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¿QUE PASO EN LA POLICIA?

La purga en la cúpula de la institución dejó mal sabor. Los detalles desconocidos de la pelea.

10 de octubre de 1994

EL VIERNES 2 DE SEPTIEMBRE EL COMANdante de la Policía, general Octavio Vargas Silva, salió de su despacho para cumplir una cita a las 11:30 de la mañana con el ministro de la Defensa, Fernando Botero. Antes de hacerlo, empacó en su maletín ejecutivo un documento que venía preparando de tiempo atrás.

Se trataba de una propuesta sobre los cambios en la línea de mando de la Policía Nacional. Estos empezaban con el número dos de la institución e incluían cerca de un centenar de movimientos más. Terminaba así para Vargas una labor de cuatro semanas, iniciada el 12 de agosto, después de que el nuevo gobierno le brindara pleno respaldo y de que el Ministro de Defensa le solicitara estudiar una profunda reforma de la oficialidad destinada a controlar infiltraciones de las organizaciones criminales y a fortalecer el aparato de inteligencia.

El general Vargas Silva llevaba una propuesta concreta: su candidato para la subdirección del organismo armado era el brigadier general Rosso José Serrano. Para el cargo de director operativo, el general Luis Enrique Montenegro Rinco. Y para la Dijin el coronel Hugo Martínez Poveda. La propuesta de Vargas significaba un respeto total por la línea jerárquica de la Policía. Estos cambios implicaban el retiro automático de los generales Fabio Campos Silva, subdirector; Jairo Antonio Rodríguez, director de la Dijin, y Guillermo Diettes, agregado de Policía en la embajada de Colombia en Washington.

Con los nombres de Serrano, Montenegro y Martínez en su portafolio, el director de la Policía pensaba convencer a Botero y a la opinión de que estaba a punto de iniciarse una nueva etapa en la vida del organismo. Pero tanto él como el Ministro estaban corriendo contra el reloj. Para que las cosas salieran bien, una condición básica era que la información no se filtrara antes de tiempo. En realidad, el rumor de los cambios, en especial de la salida del subdirector, el general Campos, ya rondaba por los pasillos del edificio administrativo de la Policía en la avenida Eldorado y había llegado a oídos de algunos periodistas desde hacía varias horas. Unos pocos oficiales de alto rango conocían la propuesta que llevaba Vargas a la reunión con Botero. Otros -los afectados- eran presa de la incertidumbre, pues lo único que habían escuchado era rumores.

La reunión entre Vargas y Botero duró cerca de tres horas. A las dos y 30 de la tarde, el general regresó a su despacho. "No traía buena cara y tan pronto llegó se encerró en su oficina", contó a SEMANA un oficial cercano a la Dirección de la Policía. Cinco minutos después repicó el teléfono de la Subdirección General. El mensaje fue claro y corto: el general Vargas necesitaba con urgencia al general Campos Silva, quien era considerado su posible sucesor. Lo citó para las tres en punto de la tarde en su oficina.

Para Campos esta reunión iba a terminar con una larga agonía que se había iniciado el lunes 29 de agosto. Ese día dos jóvenes oficiales, uno vinculado a la Escuela de Cadetes y otro a la de Carabineros, habían llegado a su oficina para entregarle una información. Estos le contaron que corría el rumor de que iba a ser relevado de la Subdirección de la Policía, y de que también sería retirado el director de la Dijin. Una vez enterado, Campos se dirigió a la oficina de Vargas y le preguntó si era verdad la información que le habían suministrado. El comandante le respondió con un mensaje de tranquilidad: "No les haga caso a esos rumores", le dijo.

Pero el viernes, y después de una semana de guerra de nervios, pudo ver las cosas con más claridad. Hacia las 10 de la mañana, los reporteros de los diferentes medios que cubren la fuente policial, llegaron a su despacho, grabadora en mano, para que se pronunciara sobre su retiro. Hizo entonces un último intento por obtener de Vargas Silva una respuesta definitiva, pero el director de la Policía mantuvo su tono de los primeros días de la semana: "Fabio -le dijo- esto es una campaña contra la Policía. Debe ser que quieren que nos vayamos todos".

