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TIROFIJO: NUEVO INTERLOCUTOR

Diálogo entre delegados del gobierno y las FARC revive esperanzas de paz en momentos de escepticismo.

14 de marzo de 1983

El contacto se habría hecho por obra del azar. Dos meses atrás, Otto Morales Benítez, presidente de la Comisión de Paz y hombre en cuyas manos esta la negociación con los grupos guerrilleros, salía a la carrera séptima de Bogotá a tomar un taxi que lo llevara a su casa, como suele hacer todos los días después del trabajo. Se subió al primero que pasó. En un trancón del tráfico, un amigo suyo lo saludó al pasar al lado de la ventana del automóvil llamándolo por su nombre. Unas cuadras más adelante, el chofer, hasta ese momento silencioso, le dijo "¿Así que usted es el doctor Morales Benítez? Yo soy uno de los hombres de las FARC que hemos venido a Bogotá para tratar de establecer contacto con usted. Acabo de llegar de la montaña, donde discutimos la urgencia de dialogar con el gobierno". Otto Morales, sin salir de su asombro, aceptó charlar con el hombre. Lo hicieron durante 45 minutos, mientras daban vueltas por la ciudad. El pretendido chofer le preguntó sobre las condiciones y garantías para un encuentro formal entre el Estado Mayor de las FARC y la Comisión de Paz. Finalmente lo dejó en la puerta de su casa, con la promesa de aparecer por su oficina con una razón definitiva. Veinte días más tarde, el hombre aparecería allí, llevando una carta escrita a mano por Manuel Marulanda Vélez -Tirofiio- Comandante General de las las FARC, dirigida a Otto Morales y solicitando oficialmente la entrevista. La firma de Marulanda iba acompañada por las de Jaime Guaraca y Jacobo Arenas, los otros máximos dirigentes de ese movimiento.
Esos habrían sido, según relato del propio Otto Morales, los prolegómenos de la reunión de cuatro representantes de la Comisión de Paz -el propio Morales, Rafael Rivas Posada, Alberto Rojas Puyo y John Agudelo Ríos- con el Estado Mayor de las FARC, la semana pasada, en algún punto del municipio de Colombia en el departamento del Huila. En la entrevista, se habría firmado un acta que, en la coyuntura actual, vino a convertirse para el gobierno en una pieza clave.
En ella, las FARC -una de las dos fuerzas guerrilleras más imporantes del país-, reconocían el ánimo positivo del presidente Betancur para consolidar la paz, se mostraban abiertas al dialogo sobre las medidas complementarias a la ley de amnistía y llamaban a establecer "el marco de la nueva convivencia y de la paz política nacionales".
Aparte de estos tres planteamientos el pronunciamiento de las FARC, corto y escueto, añadía algunas generalidades y dejaba abierta la invitación al gobierno de continuar con nuevos diálogos. En realidad, salvo el hecho de tener menos "peros" y menos condicionantes, su contenido no distaba mucho de las lineas generales planteadas por el movimiento en diciembre del año pasado, en una entrevista concedida a Caracol por Manuel Marulanda, (ver recuadro) y en otra firmada por Jacobo Arenas, publicada en SEMANA(N°. 32, Dic.82)
Independientemente del sentido aún no claramente definido del comunicado, el hecho mismo de que las FARC hubieran propiciado el diálogo con representantes del gobierno, era suficientemente diciente. Tanto, que el presidente Betancur aprovechó la ocasión para hablar de "sereno optimismo" en relación con una amnistía cuyos resultados venían siendo cuestionados por la opinión pública.
...Y CON EL MAZO DANDO
Para muchos colombianos, sin embargo, el sentimiento que parecía primar era el de perplejidad ante el hecho de que nuevo interlocutor del gobierno, el que ante la Comisión de Paz hablara de convivencia pacifica, fuera el mismo que había arreciado notoriamente sus acciones ofensivas en las últimas semanas, con un alto saldo de muertos entre soldados y campesinos, según informaba casi diariamente la prensa. Dos asaltos en el Caquetá, en los últimos 15 dias, habían dejado 4 y 9 militares muertos, respectivamente. En Santander, 11 campesinos habrían sido fusilados a sangre fría por el XII frente de las FARC. Y había otros casos. No quedaba claro, pues, cuál era la realidad y cuál el espejismo, entre la voluntad de paz y la declaración de guerra.
