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REJAS Y REGAÑOS

Después de su alusión a "periodistas anti-patrióticos", el Presidente y los medios se reúnen para limar asperezas.

11 de marzo de 1985

La prensa está mojando mucha prensa últimamente. Y no por narcisismo -aunque el de los periodistas sea uno de los gremios más vanidosos que existen-,sino por razones objetivas. Por el narcotráfico: tres periodistas de la Oficina de Prensa de la Casa de Nariño, incluyendo a Román Medina, jefe de prensa de la Presidencia, han sido involucrados por los jueces en el caso de la valija diplomática. Por los asesinatos: la Procuraduría General denunció, a fines de 1984, que de los dieciocho periodistas que han sido asesinados en el país en los últimos años, tres lo habían sido por orden de autoridades de Policía (los directores de El Caleño de Cali, La Batalla de Buenaventura y La Razón de Sevilla). Por el saqueo de las aduanas: Juan Guillermo Ríos, director del Noticiero de las 7, fue acusado de intento de soborno por un investigador de la Aduana Nacional. Por los impuestos: en torno al gravamen del 8% a las importaciones de papel periódico, los directorios políticos han sacado a relucir el tema de la libertad de prensa. Y finalmente, por la enigmática frase dicha por el Presidente Belisario Betancur a Fernando Londoño, presidente de Caracol, sobre la "falta de patriotismo" de algunos medios o personas de la prensa hablada y escrita.
La frase presidencial había despertado suspicacias, hasta el punto de que Londoño solicitó y obtuvo una audiencia con Betancur para el sábado 9 de febrero (que era, entre otras cosas, el Día del Periodista), en la cual el Presidente explicó a los directores de los medios lo que tenía en mente al pronunciarla. Porque, efectivamente, había sorpresa y desconcierto. ¿A que medios se refería el Presidente, y por qué motivos concretos? Y además ¿no había una contradicción, una ominosa marcha atrás, entre su frase de estos días y las que pronunció hace apenas cinco meses diciendo que prefería "una prensa desbordada a una prensa censurada"? Nadie entendía la súbita rabieta de Betancur, sobre todo viniendo de un Presidente que, más que cualquiera de sus predecesores, ha contado durante su mandato con la benevolencia casi unánime de la prensa nacional.
Hernando Santos, director de El Tiempo, explicaba su sorpresa a SEMANA: "Parece ser una epidemia que afecta tarde o temprano a todos los Presidentes: yo la llamo la rasquiña del último año y medio, que consiste en achacarle a la prensa los errores que puede haber cometido la administración. Pero si algún Presidente no se puede quejar de cómo lo ha tratado la prensa, ése es Betancur, que de todos los que yo recuerdo es el que ha sido más contemplado, mimado casi, por los periódicos. Me pregunto cómo estaría de bravo si le hubiera tocado sufrir ataques de verdad, como los que sufrieron Turbay o López Michelsen". Guillermo Cano, director de El Espectador, también estaba perplejo: "No entiendo qué fue lo que le pudo decir el Presidente Betancur a Fernando Londoño. En la reunión que tuvo con los directores los medios incluso repitió su frase de que prefería una prensa desenfrenada a una prensa amordazada. Se quejó un poco de la televisión y la radio, que daban una propaganda exagerada a las guerrillas y a los narcotraficantes. Pero dejó claro que se trataba de un problema de persuasión, no de censura".
El único que no se asombra de la irritación presidencial es el director de la revista Consigna, Carlos Lemos Simmonds. La toma con la serenidad benevolente que le da la experiencia de dirigir el único órgano periodístico que de verdad ha criticado a Betancur. "Es lógico que el Presidente se sienta ahora perseguido, después de haber sido la "niña bonita" de los periódicos", dijo Lemos a SEMANA. "Porque todo su gobierno lo ha hecho sobre la imagen, sobre la apariencia. Se acostumbró a que los medios de comunicación presentaran como genialidades, el hecho de que parara en un semáforo en rojo o se comiera un perro caliente en un estadio. Es natural que ahora no resista la crítica, que consiste solamente en que la prensa ha dejado de mimarlo para analizar con cierta objetividad lo que ha sido su obra administrativa: la catástrofe fiscal, este proceso de paz que sigue sin arrancar... Para Betancur, que lo que está es mal educado por la prensa, mal acostumbrado, esa pequeña objetividad es traición y acto antipatriótico".