Por esa razón, cuando Campos llegó ese viernes a las tres de la tarde a la Dirección de la Policía tras el llamado urgente de Vargas, no estaba del todo preparado para recibir malas noticias. Pero al ver en la antesala del despacho de Vargas que también había sido citado el director de la Dijin, Campos entendió que los rumores eran verdad. El general Vargas Silva les comunicó fría pero cordialmente que el gobierno, por intermedio de su ministro de Defensa, había tomado la decisión de promover a nuevos oficiales en la línea de mando y de llamarlos a ellos a calificar servicios. Hubo silencio y pocas preguntas, como suele suceder, por respeto al superior, en estos casos. Pero antes de salir del despacho de la Dirección, Campos no aguantó y le dijo a Vargas Silva: "A mí me sacó el cartel de Cali". Vargas le respondió: "No lo tome así, eso no es cierto. Lleve el asunto con calma, termine bien su carrera, aproveche de ahora en adelante el tiempo con su familia y descanse. Eso sí -agregó el director- no descuide su seguridad".


LA CONFRONTACION

Para Vargas, la salida de Campos significaba quitarse un peso de encima. Desde el 17 de diciembre del año pasado, cuando llegaron al mismo tiempo a la Dirección y a la Subdirección de la Policía, se comenzó a rumorar que los dos oficiales mantenían serias discrepancias. "Campos es un hombre difícil de tratar, muy complicado, a quien nunca le ha gustado trabajar en equipo", aseguró a SEMANA un alto oficial de la Policía, que vivió de cerca la relación entre sus dos jefes.

Otras fuentes, cercanas al hoy ex subdirector, sostienen que lo que pasaba era que a Campos no le gustaban muchas de las cosas que estaban pasando en la Policía. "En el proceso de persecución a Pablo Escobar, fueron muchos los oficiales que se sintieron con licencia para aproximarse al cartel de Cali en principio como fuente de información, pero luego con una cercanía que terminó por enlodar a mucha gente", le explicó a SEMANA un oficial retirado. Pero ni Campos ni muchos otros oficiales hablaban de esto de frente, mucho menos a partir de la aparición de los narcocasetes, uno de los cuales dejaba entrever que los hermanos Rodríguez Orejuela habían enviado a través de Alberto Giraldo, un "paquete" a un acto oficial de la Policía apodado 'Benitín', a quienes muchos relacionaron con el general Vargas Silva. Este sobrevivió al escándalo, entre otras cosas por su condición de héroe en la guerra contra Escobar, por la indignación que reinaba en esos momentos contra los narcocasetes y por la ausencia de pruebas definitivas de que el "paquete" había llegado eefectivamente a sus manos. Aún así, tanto por dentro de la Policía como por fuera, un manto de duda quedó flotando.

Campos tenía dudas sobre Vargas y para nadie era un secreto que de manera recíproca Vargas había comenzado a desconfiar de él. A pesar de que habían sido compañeros de curso y además de ello son paisanos -Vargas es de Garzón y Campos de Pitalito, en el Huila-, la verdad es que entre los dos había cierta distancia, que se fue ahondando en las semanas previas a la salida del subdirector.

¿Por qué razón? como suele suceder en esta clase de historias, hay por lo menos dos versiones. Los amigos del general Vargas sostienen que Campos cometió un pecado mortal: se dedicó en los últimos meses a interceptar teléfonos e investigar propiedades del director de la Policía. Por su parte, los amigos de Campos y el propio ex subdirector, desmienten estos hechos y argumentan otras razones para el enfrentamiento.

