Home

Nación

Artículo

SI NO ES BARCO, ¿QUIEN?

EL EXPRESIDENTE LOPEZ MICHELSEN ROMPE SU SILENCIO PARA SEMANA

16 de abril de 1984

El ex presidente López Michelsen rompe su silencio para SEMANA Con motivo de su carta al presidente de la Comisión Política Central, Bernardo Guerra Serna, nuestra subdirectora María Elvira Samper, nuestra editora Laura Restrepo y el periodista Mauricio Vargas, se reunieron con el ex presidente Alfonso López Michelsen. Estos son los apartes más importantes de este diálogo:
SEMANA: Algunas personas esperaban de parte de los expresidentes una actitud conciliatoria después de las elecciones de mitaca y ha sorprendido el tono beligerante de su carta a Bernardo Guerra Serna. ¿No era más lógico en estas circunstancias una actitud de mano tendida?
LOPEZ MICHELSEN: En lo de la mano tendida hay una doble moral.
Por un lado, al oficialismo se le pueden hacer toda clase de agravios personales, sin plantearle fórmulas de solución a la división y se supone que con ello no se perjudican las posibilidades de reconciliación. Pero si la otra parte formula una propuesta de unificación haciendo algunas observaciones objetivas sobre la campaña y analiza los resultados de las elecciones, entonces se considera que se ha disparado un torpedo divisionista. Decir que el hijo del Dr. Turbay está metido en el robo de los 13.5 millones de dólares y anunciar que bajo ninguna circunstancia se capitulará frente a una mayoría es una propuesta generosísima. En cambio invitar a todos los grupos a una convención sujeta a las reglas de la contraparte y con jueces escogidos de común acuerdo se vuelve una declaración de guerra, solamente porque se agrega la verdad irrefutable de que el grupo minoritario del partido, que sigue siendo minoritario, estaba respaldado por los dos ex presidentes lleras.