Varias hipótesis se barajaron. Por un lado, Otto Morales, en declaraciones a SEMANA, denunció la irresponsabilidad de una prensa que daría cabida a información falsa y amarilla, que sólo contribuiría a entorpecer las vías de negociación. Según él, el propio Tirofijo habría hecho un llamado de atención en el mismo sentido. Esta interpretación encontraba piso en ciertas noticias posteriormente desmentidas por las mismas fuentes que las habían propalado, como la famosa toma de la población de Pacho por las FARC que resultó ser falsa. En opinión de Otto Morales, al contrario de otros grupos guerrilleros, las FARC no estarían a la ofensiva en este momento.
Otra hipótesis, sostenida por otro de los que acudieron al diálogo, Alberto Rojas Puyo, sería que, tras la aprobación de la ley de amnistía, las FARC venían siendo objeto de una política de cerco y exterminio que las obligaría a defenderse y en algunos casos, a contraatacar. Según informes de prensa, las bajas entre los guerrilleros también habrían sido muy numerosas. Rojas Puyo, miembro de la Comisión de Paz y del Partido Comunista y quien, según muchos, es la persona que maneja todos los hilos de la negociación con las FARC, dijo para SEMANA: "Ellos han dicho que por encima de todo quieren la paz, pero esto no quiere decir que hayan dicho que estén pasivas. Afirman que en las regiones donde viven no han conocido lo que es el levantamiento del estado de sitio, que son objeto de hostigamiento por parte del Ejército y que les ha resultado impracticable la tregua ".
Una tercera interpretación es que, de haber una decisión de negociación por parte de Marulanda y el alto mando, que sería honesta en cuanto a su deseo real de paz, no sería acatada por la totalidad de los guerrilleros.
Quienes vienen de dialogar con él, parecen no tener sombra de duda sobre la sinceridad de Tirofijo, quien quiso hacer saber, a través de la Comisión de Paz, que los secuestros que le atribuían no eran obra de su movimiento. Una anécdota significativa al respecto es que, al tomar la foto del grupo presente en la reunión, un compañero le gritó: "¡Comandante, que se le vean las armas!" a lo cual él habría respondido, "No estoy aquí para exhibir mis armas, sino mis deseos de paz".
El punto en cuestión es qué proporción de las FARC comparten este sentimiento. Es posible que haya un sector que tenga motivos políticos para oponerse e inclusive que haya una franja que se mueva por dinámica propia y que le haya hecho del secuestro y la extorsión un modus vivendi. Los propios dirigentes del movimiento denunciaron, durante la entrevista, la existencia de bandas que operarian en las zonas de conflicto, utilizando la sigla de las FARC para amparar, bajo el mando de disidencia politica, actos de delincuencia común. Algunas de éstas estarian vinculadas al narcotráfico y muchas de sus acciones serian vendetas propias del negocio.

EN PLATA BLANCA
No obstante estas incógnitas y limitaciones el hecho es que el gobierno no podía aspirar a nada mejor, tratándose de las FARC, que sentarse a negociar con sus dirigentes históricos y que, aunque las palabras claves "entrega de las armas" aún no han sido pronunciadas, la apertura de este diálogo es la primera respuesta de trascendencia que recibe la amnistía por parte de grupo guerrillero alguno.
La figura que puede lograr que estas gestiones terminen exitosamente es la de Otto Morales Benitez. Los voceros de las FARC dicen confiar en él, porque tuvieron oportunidad de ver su actitud honesta y democrática en anteriores épocas de conflicto, cuando actuó como investigador de las causas de la "violencia" de la década del cincuenta. En los años posteriores, este liberal que ha sido varias veces senador por el departamento de Caldas, se dedicó a recorrer el país, entrevistándose con las distintas fuerzas guerrilleras, para tratar de poner en marcha planes de rehabilitación. No era, pues, un neófito en la materia cuando entró a presidir la Comisión de Paz del gobierno de Belisario Betancur. La tarea que tiene por delante es enormemente compleja y del éxito con que la saque adelante parecería depender no sólo la pacificación de importantes regiones del país, sino también, según afirman algunos observadores políticos, su propia opción presidencial como posible candidato del Movimiento Nacional.