Altos oficiales cercanos a Vargas Silva coinciden en señalar que el enfrentamiento se agudizó después del escándalo de los narcocasetes. "Muchos de sus amigos le dijimos a mi general Vargas que tanto Campos como Rodríguez parecían haber colaborado en la grabación de esas cintas -le reveló a SEMANA una de las fuentes.

Según esas mismas fuentes, Campos les habría dado la orden a varios oficiales de su entera confianza, de interceptar los teléfonos del despacho y la residencia del general Vargas Silva. Además, habría comisionado a otro grupo de oficiales para que se desplazara a Neiva con el fin de investigar supuestas propiedades de Vargas Silva en esa ciudad. Y para completar, habría designado a dos agentes secretos para que le siguieran los pasos a Juan Carlos, el hijo menor de Vargas Silva que moriría trágicamente semanas después.

"Más se demoró Campos en comenzar esta labor de inteligencia que mi general Vargas en enterarse, por boca de algunos de los comisionados por Campos para esas tareas", explicó un coronel.

La desconfianza parecía entonces ser mutua, en una situación destinada inevitablemente a estallar. "Había serios problemas de comunicación. Campos, quien coordinaba con el Ejército las labores del Bloque de Búsqueda contra el cartel de Cali habla dejado de informarle a su superior sobre esas operaciones", anotó el mismo oficial. Un alto funcionario del Ministerio de Defensa dijo además que "Campos daba contraórdenes que reversaban instrucciones del director y hasta del propio ministro Botero".

Campos desmiente categóricamente estas versiones. En una carta que dirigió a SEMANA el hoy ex subdirector de la Policía asegura que "la interceptación de teléfonos constituye un hecho que se opone definitivamente a la contextura ética de mi proceder, tanto en el campo personal como en el profesional".

Campos argumenta, entre otras cosas, que "las dos únicas dependencias del Comando manejadas directamente por la Dirección de la Policía, en las cuales el suscrito no tenía ninguna injerencia, ni ni podía emitir órdenes, de acuerdo con disposiciones claras y determinantes del Director General, eran la Dijin y la Dirección de Antinarcóticos". Y son esas dos dependencias las únicas que cuentan, en la Policía, con los equipos técnicos para interceptar teléfonos y grabar secretamente conversaciones.

Pero quizás el argumento que más defiende a Campos, es el que le expuso a SEMANA un oficial retirado cercano al subdirector y al parecer bastante enterado de los sucesos recientes: "El general Campos se había acostumbrado durante años a sobrevivir a crisis y purgas gracias a su bajo perfil y a no dar peleas internas. Por esa razón, quienes lo conocemos no lo vemos, ahora que estaba a punto de coronar su carrera, llegando a la Dirección General con solo esperar un año y medio, dedicado a interceptar teléfonos e investigar negocios de su superior, algo que sólo se le ocurriría a un loco".

Quienes insisten en que Campos sí estaba investigando a Vargas, tienen varias hipótesis para explicar dicha actitud. La principal de ellas es que con el escándalo de los narcocasetes, su segundo a bordo podía haber encontrado un camino para ascender. "Aparentemente él estaba esperando que el alto gobierno lo llamara para que le preguntaran qué pensaba del general Vargas. Y en lugar de hablar mal de él, lo que pretendía Campos era entregar unas supuestas pruebas, que unidas a las dudas creadas por las conversaciones entre Giraldo y los Rodríguez, terminarían por correrle la butaca", dijo a SEMANA uno de los oficiales amigos de Vargas.

Una segunda hipótesis sobre este enfrentamiento la dejó entrever el propio Campos en declaraciones a algunos periodistas. El general dijo de frente que tras los cambios en la Policía "se fueron los buenos y quedaron los malos". Una idea similar ha hecho carrera entre algunos observadores, y fue el tema de columnistas y analistas la semana pasada.

