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SALIO DEL AIRE

Enfrentamiento de criterios entre el ministro de Comunicaciones y el director de Inravisión condujeron a la renuncia irrevocable de este último.

25 de abril de 1983

La noticia fue totalmente sorpresiva. 24 horas antes de que tuviera lugar la reunión en la cual se iba a informar oficialmente sobre el sistema de calificación de proponentes para la próxima licitación, se anunció la renuncia del director de Inravisión, Gustavo Castro Caycedo. Trascendió rápidamente que el florero de Llorente que lo llevó a la determinación de abandonar el Instituto había sido un enfrentamiento de criterios alrededor del sistema de calificación. Este iba a ser el mecanismo que el gobierno emplearía para seleccionar cuáles eran las programadoras que se consideraban aptas para participar en la próxima licitación.
Inmediatamente se empezaron a conocer algunas reacciones. A favor y en contra. Hubo quienes consideraron que no podía esperarse algo distinto, pues se habían filtrado versiones según las cuales había un serio enfrentamiento entre el ministro de Comunicaciones, Bernardo Ramírez y su viceministra, María Teresa Garcés, con el director de Inravisión. Pequeños programadores juzgaron conveniente su retiro pues opinaban que el sistema de calificación propuesto por Inravisión lesionaba gravemente sus intereses y con la renuncia se abría la posibilidad de hacer más flexibles los criterios. Otros programadores calificaron como delicada la situación y ACOTEVE, el sindicato del instituto, llegó a considerar la posibilidad de una huelga como medida de apoyo a la gestión de Castro Caycedo.
Dados los inmensos intereses que se mueven en el mundo de la televisión, una decisión de esta naturaleza no podía estar ajena a polémicas y controversias. La ausencia de normas claras y de filtros para una calificación de licitantes había llevado gradualmente a cierta arbitrariedad en la aplicación de los mecanismos de adjudicación y había desembocado en la controvertida licitación del computador del entonces director de Inravisión, Alejandro Montejo. Como consecuencia de esto se vivió la peor crisis de la televisión en sus 28 años de existencia que llevó a la quiebra o agonía financiera a una buena parte de las programadoras.
El gobierno actual había adquirido el compromiso con la opinión pública de estructurar un nuevo sistema que se ajustara a las exigencias de una televisión profesional, en un intento de contrarrestar la preponderancia que había adquirido recientemente el factor político.
El hombre escogido para llevar a cabo esta importante reforma había sido Gustavo Castro. Administrador de empresas y periodista, 38 años, era considerado como un conocedor del medio y, desde su columna en El Tiempo, se había convertido en uno de los más acerbos críticos de la gestión de la administración Turbay en la televisión. Esto, sumado a su filiación liberal belisarista, lo hacía un candidato óptimo.
Con gran entusiasmo y dedicación, Castro se entregó a su nueva misión y de conformidad con el ministro de Comunicaciones, Bernardo Ramírez, comenzó a elaborar un anteproyecto con los lineamientos para poder hacer efectiva la reforma que se proponía el gobierno. El anteproyecto que presentó al ministerio estaba orientado, al parecer,al fomento de grandes programadoras con sólida capacidad económica, lo que automáticamente sacaba del juego a la mayoría de las empresas existentes.
Las exigencias eran tan altas y los criterios de aplicación tan rígidos que en el ministerio se consideró necesario introducir sustanciales modificaciones. Y ahí empezó el problema. Por un lado, se dice que algunas de las programadoras que corrían el riesgo de quedar por fuera, empezaron a ejercer presiones, alegando que se trataba de una fórmula antidemocrática que favorecía a los poderosos. El propio ministro sostenía este punto de vista y así se lo hizo saber a Castro, manifestándole que era necesario hacer una consulta más amplia para elaborar una versión definitiva del proyecto. Según fuentes del ministerio, Castro se negó a esta solicitud, alegando que se trataba de un acuerdo al que se había llegado con un grupo de programadoras con las que él había venido trabajando. Esto motivó su renuncia.
La versión de Castro, era que no se había logrado discutir el anteproyecto en forma conjunta con funcionarios del ministerio y de Inravisión y que la viceministra había bloqueado cualquier posibilidad de diálogo.
Afirma que lo que lo llevó a renunciar fue que le presentaron como un fait accompli un proyecto elaborado independientemente por el ministerio.
Aun cuando señaló que el ministro Ramirez no lo había atendido personalmente en dos meses, manifestó que lo consideraba "un tipo estupendo".
Públicamente, la viceministra afirmó que lo que decía Castro era falso,y trascendió que el ministro la defendía y que asumía la responsabilidad de todo el asunto. De tiempo atrás existían desacuerdos entre Castro y el ministro quien desautorizó al director de Inravisión y le ordenó suspender la caducidad administrativa que se había decretado a Noticolor.
El gobierno considera la crisis una crisis relámpago, a tal punto que cuando Castro hizo conocer su renuncia, le fue aceptada de inmediato y le fue comunicado que su sucesor sería Fernando Calero, un joven ejecutivo experto en administración de empresas y planificación de TV, que estaba al frente de la gerencia de Audiovisuales y de quien se rumoró inicialmente que era pariente de la viceministra, lo cual resultó ser falso.
En realidad, detrás de estas dos versiones lo que había era un caso típico de quijotismo de un funcionario público. Castro presentó en forma intransigente unos criterios que prácticamente dejaban sin margen de discrecionalidad no sólo al ministro y a la viceministra, sino también al mismo Presidente de la República. Pretender que esto fuera posible siendo un subalterno jerárquico era una utopía.
El problema de la televisión es de tal magnitud que no es posible que se pueda solucionar de un tajo y una relativa mejora que represente un punto de equilibrio de los diferentes intereses ya sería de por sí un gran avance.
En todo caso, lo que es seguro es que el gobierno, como consecuencia de este episodio, no se expondrá a los cargos de que se está regresando al sistema antiguo y, por el contrario, se mantendrá firme en el cumplimiento de sus promesas. -