No parece, la verdad, que la cosa sea para tanto. Algunos columnistas de la prensa escrita han sido severos con la política de paz o el manejo económico del presidente, pero se trata de críticas que buena parte del país comparte. Y, si se exceptúa a Consigna, y en los últimos meses tres o cuatro pinchazos editoriales sobre la exagerada propensión presidencial a citar letras de bambucos en sus charlas televisadas, es cierto que, como dicen Carlos Lemos y Hernando Santos, Betancur ha tenido con la prensa una "luna de miel" más larga e intensa que la de cualquiera de sus predecesores. Tan exagerada pareció su reacción, que salió a hacerle el quite Nohemí Sanín, su ministra de Comunicaciones: precisamente la misma que había sufrido el tirón de orejas (la frase sobre la "prensa desbordada" mejor que "censurada"),cuando criticó el excesivo despliegue publicitario dado por las cadenas de radio a las acciones guerrilleras de Yumbo, en agosto pasado.
La Ministra, hablando el 7 de febrero en "Foro sobre la realidad del periodismo en Colombia", aclaró en qué consistía la "falta de patriotismo", en "mitificar a personajes siniestros, como conocidos narcotraficantes y hombres alzados en armas". Se refería probablemente a la entrevista con el mafioso Carlos Lehder que transmitieron el Noticiero de las 7, 24 Horas y El Colombiano. Pero la queja del Presidente Betancur había sido anterior a ese episodio. Y de todas maneras incluso lo de Lehder, sobre lo cual ha habido un repudio casi unánime, puede llegar a tener una defensa desde el punto de vista periodístico. María Luisa Mejía, una de las reporteras que lo entrevistó, afirma al respecto: "Se trata de un personaje clave del narcotráfico que hace declaraciones sobre un controvertido tema, puesto de moda por el ex embajador Tambs y que sigue sin aclararse: el de la "narco-guerrilla", o posible alianza entre guerrilleros y narcotraficantes". Consultado sobre el mismo tema, el director de El Colombiano,. Juan Gómez Martínez: "Me arrepiento. Son de esas cosas que se le pasan a uno en el trajin diario de un periódico".
Nohemí Sanín, en su intervención en el Foro, amplió las explicaciones. La falta de patriotismo no está sólo en hablar de "personajes siniestros", sino en publicar titulares que distorsionen la noticia, en divulgar informaciones reservadas de sumarios judiciales, en lanzar "insidias" sobre cambios de jueces (en el caso de la investigación sobre el robo de la aduana de Medellín), en dar cabida a "nociones anti-científicas sobre yerbas y brujería", en publicar horóscopos astrológicos (porque, se extendió la Ministra, "la publicación de ciertos augurios como si fueran voces llegadas de los astros para adivinar el porvenir y dar normas de conducta, fomenta en la patria la retrógrada tendencia a la superstición, que es el primer obstáculo para el desarrollo"), y también, finalmente, en hacer campañas "televisivas, radiales y escritas" que, teniendo "la apariencia de orientación de la opinión pública", en realidad "constituyen auténticas presiones a los gobernantes para conseguir decisiones que favorecen a algunas respetables empresas".
Sigue pareciendo excesivo. ¿Es "antipatriótico" hablar de homeopatía o acupuntura? ¿Y de verdad los horóscopos fomentan en la patria tendencia retrógrada a la superstición? Es posible; pero es también, en el mejor de los casos, materia opinable. Y muy pocos estarían de acuerdo en que la función de la prensa consiste en juzgar qué es superstición y qué no lo es. A lo mejor los sermones del Papa sobre el diablo en el Ecuador constituyen un obstáculo para el desarrollo, pero no es seguro. Si el Presidente Betancur fue demasiado impreciso en su comentario inicial sobre la "falta de patriotismo", su Ministra fue en cambio demasiado amplia. Refiriéndose a esto en la reunión del sábado 9 en Palacio, ella justificó esta amplitud, aclarando que como no se trataba de un asunto penal sino de interpretación subjetiva, la precisión, por parte de un ministro de Comunicaciones, equivaldría a la censura, a la cual ella se oponía por principio.