En caso de darse la aceptación definitiva de las FARC y, eventualmente, la de otros grupos guerrilleros, sería tan sólo el primero de muchos pasos. La integración de los alzados en armas a la vida civil parece tener múltiples implicaciones y exigir medidas que requieren grandes sumas de dinero. Para comenzar está el problema de dotar de casa y tierra a unos hombres que las han perdido por dedicarse a la guerra. Sus familias generalmente están desintegradas por distintos puntos del país. Muchos son estudiantes y buscarán que se les facilite acceso a escuelas y universidades. Todo esto con el agravante de que la rehabilitación no puede hacerse en el lugar de origen o de combate de los guerrilleros, porque su seguridad no estaría a salvo donde los conocen. Tendrían por tanto que ser trasladados a zonas donde pudieran empezar de cero.
El problema, además, no se limita a los miembros de la guerrilla quienes según estimaciones del Ejército, pueden no sobrepasar los 3 mil en número, cifra que parecería manejable, sino que se extiende a los cientos de familias campesinas de las 124 zonas de conflicto, que han sido víctimas de todos los avatares de la guerra.
Otto Morales, sin embargo, con entusiasmo y probablemente exceso de optimismo, piensa que de los Bonos de la Paz que ha sacado el gobierno se obtendrán 50 mil millones de pesos y que Ecopetrol y las compañías extractoras deberán entregar una suma cercana a los 10 mil 500 millones por regalías a las zonas donde haya níquel, carbón, petróleo o gas.
Pero todo esto será posterior. Por ahora, la quebradiza salud de la amnistía parece depender del aliento que logren infundirle los acuerdos a los que lleguen dos hombres: Otto Morales, a nombre del gobierno, y Manuel Marulanda Vélez, a nombre de las FARC.
TIROFIJO: ¿ANGEL O DEMONIO?
Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, concedió a Caracol una entrevista en el mes de diciembre. El periodista Carlos Ruiz vio así al dirigente de las FARC.
Es un hombre sereno y tímido, con un físico igual al de cualquier campesino colombiano. Su figura es tan anodina, que sin uniforme y sin estar rodeado de sus subalternos nadie hubiera pensado que se trataba de Manuel Marulanda Vélez. Tirofijo como se lo apoda, ha sido dado por muerto mil veces y otras tantas por resucitado, y la mitología popular ha tramado en torno a el historias que lo muestran a veces como "demonio comunista" y a veces como "ángel de los pobres ". Vestido de soldado, con su cara de hijo de vecino, totalmente ajeno a la leyenda que su nombre y su persona arrastran tras 32 años de lucha guerrillera.
Tirofijo, el guerrillero, es un implacable comandante de guerra a quien se le atribuyen cientos de muertos en el país.
Manuel Marulanda, el hombre, usa un lujoso sombrero Barbison y siempre tiene un Pielroja en la mano. Una ametralladora MP-5 de 30 disparos por minuto que lleva terciada día y noche le recuerdan a uno que el guerrillero y el hombre son la misma persona. Las décadas de entrenamiento militar se contradicen con una panza pronunciada que él trata de disimular apretando el cinturón hasta el último botón. Nunca le quita de encima al interlocutor sus inexpresivos ojos cafés, y responde a las preguntas con una tediosa serenidad, como si estuviera inventando cada palabra. Es genovés caldense dice tener 51 años, segundo gradó de primaria, 1.67 metros de estatura y una sóla debilidad: el trago de Remy Martin que se toma de noche en noche.
En las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC de las cuales es Comandante General, su nombre representa la tradición y la experiencia. Sin embargo, los jóvenes guerrilleros que lo rodean le dicen simplemente "Manuel", o "companeró", y él da las ordenes arrastrando la voz, a medio tono, como si no le gustara hacerlo. El unico momento en que pareció alterarse fue cuando avisaron que un avión se acercaba al cerro donde estábamos. Ahí sí se levantó con energía y gritó una serie de indicaciones, para luego volver a sentarse con calma, como si en vez de estar comandado un grupo insurgente vigilara un rebaño de ovejas.
