar los diálogos no era una opción. Finalmente, las partes acordaron que Cuba fuera la sede del proceso de paz y la opinión pública fue informada de la existencia e instalación de la mesa de conversaciones.

Ya cuando el proceso con las Farc iba bastante avanzado, el gobierno de Colombia anunció que en paralelo con lo que estaba ocurriendo en La Habana, se daba inicio a una mesa de negociación con el ELN, para empezar a caminar hacia lo que el entonces presidente llamaba “la paz completa”. En medio de muchas dudas, reservas y escepticismo en distintos sectores de la opinión, el gobierno de Santos nombró un nuevo equipo negociador, e hizo las gestiones necesarias para que los diálogos con el ELN se desarrollaran en territorio ecuatoriano. Aún los más optimistas siempre tuvieron dudas frente a las posibilidades de llegar a buen término en la negociación con el ELN. Distinto a lo que estaba ocurriendo con las Farc, en donde se evidenciaba un desescalamiento gradual del conflicto, las cosas en la mesa de Quito no eran muy prometedoras.

El ELN seguía adelantando acciones criminales como si no estuviese en una etapa de diálogos y eso hacía muy difícil el avance y la confianza en el proceso. Como si la paz con esta guerrilla no tuviese suficientes complicaciones, a principios de 2018 el frente Óliver Sinisterra, comandado por alias Guacho, declarado disidente de las Farc, asesinó en la frontera a tres periodistas ecuatorianos. La situación colmó la paciencia de Lenín Moreno, presidente de Ecuador, quien anunció su retiro como país garante de las conversaciones con el ELN y ordenó que la mesa fuera reinstalada por fuera de su territorio. Esto puso al gobierno colombiano en una situación complicada pues tenía un proceso de paz enredado y sin muchas posibilidades de éxito y ya no había un país dispuesto a ser la sede de las negociaciones.

Fue entonces cuando los cubanos volvieron a entrar en el panorama. Como las negociaciones con las Farc, con las complicaciones conocidas, habían avanzado de manera satisfactoria en La Habana, Santos le pidió a Cuba que permitiera el traslado de la mesa con el ELN a su territorio. El gobierno de la isla accedió y así terminó Cuba siendo la sede oficial de los dos procesos de paz que entonces adelantaba Colombia.

Terminado el gobierno de Santos, los avances con el ELN eran muy modestos y no había mucho que mostrar pero los diálogos seguían vigentes. Al llegar al poder, Iván Duque, nuevo presidente de Colombia, anunció que no se pararía de la mesa de manera arbitraria y que se tomaría un tiempo para tomar una decisión definitiva y determinar si seguiría insistiendo en buscar la paz con esa guerrilla. Durante ese periodo de evaluación que fue decretado por el presidente Duque, el ELN decidió perpetrar un acto terrorista de los peores de la historia reciente. En un acto de barbarie, esa guerrilla detonó un carro bomba en la sede de la Escuela de Policía General Santander y acabó con la vida de 22 jóvenes que apenas iniciaban su carrera al servicio de la patria.

Al presidente no le quedaba otra opción que pararse de la mesa y el país entero lo rodeó al momento de tomar esa decisión. Era imposible seguir negociando con quienes acababan de volar una de las principales sedes de la policía. Lo que estaba claro es que voluntad de paz no había y eso el país lo entendió. El día de la bomba en la General Santander, los jefes guerrilleros que habían sido designados como negociadores del ELN se encontraban en Cuba. El gobierno colombiano reaccionó al acto terrorista pidiéndole a Cuba que entregara a la justicia a todos los líderes guerrilleros que estaban en su territorio. Ante esta petición, los cubanos recordaron que al momento de sentarse a negociar los países garantes y las delegaciones de las dos partes habían pactado unos protocolos de rompimiento que contemplaban este tipo de situaciones.

“Este no es momento de protocolos” dijo entonces el presidente Duque. Palabras más, palabras menos, lo que se planteaba en el documento de los protocolos era que en caso de rompimiento de la mesa el país garante (Cuba), pondría en marcha una serie de mecanismos para regresar a los negociadores a Colombia (no ante las autoridades sino en un punto previamente acordado). Esto se pactó en su momento como una especie de garantía para que quienes se sentaban a negociar tuvieran la certeza de que no iba a ser capturados si el proceso salía mal. Sin eso, no habría proceso.

Los cubanos se mantuvieron fieles al compromiso que habían firmado y por más presiones que llegaron de un lado y del otro no accedieron a incumplir los protocolos. Aunque la cosa fue el centro del debate nacional por un par de semanas, en los últimos meses ya nadie hablaba de los protocolos o se preguntaba por el paradero de los jefes del ELN que se habían quedado en Cuba. Todo esto cambió con el anuncio del rearme de Iván Márquez y su banda, en el que el líder de la nueva guerrilla afirma que hará alianzas con el ELN para adelantar acciones conjuntas contra el Estado colombiano.

La aparición de Márquez con un fusil al hombro revivió el debate y terminó en el anuncio del Ministerio de Relaciones Exteriores de presionar a Cuba para devolver a los líderes del ELN a Colombia. Es previsible que si los cubanos hasta ahora se han mantenido firmes en su intención de respetar los protocolos, no cambien de opinión de un día para otro. Lo más probable es que Colombia llegue a Consejo de Seguridad de la ONU con la denuncia contra los cubanos debajo del hombro. Se entiende que Colombia quiera llevar ante la justicia a los líderes de una organización criminal que está en guerra con el Estado. No obstante, no se puede olvidar que los está albergando en ese lugar por petición de otro gobierno, el de Juan Manuel Santos, pero del mismo Estado.

Durante la mayor parte del siglo XX, Cuba estuvo incluida en la lista de países que patrocinan el terrorismo. Los cubanos fueron retirados de esa lista negra durante la administración de Obama que empezó a tender puentes hacia la normalización de las relaciones. Sin embargo, Trump ha venido reversando los avances de la era Obama en esa materia y la relación Estados Unidos-Cuba es cada día más tensa.

El panorama para los cubanos no es nada fácil. Es bien sabido que el gobierno de Trump no está empeñado en mejorar las cosas con Cuba y la denuncia de Colombia podría, de una manera algo injusta, volverlos a meter en la lista negra de la que duraron 50 años tratando de salir.

Mientras tanto, y en términos de diplomacia, Colombia asume otro reto con la amenaza de denunciar a Cuba. Si bien, manda un mensaje a otros países para evitar que alberguen disidencias o actores armados que no estén comprometidos con el acuerdo de paz, también le da un portazo a la posibilidad de que Cuba sirva de mediador de un eventual diálogo con el país vecino, para resolver una de las situaciones diplomáticas más complejas de la historia reciente.