De cualquier manera, esa imprecisión y esa amplitud son, en opinión de muchos, peligrosas. Para Juan Gossaín, director de noticias de RCN, "es en el término "antipatriótico" donde está el problema. Es peligrosísimo utilizar términos así, porque ahí cabe de todo. Se puede decir que es antipatriótico el espionaje la traición, entregar secretos al enemigo. Pero ése es un término demasiado solemne para una pendejada, como es la de criticar que se cambie el juez que investiga el robo en las aduanas. Ese es un problema de responsabilidad, no de patriotismo. Bajo el calificativo de "antipatriótico" cabe el reportaje de Lehder, pero también puede caber cualquier pataleta presidencial, porque se diga que no hay sal en Colombia. El peligro está en la extensión y en la manipulación de la palabra. Esto, a sabiendas de que el Presidente Betancur no es ningún Pinochet: pero no sabemos cuándo vamos a tener a un discípulo de Pinochet, que a toda oposición a su gobierno la llama antipatriotismo".
La ministra de Comunicaciones fue enfática al descartar tales peligros, en lo que a este gobierno se refiere: "El gobierno nacional no censurará -dijo- y por eso no puede controlar el desbordamiento" de la prensa. De una censura indirecta, sin embargo, ya se estaba hablando mucho por esos días con motivo del aumento de los impuestos al papel periódico. Toda la prensa había protestado, en nombre de la libertad de información. ¿Era ésa una de las "campañas de presión" que favorecen a las empresas bajo el disfraz de "orientar la opinión" a que se refirió Nohemí Sanín? Guillermo Cano, comentando la reunión que sobre ese tema tuvieron los directores de diarios con el Presidente Betancur, contaba que éste "defendió al Congreso por haber aprobado el impuesto, diciendo que no era contra la prensa sino contra "la gran prensa": no sé bien qué entiende el Presidente por "gran prensa".


En todo caso la campaña, fuera "de orientación" o "de presión", parecía estar teniendo el mayor de los éxitos, independientemente de que el impuesto estuviera dirigido o no contra la "gran prensa". A largo plazo parecía inclusive que le fuera favorable: el aumento de los costos, devastador para la "pequeña prensa", podía ser asimilado por la grande, que hubiera acabado heredando el espacio dejado vacío por las quiebras. Pero no será necesario esperar tanto, puesto que parece ya inevitable que el impuesto al papel periódico sea derogado en las sesiones extraordinarias del Congreso. Ya se opusieron a él públicamente, por sus "graves consecuencias" sobre la libertad de expresión, tanto el liberalismo oficialista como el nuevo liberalismo, con sendas declaraciones de la Dirección Nacional Liberal y de Luis Carlos Galán. Y aprovecharon de paso, por boca de Ernesto Samper, para acusar al partido conservador de ese "atentado contra la prensa libre".
Son gajes de la campaña electoral. Como el arrebato del Presidente sobre la prensa "sin patriotismo" es también rutinario: "rasquiña del último año".
De todas maneras, no hay mal que por bien no venga. Justificada o no la mini-pataleta del Presidente, el hecho es que en la reunión de Palacio el sábado 9, lo que se suponía iba a ser un duelo entre Betancur y los directores de medios, acabó siendo una reunión cordial constructiva. El Presidente, sacándole un poco el cuerpo al concepto de "antipatriotismo", enfiló sus baterías contra el síndrome de la chiva, responsabilizándolo de los trastornos que perjudican la objetividad de la información. En ese punto, le dio la vuelta a la cosa pasando a la importancia del papel que juegan los medios en la sociedad y a lo constructivo que éste puede resultar. Refiriéndose a campañas como la de vacunación y la de lucha contra el secuestro, y en medio de citas de Heráclito y Ortega y Gasset, sedujo a su auditorio, haciendo un llamado a la responsabilidad y la cordura y reiterando su posición en el sentido de que prefería los excesos a la cordura. Todo el mundo salió feliz y todo pasó sin que pasara nada.