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Reloj de arena

Aunque el tema toma fuerza, un acuerdo humanitario está más lejos de lo que parece.

16 de noviembre de 2002

En las ultimas semanas ciertos hechos y declaraciones de personalidades han hecho suponer a los colombianos que un acuerdo humanitario para liberar a los secuestrados es inminente. Sin embargo es posible que estén pensando más con el deseo que con la razón.

El presidente de la Cámara de Representantes, William Vélez, dijo el 6 de noviembre, tras el foro que realizaron los familiares de las personas en poder de las Farc, que "era cuestión de días".

La propuesta de Vélez es que por una sola vez la guerrilla libere a los 47 oficiales, a los 23 políticos y a todos los secuestrados que tienen en su poder a cambio de que el gobierno suelte a todos los guerrilleros, salvo a los condenados por crímenes de lesa humanidad. Estos guerrilleros, que no podrían volver a Colombia, serían liberados en otro país, donde se les facilitarían trabajo y seguridad social.

A esa misma reunión los guerrilleros presos de las Farc enviaron un comunicado en el que calificaron de "pertinente" la propuesta del congresista, aunque rechazaron cualquier intento de trasladar las negociaciones al exterior.

El presidente del Senado, Luis Alfredo Ramos, afirmó por su parte que el gobierno había dicho que para "un acuerdo humanitario no se haría la exigencia del cese de hostilidades", lo que podría indicar que un canje se haría independiente de que se iniciara un proceso de paz. Esto por lo que el presidente Alvaro Uribe dijo desde su campaña que sólo se sentaría a hablar con las Farc si la guerrilla pactaba un cese del fuego.

Dado que tanto Ramos como Vélez son cercanos a Uribe sus declaraciones avivaron la esperanza de los familiares de los secuestrados. El esposo de Ingrid Betancourt, Juan Carlos Lecompte, por ejemplo, aseguró hace dos semanas que, según los diálogos adelantados con Uribe, es probable que la ex candidata regrese para Navidad. "El Presidente no está cerrado a un intercambio humanitario porque éste podría ser el inicio de unas nuevas negociaciones de paz con las Farc", dijo a Caracol Televisión.

¿Cual es la situacion?

La posición oficial del gobierno de Uribe es que el tema del intercambio humanitario se manejará a través de los buenos oficios de Naciones Unidas y con la confidencialidad que se merece. Extraoficialmente, sin embargo, se ha conocido que la propuesta de Vélez de canjear a todos los secuestrados por unos 600 guerrilleros presos, que irían a vivir al exterior, está siendo considerada, lo que permitiría anticipar que el tema se está cocinando. Otra cosa muy diferente es que vaya a estar listo para Navidad, como esperan las víctimas de este crimen atroz. Altas fuentes oficiales dijeron a SEMANA que es muy improbable que se llegue a algún acuerdo este año.

El tema es mucho más difícil de lo que se desea debido a que las posiciones de las Farc y del gobierno están muy alejadas. El primero de septiembre el alto comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, aclaró en un comunicado que la ONU no se involucraría en la negociación de casos de secuestro -como parecía haberlo dado a entender el Presidente- sino en apoyar la búsqueda de acuerdos que permitan terminar con ese flagelo y otros, lo cual indica que el camino será aún más largo. Las Farc, en todo caso, descartaron la participación de este organismo multilateral. "Una vez que este gobierno canceló las conversaciones con las Farc-EP la comunidad internacional no mantuvo la neutralidad y se alineó a su favor, con lo que igualmente se autoexcluyó de contribuir con sus buenos oficios a favor del canje", dice el comunicado del grupo subversivo de octubre 21 sobre el tema. Es decir, que si el camino es la ONU se está lejos de llegar a un acuerdo.

También están distantes las partes respecto a qué secuestrados se liberaría. Todos los funcionarios del gobierno han coincidido en que no harán diferencia entre los plagiados por razones políticas y los secuestrados por motivos económicos. "No habrá secuestrados de primera y secuestrados de segunda", ha reiterado el vicepresidente, Francisco Santos. Las Farc, en cambio, sólo parecen dispuestas a hablar del intercambio de presos por los militares y policías en su poder, los 12 diputados del Valle del Cauca, los dos ex ministros de Estado, el gobernador de Antioquia, el ex gobernador del Meta y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt.

Y, por último, también hay discrepancias fuertes sobre dónde se dejarían en libertad los guerrilleros presos. El gobierno, según la propuesta del representante Vélez, los entregaría en otro país. Estos combatientes no podrían reintegrarse a las filas guerrilleras. Las Farc, obviamente, piensan muy diferente. En su comunicado del 4 de noviembre dicen que recibirán a los prisioneros en Colombia.

Estas diferencias son todas superables pero su negociación exige tiempo, máxime cuando el contacto entre el gobierno y las Farc está roto y la guerrilla demostró en el pasado que si algo le sobra es tiempo. Además consideraciones más macro poco favorecen el acuerdo. Es probable que el perfil de autoridad de Uribe, sobre el cual ha construido todo su capital político, se desinfle si efectúa un intercambio que no incluya a todos los secuestrados y que se convierta a la postre en un relevo de secuestrados viejos por nuevos. Después del escándalo por la salida de Gilberto Rodríguez Orejuela de la cárcel, sacar a cientos de guerrilleros es aún más difícil de sostener nacional e internacionalmente.

Esto sin contar el impacto que pueda tener que las Farc fortalezcan sus cuadros. Esto afectaría la moral de las tropas y acabaría el endeble pero creciente optimismo de la gente de que el balance bélico finalmente favorece al gobierno.

Aunque la presión de los familiares, de las ONG y de personalidades políticas para que este canje se lleve a cabo es cada día mayor, la ilusión de tener a todos los secuestrados -o al menos a algunos- de vuelta a casa para recibir el nuevo año parece sólo eso. Una ilusión. Ojalá ocurra todo lo contrario.