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RUEDAN CABEZAS

Un auto de detención y un pliego de cargos en la continuación del caso de la valija diplomática con cocaína.

11 de marzo de 1985

Y comenzaron a rodar cabezas. Después de mes y medio de investigaciones administrativas y penales, los coletazos del escándalo de la valija diplomática utilizada para enviar cocaína a España, sacudieron a altos funcionarios del Palacio de Nariño y de la Cancillería. Las primeras páginas de los periódicos, que se habían ido despreocupando del caso, tuvieron que volver sobre él, para anunciar un auto de detención y un pliego de cargos. El primero en contra del Secretario de Prensa de la Presidencia, Román Medina Bedoya, y el segundo contra la viceministra de Relaciones Exteriores, Laura Ochoa de Ardila.
Pese a la espectacularidad de la noticia, lo cierto es que el público volvió a quedarse sin saber qué implicaciones tenían esas dos medidas y hasta dónde llegaba la participación de los dos funcionarios en el caso. Los lectores, que siete semanas atrás habían visto cómo el segundo secretario de la embajada en Madrid, Gustavo Jácome, era tratado primero como "narcodiplomático" y luego como "funcionario intachable" y "chivo expiatorio", no supieron esta vez qué pensar.
Descuido, negligencia, falta por omisión, fueron algunas de las expresiones utilizadas para calificar las actuaciones de Medina Bedoya y de Laura Ochoa. Pero, ¿cuál fue exactamente la intervención de cada uno de ellos en el envío de la valija a Madrid?
SEMANA indagó en fuentes de las dos investigaciones y obtuvo algunos datos que permiten establecerla.

LAS CAJAS SELLADAS
Como se sabe, las latas llegaron a Palacio durante la primera semana de diciembre, llevadas por el falso periodista español José Javier Gómez Ballesteros, quien portaba como tarjeta de presentación una carta de recomendación del ex embajador en España, Jota Emilio Valderrama. Dos periodistas de Palacio, Juan Castillo y Carlos Osorio, hoy detenidos, recibieron el cargamento y aceptaron diligenciar su envío por medio de la valija diplomática.
Fue Román Medina el encargado de enviar una nota de solicitud para ese envío a la viceministra Laura Ochoa, quien al parecer puso la cuestión en manos de su asistente y encargada del manejo de la valija, Alicia Lozano. Esta funcionaria redactó entonces una autorización para que la carga fuera enviada y la autorización fue firmada por la viceministra.
Gracias a esa autorización, la número VM-01360, pudo realizarse el envío de las cajas selladas a España. En todo el proceso, ninguno de los funcionarios de Palacio ni de la Cancillería que intervinieron en el trámite tuvieron la precaución de revisar el contenido de las cajas y todo indica que omitieron este paso debido a que el falso periodista español les advirtió que si las cajas se abrían, las películas podrían velarse.

LAS IRREGULARIDADES
En términos legales, las irregularidades cometidas por los funcionarios comienzan desde el momento en que Ballesteros ingresa al Palacio de Nariño sin que su carga sea revisada por el Servicio de Seguridad de la sede del gobierno. En efecto, los investigadores han manifestado su sorpresa ante este hecho, ya que en vez de cocaína, las cajas hubieran podido contener algún explosivo capaz de hacer volar una buena parte del Palacio.
Sobre este punto, se sabe que la investigación penal adelanta algunas pesquisas, tratando de establecer la responsabilidad que pueda caberle a los miembros del Servicio de Seguridad, encargados de la revisión de las personas que ingresan al Palacio y de lo que llevan en sus manos.
Pero en cuanto a Medina, los investigadores piensan que su problema no consiste tanto en no haber revisado las famosas cajas, sino enhaberse dirigido directamente a la viceministra, solicitándole la utilización de la valija. Al parecer, las normas al respecto establecen que quien debe hacer esta solicitud en caso de que Palacio desee hacer un envío por valija diplomática es el Secretario General de la Presidencia, Alfonso Ospina.
Esta misma norma debió haber sido respetada por la viceministra, quien tenía que haber devuelto a Medina la carta en la cual éste hacía la solicitud, negándose a aceptarla y pidiéndole que consultara el caso con Ospina para ver si éste consideraba pertinente el uso de la valija en este caso.
La misma viceministra ha debido saber que ese uso no se le podía dar a la valija, según lo establecido en la Ley 6a de 1972, que aprobó la Convención de Ginebra en lo referente a las relaciones diplomáticas. Esa ley, en su artículo 27 (según lo explica el pliego de cargos contra Laura Ochoa), específica qué tipo de cargamento puede ser enviado en la valija. Sin embargo, todo este legalismo con el cual se juzgan ahora los hechos, está saliendo a flote debido a las proporciones del escándalo. En la práctica, de mucho tiempo atrás se habían relajado los controles en el manejo de la valija y mal que bien, el envío de un "material periodístico" sonaba coherente.
De nuevo, como en el caso de los dos periodistas de Palacio detenidos inicialmente, parece que lo que les sucedió a Medina y a la viceministra fue que "les metieron un gol". Si de algo pueden ser culpables, es de negligencia. Pero en estos días de hipersensibilidad, la negligencia está siendo cobrada muy caro a todos los niveles.