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RESUCITO LA PALOMA

El diálogo nacional empieza a renacer de sus cenizas

25 de febrero de 1985

Ya parecía que el Diálogo Nacional, tras meses de arrastrarse y naufragar en el pantano burocrático de la "comisionitis", fuera a recibir un entierro de tercera. Y de pronto, ante la sorpresa general, la reunión de instalación de sus comisiones de trabajo resultó un éxito.
Hubo quórum, y más que quórum.
Cuatrocientas personas, entre participantes y periodistas, se apiñaban el 23 de enero en la sala del Centro de Comercio Internacional, y se empujaban y se empinaban por escuchar a los oradores, como en los buenos tiempos del entusiasmo por las primeras comisiones de paz. Y es que efectivamente se trataba de una vuelta atrás, a los tiempos anteriores a los enfrentamientos de Corinto, que a fines del año hicieron creer a muchos que la tregua no podía hacerse de otra manera que a tiros.
Germán Bula Hoyos, el coordinador general de la comisión de diálogo, puso en guardia en su discurso contra el exceso de optimismo: "no hay que hacerse la ilusión--dijo--de que por el diálogo vaya a llegarse a una "sociedad socialista". Pero él mismo reconoció que hay que salir del estancamiento producido por las décadas de "participación equitativa" del Frente Nacional, regidas por el artículo 120 de la Constitución, que explica la aparición de la guerrilla a falta de otras vías de expresión política. Y el liberal oficialista Horacio Serpa, que cerró la tanda de discursos, había recuperado ya todo el entusiasmo inicial cuando clamó que su partido iba a participar resueltamente "en todo esfuerzo que tienda a una patria libre, en paz, y, asómbrense todos, una patria en marcha al socialismo".
Se asombraron todos. Pero no de la visión de Serpa, nueva resurrección del cadáver del general Uribe Uribe, asesinado hace más de setenta años; sino de la resurrección del Diálogo Nacional y, sobre todo, de su repenti na seriedad. Pues entre Bula y Serpa, y antes de que el ministro de Gobierno Jaime Castro clausurara la sesión con un mensaje del Presidente Betancur recordando todo lo que ha hecho su gobierno en el camino de la paz, hubo una decena de intervenciones serias. Hasta tal punto que los parlamentarios asistentes, que en las sesiones del Congreso suelen quedarse dormidos, en la reunión del Diálogo mantenían los ojos muy abiertos. No tanto por los discursos, en cierto modo previsibles, de los representante de los grupos de izquierda y la centrales obreras, como por las de lo oradores de los partidos tradicionales. Emilio Urrea, por el Nuevo Liberalismo, diciendo que el diálogo debe servir para institucionalizar los cambios que se han producido en el país en los últimos treinta años. Roberto Gerlein, por el Partido Conservador dando la garantía explícita de que su partido apoya el diálogo y "entiendo que la decisión de Belisario Betancur no es una decisión individual del Presidente". Y Horacio Serpa afirmando en nombre del oficialismo liberal que "si en este momento no se producen las grandes reformas, nos va a aplastar el sistema".
En el entusiasmo general se difuminó lo que parecía que iba a ser el choque formal, largamente anunciado, entre el M-19 y el ministro Jaime Castro, que aparece para algunos como el hombre venido a desmontar la paz y para otros como el recuperador de la constitucionalidad vulnerada por los pactos de tregua. Navarro Wolf, en efecto, dedicó una parte de su discurso a refutar las interpretaciones que Castro ha dado a la tregua: no es, como ha dicho el Ministro, "para que las guerrillas se extingan", sino para impulsar el diálogo y llevar a cabo "transformaciones que permitan paz con justicia social ".
Y tras sacar al tapete--en un tono que algunos parlamentarios presentes consideraron casi "amenazante"- los enfrentamientos de Corinto ("una victoria de la paz") Navarro afirmó que "aunque parezca paradójico, en el último mes y medio tuvimos que defender con las armas los pactos firmados hace cinco meses".
Pero también Navarro quitó dureza a sus palabras con un anuncio final: la invitación "a todos los presentes" para que asistieran al "congreso de cara al pafs" que celebrará el M-19 en su nuevo campamento de Los Robles en la segunda semana de febrero.
Una conferencia guerrillera con observadores de todos los partidos: se vivía nuevamente el ambiente de exaltación macondiana que recibió hace cinco meses los pactos de tregua, con sus brindis con champaña entre oligarcas de sport y guerrilleras armadas. Y otro anuncio, todavía más llamativo, vendría más tarde: el que hizo Horacio Serpa de que el liberalismo propondrá una reforma constitucional mediante el procedimiento de convocar una Asamblea Constituyente. Pero posiblemente lo más importante del encuentro no fueron las grandes frases, sino algo más modesto, pero mucho más concreto: el ajuste práctico de las comisiones y subcomisiones, que ya tienen incluso decididos los sitios de reunión en donde esta misma semana empezarán a trabajar sobre los temas que han de darle sustancia al diálogo, sabor al sancocho: reforma agraria, reforma constitucional, etc.
La conclusión de algunos de los asistentes consultados por SEMANA era optimista: dicen, un reconocimiento general de que si no es a través del diálogo, y si el diálogo no se ocupa de las transformaciones concretas que requiere el país, la paz estallará de nuevo. Y por eso esta vez el diálogo nacional va en serio. -