La verdad es que en los últimos meses, Campos había demostrado una eficiencia sin precedentes en las actividades de persecución y represión al cartel de Cali. En efecto, las estadísticas divulgadas por la misma Policía muestran que durante el primer semestre de este año -tiempo en el cual Campos compartió la dirección del Bloque de Búsqueda con el general del Ejército, Camilo Zúñiga- se realizaron allanamientos masivos contra las organizaciones del Valle, las cuales por primera vez sintieron que las autoridades les pisaban los talones.

Las mismas fuentes que han criticado a Campos, se refirieron a dos procesos de la Fiscalía en los que apareció involucrado. Uno basado en denuncias de un testigo sin rostro que lo habría acusado de devolver un cargamento de cocaína y liberar a su propietario, en hechos sucedidos en la Costa Atlántica hace algunos años. Un segundo proceso está relacionado con supuestos abusos cometidos por Campos como director de la Policía en Barranquilla, en el curso de las investigaciones por el asesinato de Rafael Orozco. En el primer caso, las acusaciones fueron desvirtuadas pues se comprobó que la cocaína incautada sí fue destruida según certificó la Fiscalía, y se verificó además que el detenido no fue liberado y sigue preso. En cuanto al segundo, aunque hay algunas acusaciones graves, es un asunto que poco o nada tiene que ver con las razones que llevaron a su retiro.


GOLPE A SERRANO
Para el general Vargas Silva el manejo de la salida del director de la Dijin fue menos traumático que el caso de Campos. A este veterano oficial le costó su carrera el virtual derrumbe de la Dijín como órgano investigador. "La Dijin pasó de ser el eje de las operaciones de inteligencia para darle paso a una entidad que no volvióa producir resultados", dijo a SEMANA una fuente del Ministerio de Defensa.

Se afirma que fue tal la falta de liderazgo de Rodríguez en la Dijin que cuando estalló el escándalo de los narcocasetes, se involucró a sus hombres como los directos responsables de las grabaciones y ediciones, y nunca el director logró aclarar en forma convincente lo que había pasado. La situación fue tan delicada que muchos creen hoy que detrás de esas grabaciones estaba el propio Rodríguez. Sin embargo, quienes lo conocen de muchos años atrás no dudan en afirmar que este general es un buen hombre, culto, a quien infortunadamente su temperamento pasivo poco le ayudaba para el cargo de director de la Dijin.

Por todo esto, la salida del general Rodríguez fue fácil más para Botero y Vargas, cuando se reunieron en la mañana del viernes 2 a decidir los cambios.

Mucho más difícil que ese caso, e incluso que el de Campos, le resultó a Vargas el manejo de la situación del general Rosso José Serrano, hasta ese día Subdirector operativo de la Policía. Serrano se había convertido de tiempo atrás en uno de sus hombres de mayor confianza y en uno de sus mejores amigos. Vargas encontró en este general el bastón de apoyo que necesitaba cuando explotó el tema de los narcocasetes y a Vargas le cerraron las puertas de la DEA en su visita a Estados Unidos. Fue Serrano quien se encargó de abrirlas de nuevo. En los últimos años ha sido el general que mayor confianza despierta en las autoridades estadounidense, y utilizó esa confianza para obtener gestos de desagravio de Estados Unidos hacia Vargas. El primero fue la visita del agente Toft, jefe de la DEA en Colombia, al director de la Policía, del cual surgió el rumor de que a Toft se le habían aguado los ojos de emoción al hablarle a Vargas sobre la injusticia que, según el agente extranjero, se cometía con él en el asunto de los narcocasetes. El segundo fue una carta y una llamada del propio director de la DEA, Thomas Constantine, a Vargas, para darle el pésame por la muerte de su hijo Juan Carlos hace tres semanas.

La verdad es que dados esos antecedentes, el general Vargas consideró apenas pertinente proponerle a Botero que Serrano fuera nombrado como nuevo subdirector. Al presentar su candidatura, Vargas abundó en detalles sobre el trabajo de Serrano como director de Antinarcóticos en la época más dura en la guerra contra el cartel de Medellín, y su desempeño en la comisión de reforma a la Policía, hechos que le valieron un enorme prestigio dentro y fuera de la institución.