S.: ¿Pero qué puede haber de positivo en una actitud de esta naturaleza?
A.L.M.: Ustedes cometen el mismo error que la mayoría de los medios de comunicación escritos: se entusiasman más con lo anecdótico que con lo sustancial, porque lo anecdótico produce mejores titulares. No es difícil admitir que lo más importante de mi carta es la propuesta sobre una convención que se caracterizaría por tres condiciones a las cuales nadie se puede negar honestamente. Primera, que sea hecha con las reglas del juego formuladas por Carlos Lleras, cuando el partido tuvo una dirección tripartita en 1982. Segunda, que cuente con un tribunal de garantías con representantes de la, hasta hoy, minoría disidente. Y, además, si eso los tranquiliza porque me creen muy maquiavélico, sin mi asistencia.
S.: Sin embargo, todo indica que Galán no va a aceptar esa propuesta.
A.L.M.: Entonces, ¿qué propuesta acepta?
S.: La de la consulta popular, según ha dicho.
A.L.M.: Y, ¿quién ha dicho que el objeto de esa Convención es elegir un candidato a la presidencia de la República? Se trata de buscar la unificación del partido. Si lo que la consigue es la consulta popular y se ponen de acuerdo, no es sino que la adopten en la Convención.
S.: Pero, ¿acaso usted no se oponía a la consulta popular? A.L.M.: Yo le tengo grandes reservas porque no quedaría suficiente tiempo entre las parlamentarias y las presidenciales para cicatrizar las heridas que la división hasta ese momento dejaría. Pero yo no soy el jefe del partido. No soy más que una opinión dentro de una colectividad.
S.: Nada de esto garantiza que Galán asista.
A.L.M.: Eso ya es problema de él. Qué más puede esperar de una fuerza que ha demostrado que, incluso sin su presencia, es superior al conservatismo, y que lo invita con todas las garantías, con unas reglas de juego amplias y se muestre dispuesta a escucharlo con respeto. Le corresponde a él de finir si le interesa seguir con su capacidad de esquirolaje o si está decidido a colaborar en la unión del partido.
S.: ¿Podría tener lugar entonces esta Convención sin la presencia de Galán?
A.L.M.: Yo personalmente creo que el partido liberal sin Galán puede ganarle las elecciones presidenciales al partido conservador, cuando no hay de por medio un candidato con más votos que su partido, como fue el caso de Belisario.
S.: Pero, de todos modos, ¿no cree usted que el Nuevo Liberalismo es un fenómeno nuevo con mayor importancia política que la que usted le reconoce?
A.L.M.: Es que mientras no cambiemos de sistema, la única forma de medir la importancia política en Colombia es el número de votos. En esto no puede haber interpretaciones subjetivas .
S.: ¿ Y el número de votos del Nuevo Liberalismo no significa nada para usted?
A.L.M.: Hay algo que no ha dejado de asombrarme en la vida. Cada vez que hay una elección, se le fija una cifra totalmente arbitraria a la misma disidencia de siempre, proclamando con bombo y platillos que si llega a una cifra mágica, automáticamente se le deben reconocer jefaturas o candidaturas a quien la alcance. La cifra puede ser 700 mil, 800 mil o un millón de votos, pero, en ningún caso, como ocurre en todas las democracias la mitad más uno del total de la votación liberal, ¿Quién le ha dado la atribución de fijar esa cifra a la prensa? Cuando resulta que no se llega a la cifra mágica y lo que sucede es que el oficialismo no gana simplemente por una estrecha mayoría, sino que barre por más de un millón de votos, los resultados se convierten en objeto de litigio. En Colombia no hay dentro del liberalismo, una cifra, por baja que ella sea, que signifique la derrota de la disidencia, ni una, por alta que sea, que signifique la victoria del oficialismo. El Dr. Turbay evocaba el caso de Gaitán. El ganó las elecciones después de la derrota de 1946, por un pequeñísimo margen Y esa misma noche el doctor Santos, entoces jefe del partido, mandó un mensaje al ganador diciéndole que ahí estaban "las llaves del partido y de los escritorios" y que de ese momento en adelante la colectividad se regiría por el principio de las mayorías. Es fantástico que este criterio sólo lo aplican los herederos del doctor Santos, cuando gana el que les gusta a ellos. Basta que gane el que no les gusta y desaparece el cuento de las llaves.
S.: Pero cuando el doctor Santos se enfrentó al doctor Gaitán, había dos jefes equiparables. En cambio ahora, según Galán por lo menos, el oficialismo es una colcha de retazos, que sólo está unida por su antigalanismo.
A.L.M.: Y ¿en qué cabeza cabe que si lo único que une a unas mayorías es el rechazo a Galán, la consecuencia sea la de imponerles a Galán como jefe?.
S.: ¿ Usted cree que en el futuro hay espacio político para los movimientos nacionales en el país?
A.L.M.: Sinceramente me parece que los movimientos nacionales son una farsa. Consisten en utilizar un lenguaje atrayente para la gente que no cree en el bipartidismo, con el fin de meterlos en la camisa de fuerza del 120, donde por disposición constitucional sólo hay espacio para el partido ganador y el que le sigue en votos, que inevitablemente acaban siendo el liberal y el conservador, los dos en contra de los cuales votan los sin partido. El país se ha obsesionado con evitar la oposición como si esto fuera la última etapa del desarrollo político. Yo creo que hay tres niveles del pensamiento humano: el primero consiste en matar a la oposición; el segundo, en el cual se estancó Colombia, se traduce en que no hay que tener contrarios sino entregársele ellos, promediando y compartiendo todo; y el tercero, que en mi opinión es al cual es necesario llegar, es el de convivir civilizadamente con la oposición, conservando las diferencias, pero ventilándolos no a tiros sino con votos. Esto último no es una costumbre británica que yo esté pretendiendo implantar en Colombia, como sostiene Joaquín Vallejo, sino conceptos universales bajo los cuales se ha regido la humanidad civilizada en la última etapa de su desarrollo político.
S.: Pero aún asumiendo que no se trata más que de un recurso electoral, el hecho es que la fórmula del movimiento nacional le permitió a Belisario Betancur ganar las elecciones y que el partido conservador, después de ese triunfo, probablemente piensa repetir el experimento. ¿No cree que podría volver a ganar?
A.L.M.: Yo en eso me atengo a la frase de Abraham Lincoln: uno puede engañar a todo el mundo una vez; uno puede engañar a una persona todas las veces, pero lo que no se puede es engañar a todo el mundo todas las veces.
S.: Otro de los aspectos que sorprendió de su carta a Guerra es su crítica a los foros ideológicos, sobre todo teniendo en cuenta que Ernesto Samper,a quien asocian con usted, participó activamente en la organización de algunos de ellos.
A.L.M.: No es cuestión de personas. Esos foros acaban siendo como el Grupo de Contadora. Mientras en El Salvador se define a bala quién se va a quedar con el poder, los representantes de Contadora discuten cuál es la carretera que debe construirse para asegurar el desarrollo de Centro américa. Hay situaciones que dan para simposios de desarrollo y otras que no, como me lo dijo uno de los representantes de la guerrilla salvadoreña que viene aquí periódicamente.

