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Carolina Durán, directora ejecutiva de la Corporación Ventures, convenció a don Wilson de darle un giro radical a su negocio de botas militares inteligentes. | Foto: Foto: corporación ventures

INNOVACIÓN

Del monte a la selva urbana

El próximo 16 de agosto se lanza en Time Square, Nueva York, The Colombian Secret Weapon, una línea de botas que habían sido creadas para uso militar, pero que ahora podrán ser usadas por cualquier persona de a pie. Tras este emprendimiento se encuentra una historia de guerra y paz.

7 de julio de 2019

Aunas cuantas cuadras de la Escuela de Cadetes de Policía General Santander se encuentran las instalaciones de Industrias Wilches, que desde hace más de 15 años le provee calzado y otras prendas al Ejército Nacional. Esta empresa familiar, fundada por Wilson Wilches, a diferencia de otras del sector, salió de su zona de confort y se arriesgó a invertir en ciencia, tecnología e innovación para desarrollar una indumentaria que les diera mayor protección a los soldados. Más que una opción de negocio, la seguridad y la comodidad de los militares que día tras día arriesgan la vida en las selvas colombianas, es un compromiso ético para don Wilson, quien, pese a no ser militar (aunque en su porte y formar de ser y de dirigir su negocio lo parezca), admira profundamente la institución castrense.

De ese salto al vacío surgió su producto estrella: una bota militar inteligente patentada antibacteriana, termorreguladora, hidrorrepelente y que absorbe el impacto al caminar. “Nuestros soldados merecen lo mejor, por eso acudimos a la ciencia y la tecnología para tratar de solucionar los principales problemas que ellos tienen cuando están en campaña. La humedad, las largas caminatas, el frío en las noches son unos de los tantos retos que afrontan nuestros soldados. Por eso desarrollamos esta bota inteligente”, dice don Wilson. 

La historia de la aventura científica de este empresario de 56 años, oriundo de Vélez, Santander, y que durante más de 40 años se ha dedicado al negocio del cuero, comenzó hace más o menos 10 años, cuando escuchó una conferencia del investigador y doctor Jorge Reynolds Pombo, director en ese entonces del programa Soldado del Futuro Colombiano del Ejército Nacional, en la que invitaba a diversos actores de la industria militar a sumarse al proyecto. Don Wilson no dudó en hacerlo; sabía que su aporte podría estar en el ámbito del calzado militar. Durante más de siete años, él y el Ejército Nacional, apoyados por instituciones como Colciencias, invirtieron alrededor de 3.400 millones de pesos para elaborar la bota inteligente.

Las botas creadas por don Wilson y el Ejército absorben el impacto al caminar y son hidrorrepelentes y antibacterianas.

El éxito fue total. Desde hace tres años este calzado hace parte de la indumentaria de los soldados colombianos. En actualidad, se lleva a cabo una segunda etapa para acondicionarle a la suela un sistema que genere energía, con el fin de cargar distintos equipos electrónicos. Sin embargo, don Wilson, como buen emprendedor, quería expandir su mercado y consideró la opción de exportar este calzado y venderlo a otros ejércitos del mundo. A ese deseo se sumó la coyuntura de la firma del acuerdo de paz con las Farc, que redujo sus ventas. Para crear un modelo de negocio, participó en 2017 en una convocatoria del programa Aldea, de

iNNpulsa Colombia. Allí conoció al equipo de la Corporación Ventures, encabezado por su directora ejecutiva, Carolina Durán, que se convirtió en el aliado escogido por don Wilson para armar el plan de expansión internacional.

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Aunque el objetivo de Aldea era estructurar únicamente el modelo empresarial, al ver el potencial que tenía la bota de don Wilson en el mercado internacional, Carolina le propuso que continuaran trabajando juntos, pero le sugirió cambiar de manera radical la estrategia de comercialización. “Por qué en lugar de venderles las botas a otros ejércitos, las trasladamos al mercado de la moda para que las usen las personas del común”, le dijo ella a don Wilson. Él al principio dudó de la idea. Cambiar de mercado era un salto aún más incierto que el que hizo cuando decidió fabricar indumentaria a partir de ciencia y tecnología. Pero al final aceptó, en el momento que Carolina le puso el ejemplo del éxito comercial de la clásica navaja del ejército suizo, y otros más.