Pero esa designación tenía un problema: respetar las jerarquías dentro de la Policía implicaba el paso a retiro del general Guillermo Diettes, quien se estaba desempeñando como agregado de Policía en Washington y era el segundo en la línea de antiguedad después de Vargas. Botero le preguntó a Vargas Silva qué razones se podían aducir para saltarse a Diettes y llamarlo a calificar servicios. La conclusión fue que no existía ningún argumento válido. Además, Diettes tiene una cercanía con el gobierno por ser compañero de estudios de Horacio Serpa y conocido del presidente Samper desde hace 10 años.

Por eso, cuando Serrano, el número 3 de la Policía, entró al despacho del director ese viernes en la tarde, las noticias no fueron buenas. El director de la Policía le dijo que por razones ajenas a su voluntad él no iba a ser el número 2 por ahora, que el gobierno había designado para ese cargo a Diettes. Vargas le pidió a Serrano que continuara en su actual cargo como subdirector operativo, mientras se presentaba otra oportunidad de cambios en el alto mando.

Los siguientes minutos fueron muy tensos. Serrano tomó la palabra y le dijo que si ello era así prefería la baja o que lo sacaran del país. Vargas hizo un par de llamadas al Ministerio de Defensa y pocos minutos después le respondió a Serrano que la decisión del gobierno era enviarle como agregado a la embajada en Washington.


MAL SABOR

Sea como sea, el traslado de Serrano terminó por enredar aún más la lectura de los cambios. La conclusión suspicaz fue que por un lado fue retirado un general -Fabio Campos-, después de haber participado en la coordinación con el Ejército de algunas de las operaciones que llevaron a importantes éxitos en la lucha contra el cartel de Cali, y ser acusado de dedicarse a investigar las conexiones y negocios de su superior, y por el otro fue sacado del frente de batalla y enviado a Washington el hombre de mayor confianza de Estados Unidos en la lucha antidrogas. Todo ello por razones de jerarquía y de respeto a la línea de mando. Como lo dijo la columnista María Jimena Duzán el martes en la página editorial de El Espectador en un artículo titulado "Cambiazo en la Policía", "de pronto por fortalecer las líneas de mando, nos quedamos con los que no eran, mientras que salieron los que estorbaban".

Esas no han sido las únicas interpretaciones. El jueves en Cartagena, en desarrollo de una reunión internacional antidrogas, el subsecretario de Estado norteamericano para narcóticos, Cresencio Arcos, endureció el tono de su gobierno frente a los anuncios de la administración del presidente Ernesto Samper, sobre la lucha contra los carteles. Arcos dijo que "más importante que las palabras y las declaraciones tienen que ser los hechos" para luego especificar que lo que Washington espera es que haya captura de narcos, severo juicio a los que están en prisión y leyes de confiscación de bienes. Muchos han visto en este endurecimiento del lenguaje de Estados Unidos una respuesta a la poca confianza que le produjo a Washington el cambio en la cúpula de la Policía.

Como si fuera poco, al final de la semana surgieron nuevos rumores sobre un posible proceso de negociación y entrega del cartel de Cali. El periodista estadounidense Tom Quinn relató que "gente cercana al narcotráfico del Valle" se comunicó con él para decirle que los hermanos Rodríguez Orejuela y otras personas vinculadas a ellos estaban dispuestos a reanudar negociaciones con la Fiscalía colombiana para un eventual proceso de entrega.