S.: ¿Podría hacernos algún comentario sobre la posición de su carta contra el gobierno?
A.L.M.: La situación no está bien manejada. Estamos sentados sobre un polvorín. Por eso insisto en que no estamos para debates académicos, si no para dejar claro que el partido va a tener que hacerse cargo de una situación muy grave. Basta con ver lo que sucedió esta mañana en el Caquetá. Lo grave no es sólo la subversión guerrillera, sino también la subversión civil. Por ejemplo, hay una noticia: los del acueducto piensan hacer lo mismo que sus colegas de los teléfonos en Bogotá. Van a presionar un arreglo laboral, cortando el agua. Esta modalidad de lucha de clases es nueva y muy seria.

S.: ¿Usted considera que los diálogos de paz han sido un fracaso hasta el momento ? ¿ Cree usted que hay que continuarlos?
A.L.M.: Todo ha sido un fracaso. Yo no quiero poner demasiado énfasis sobre este punto, pero la constante en este gobierno es la de que los hechos contradicen los propósitos. Anuncian que vamos a hacer los escrutinios más rápidos de la historia y que a las 9 de la noche vamos a conocer todos los resultados, y es la hora en que siguen contando, a mano, voto por voto. Vamos a hacer la paz para ponerle fin al conflicto armado contra las instituciones y el balance es que se ha duplicado el número de guerrilleros y de frentes de combate. Que vamos a ponerle coto al déficit fiscal, y van camino a tener un déficit fiscal mayor que el que dejó Turbay. Que vamos a jugar un papel clave para la paz en Centroamérica y reaparecen los reclamos tradicionales de Honduras y Nicaragua, que vienen desde los días de la Independencia. La constante es ésa. Se proponen algo, anuncian que lo van a hacer, y nada. . .
S.: Y sobre la aplicación que ha hecho el gobierno del artículo 120, ¿Qué piensa usted?
A.L.M.: A mí me parece que no se puede hablar de correcta aplicación del 120 si, mientras ese artículo habla de darle una representación adecuada y equitativa al partido que siga en votos al del Presidente, lo que hace el gobierno es llenar la cuota de ese segundo partido con figuras que, aunque liberales, antes de la elección de 1982 se declararon belisaristas y nada tuvieron que ver con la campaña del partido que siguió en votos al del Presidente.
S.: ¿Entonces usted no se opone a que el galanismo tenga representación bajo el 120?
A.L.M.: A lo que me opongo categóricamente es a que tenga representación el belisarismo liberal. Ese grupo puede estar en el gobierno, pero no como cuota de los vencidos, sino de los vencedores.
S.: Pero hablemos un poco de personalidades. Usted ha hablado mucho del galanismo como movimiento polftico, pero que tal si hablamos sobre Galán como persona.
A.L.M.: Yo le reconozco a él una gran constancia y una permanente línea de conducta. Su movimiento político se encuentra afectado por un problema de ambivalencia. De un lado, unos políticos que utilizan como puente su ingreso al Nuevo Liberalismo para recuperar posiciones en el oficialismo y, de otro, unos testigos del Ultimo Día que se proponen reformar a fondo este país en sus costumbres y en sus instituciones. Cuando se plantee el problema de apoyar al candidato liberal, Galán tendrá que decidir si respalda al candidato como un barón electoral igual a los que ha combatido y está dispuesto a poner su fuerza al lado de los que hasta ayer calificaba como clientelistas o si sigue en su santa cruzada hasta purificar el partido. Es algo semejante a lo que ocurre en un movimiento guerrillero cuando se pacta la paz: unos de sus miembros apoyan la idea y otros se oponen, con la consecuencia que estamos contemplando, como aparecen las excomuniones y las expulsiones que no se conocían en el período anterior.
S.: Y ahora hablemos de candidaturas. Son muchos los que están pensando en Virgilio Barco como candidato., Usted qué piensa?
A.L.M.: Yo, como observador, veo que Barco puede ser el candidato y pienso que va a serlo por falta de otro. La pregunta entonces es si su candidatura va a ser aceptada por la disidencia y si los galanistas le van a hacer el aporte de sus votos de Bogotá o si no lo van a hacer.
S.: Pero independientemente de Galán, ¿usted si cree que es posible una candidatura de Barco?
A.L.M.: Mi pregunta es otra. Si no es Barco, ¿quién entonces?.