Ahora el balón del futuro de don Wilson estaba en manos de Carolina. En diciembre de 2017, ella viajó a Nueva York para reunirse con los accionistas de Moret Group, una firma inversora propietaria de importantes empresas de moda como Jockey, Nautica, Danskin, entre otras. Ella solo tenía 15 minutos para convencerlos. “Antes de iniciar mi presentación, puse dos pares de botas en la mesa y los socios empezaron a mirarlas, a tocarlas y a detallarlas. No tuve que hacer nada más; ellos quedaron encantados con el producto”, dijo Carolina.

Otra cuestión que convenció a los inversionistas de Moret fue la historia que había detrás de las botas. Carolina les contó que habían sido creadas en medio del conflicto armado colombiano y que el propósito de Industrias Wilches y Corporación Ventures era darles uso en épocas y contextos de paz. En esa misma reunión, comenzó el proceso creativo de cómo transformar estéticamente las botas sin cambiar su esencia tecnológica.

La persona escogida para ese desafío fue David Ben David, un joven artista que, al poco tiempo de graduarse de la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, creó la empresa Sprayground, con la que revolucionó el mercado de las maletas y se posicionó como uno de los diseñadores de moda disruptiva más importantes en este sector. Su llegada al proyecto de don Wilson se dio a inicios de 2018, cuando se reunió en Nueva York con su amigo Federico Lara, director de tecnología de FedEx Cross Border, con quien había trabajado en una campaña para esta empresa de mensajería y paquetería. Él le dijo a David: “Le tengo una loca idea que de pronto no acepte”. “A mí me encantan las ideas locas, me parecen ‘cool’”, le respondió David. Federico le contó la historia de don Wilson y sus botas, usadas por los soldados colombianos para combatir con la guerrilla y con otros grupos ilegales.

Al diseñador neoyorquino de maletas David Ben David le interesó la historia que había tras las botas que utilizaba el ejército colombiano, por eso aceptó intervenirlas artísticamente y ser parte del proyecto. Foto: Archivo Semana. 

En marzo de 2018, David y otros miembros de Moret llegaron a Colombia para visitar la fábrica de don Wilson. Según Carolina, fue en ese momento que los inversionistas terminaron de enamorarse de la iniciativa: “La limpieza, el orden de las instalaciones de don Wilson y su carisma terminaron de encantar a los de Moret”. David, que es un aficionado a la estética bélica, se inspiró en los tiburones de los B-52 para intervenir las botas. Comenzó así la producción de los prototipos que iban y venían de Bogotá a Nueva York para la aprobación final de los socios. Entre tanto, se puso en marcha el montaje de la campaña publicitaria.

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Con la aprobación de los prototipos finales comenzó la fabricación de las botas, bautizadas The Colombian Secret Weapon. En la actualidad, se han producido 600 botas de dos referencias (en total 1.200) y 100 más que en este momento están siendo intervenidas por igual número de músicos y artísticas, y que serán subastadas el día del lanzamiento (16 de agosto) en el Time Square, Nueva York. Esta semana David y el joven rapero Dave East, imagen de la campaña publicitaria, regresaron a Colombia para grabar el video con Smart Films, otro emprendimiento colombiano apalancado por Ventures que hace producción audiovisual con smartphones.

Al preguntarle a David las razones para intervenir unas botas, cuando su especialidad son las maletas, él respondió: “Me encanta el significado de las botas. Saber que este artículo ha sido usado en una de las etapas de un conflicto armado de más de 50 años, el más largo del hemisferio, y que ahora puedan hacer parte de la vestimenta de jóvenes civiles en la selva de concreto me parece súper ‘cool’. Mi labor aquí es también servir como puente para que este tipo de emprendimientos puedan tener nuevos aires en el mundo”. Entre tantas moralejas y aprendizajes, quizás el mensaje más importante que deja esta historia es cómo un artículo diseñado para la guerra puede terminar siendo parte de la vida cotidiana de hombres y mujeres de a pie.