Es así que las cosas están llegando ya bastante lejos y la serie de especulaciones no parece terminar. Todo esto ha dejado un mal sabor. Al fantasma de los narcocasetes, que sigue rondando, se le suma ahora la impresión de que las cosas salieron mal en el cambio de la cúpula de la Policía. "Puede que sea injusto con un hombre que tanto le ha dado a Colombia -agrego en su columna María Jimena Duzán para referirse a Vargas- pero la verdad es que es más el daño que le están haciendo a la institución las dudas que se ciernen sobre el general que todo lo que puede estar haciendo para probar que lo que dicen los rasetes no es cierto".

El propio gobierno parece haber entendido que el último capítulo de los cambios en la Policía aún no se ha dado. Una alta fuente del Ministerio de Defensa le dijo el viernes en la mañana a SEMANA que "en estos momentos todos los generales, de Vargas Silva para abajo, están en período de prueba". La misma fuente aseguró que a pesar de las versiones en contrario "la intención que tenemos con el general Serrano, el oficial más prestigioso de la institución, no es retirarlo, sino protegerlo en Washington de lo que está sucediendo, y tenerlo como reserva para que asuma más adelante la dirección general". La pregunta es entonces: ¿cuánto tiempo falta para que se desaten los nuevos cambios?




QUE SE BUSCA CON EL REMEZON

LOS CAMBIOS EN LA LINEA DE mando en la Policía Nacional pretenden fortalecer tres áreas sobre las cuales el gobierno tenía serias dudas.

La primera es la operativa. Por eso designó en ese cargo al general Luis Enrique Montenegro Rinco, actual comandante de la Policía de Bogotá. A este oficial se le reconoce su decidida vocación para combatir la delincuencia. Es un tropero en toda la extensión de la palabra, dotado con una gran capacidad de trabajo. La segunda es la inteligencia. En este aspecto la responsabilidad recayó en el coronel Hugo Martínez Poveda, artífice de la operación que culminó con la muerte de Pablo Escobar. Este oficial, que en diciembre ascenderá a general, es el nuevo director de la Dijin, un cuerpo secreto que perdió su papel protagonico como organismo investigador.

Hasta diciembre pasado, la Dijin fue fundamental en el desmantelamiento del cartel de Medellín y desde su sede en el sur de Bogotá se convirtió en motor de las informaciones de inteligencia que nutrían las operaciones del Bloque de Búsqueda, comandado en la capital antioqueña por el coronel Martínez.

La tercera es la corrupción y la ineficiencia de la Policía de Cali. El gobierno pretende ponerle fin al dolor de cabeza en que se ha convertido la institución en esa zona del país.

En el comando de la Policía Metropolitana de Cali fue nombrado el brigadier general Luis Pineda Pérez, calificado dentro y fuera de la Policía como un hombre incorruptible, inteligente y capaz.

En fuentes de entero crédito, SEMANA estableció que antes de nombrar a Pineda como comandante en la capital vallecaucana, algunos funcionarios del gobierno colombiano entraron en contacto con autoridades antinarcóticos estadounidenses, a quienes les solicitaron información sobre su trayectoria internacional.

El nombre del oficial fue ampliamente acogido. Finalmente, está el nuevo subdirector general de la Policía, el brigadier general Guillermo Diettes Pérez, quien regresó este jueves de Washington donde se desempeñó como agregado de Policía en la Embajada de Colombia.

El regreso de Diettes está antecedido de una agria polémica por su supuesta ineficiencia en la persecución de los barones de la droga cuando se desempeñó como comandante de la Policía en Cali. Además, los medios de comunicación le han atribuido alguna responsabilidad en el episodio que en julio de 1993 culminó con la fuga del capitán (r) Jorge Eduardo Rojas Cruz, más conocido como 'Kó', presunto jefe del cartel de Cali. Cuando era trasladado de las dependencias de la Sijin a la Fiscalía Regional, Rojas desapareció y fue suplantado por Oscar Rentería Varela.

No obstante, cuando ocurrió el incidente, Diettes no estaba en la ciudad y su nombre ni siquiera fue vinculado a las investigaciones que adelantaron la Fiscalía, la Procuraduría y la Inspección General de la misma Policía.