Sobre su futuro afirma filosóficamente: "sé que no me voy a morir en un tiroteo, sino en la cama, de viejo". Como confesando que está dispuesto a pasar el resto de sus días lejos del ruido de los disparos: "Yo creo en la amnistía, es una buena carta que ha presentado el gobierno". Pero añade que el proceso es complejo, porque atenerse a ella es un hecho político y no individual. "No se trata de ir a una comisaría y firmar en un papelito que ya basta, que hemos estado jugando a las armas todos estos años", sino de buscar, dice, una vía pacífica para seguir peleando. "Si esto fuera problema personal, a mí me quedaría fácil irme a otro país, donde nadie me conozca, coger un azadón y terminar así mis días. Pero esto no es problema solamente mío". Lo interrumpe su tos seca de fumador, y apaga con la bota el Pielroja contra el piso.

EL PUNTO DECISIVO
Aunque suene extraño, el éxito de las negociaciones entre el gobierno y las FARC, depende de un elemento aparentemente ajeno al problema de la paz y que suena más a documento de oficina que a preocupación central de unos hombres que desde hace 30 años están alzados en armas. la llamada "Reforma Política", que comprende el estatuto de los partidos y la modernización de los procedimientos electorales. De este hilo pende, en este momento, el destino tantas veces cuestionado de la amnistía, puesto que las FARC centran en él casi todas sus expectativas.
El peso decisorio que tendría un acuerdo en torno a la reforma política, se debe al hecho de que las FARC, según se deduce de sus comunicados y de las versiones de los miembros de la Comisión de Paz que han dialogado con ellos parecen dispuestas a dejar las armas y a abandonarla lucha clandestina, pero no a renunciar a la actividad política ni a dejar en el aire la influencia que dicen haber recogido tras cerca de 30 años de actividad. Sus dirigentes
han dicho que les gusta el Presidente Betancur, que aprueban "el nuevo clima y el nuevo estilo" que este ha creado, y que "esto es suficiente para comenzar". Pero han dicho además que para ellos aprovechar la amnistía para pasar a la legalidad no significa "renunciar a sus principios", entre los cuales incluyen una serie de reformas en el corto plazo, y en el largo, una transformación radical de la sociedad. Opinan que Betancur ciertamente no los va a reemplazar en esto, y que por tanto tendrán que hacerlo ellos mismos. Con la diferencia de que esta vez lo intentarían por la vía legal. Por esa razón, dicen que se limitarán a pedirle al Presidente, aparte de las medidas elementales para que se depongan hostilidades, una reforma política que les de plenas garantías, una vez abandonadas las armas, para montar o adherir a un partido legal mediante el cual puedan continuar con su lucha.
La discusión sobre la reforma política fue abierta en septiembre del año pasado por el ministro de Gobierno, quien planteó la necesidad de ensanchar la actividad política más allá de los marcos del bipartidismo, para crear un "nuevo clima de convivencia" dentro del cual se pudieran expresar los partidos minoritarios, entre ellos aquellos que se derivaran de la legalización de la guerrilla. En general los intermediarios de la paz, con Otto Morales a la cabeza, han venido insistiendo en este punto como única garantía de que la ley de amnistia no termine sus días atascada en un cuello de botella. "Hay que dar vía libre al pluralismo político; el país tiene que acostumbrarse a él porque los dos partidos tradicionales no bastan para dar expresión al ,complejo panorama social del país", ha dicho el presidente de la Comisión de Paz.
La discusión promete ser movida y ya son varios los sectores, entre elíós el Nuevo Liberalismo y el Partido Comunista, que han lanzado sus posiciones. ¿De qué prerrogativas deben gozar los partidos no tradicionales? ¿A cuáles de ellos se les deben dar tales prerrogativas? ¿Con qué criterio se determina si un partido minoritario cuenta con suficiente peso entre la opinión pública como para ser apoyado por el gobierno en sus campañas electorales? Entre los items que entrarian en discusión está el reconocimiento de los partidos de oposición como legales, la financiación de actividades electorales como papeletas, transporte, etc., y el acceso a los medios de comunicación, incluyendo la TV, en igualdad de condiciones a los partidos tradicionales. Según fuentes de SEMANA, las FARC pedirian, aparte de lo anterior, la aceptación sin recortes "de ciertas manifestaciones de la lucha de clases -como huelgas y manifestaciones- como fenómeno normal de la sociedad en que vivimos" .
Dirigentes de las FARC habrían planteado que si su grupo, no en términos individuales sino políticos, ingresa a la vida democrática, necesita contar con un estatuto de partidos que le garantice que no se le dará tratamiento de guerra.