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| Foto: Carlos Julio Martínez

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Bajan las aguas del río Mocoa y aparecen cuerpos en la ribera

Tres días después de la tragedia se intensifica la búsqueda de cadáveres. Siguen llegando cuerpos al cementerio y crece la fila de personas que se acerca a buscar a sus familiares y amigos.

Rodrigo Urrego Bautista*
3 de abril de 2017

Mocoa ha vuelto a vivir horas de verano, en el tercer día después de la tragedia. Aunque el amanecer de este lunes estuvo acompañado de una pertinaz llovizna, a media mañana el sol era intenso y el calor ya empezaba a castigar con mucha dureza.

Los habitantes del barrio Palermo, ubicado al lado del batallón, y donde han refugiado a varios damnificados del San Miguel, dicen que pasaron mala noche, pues alcanzaban a oír los ‘bramidos’ del río. Muchos temieron regresar 48 horas en el tiempo, pero finalmente pudieron conciliar el sueño. Todo fue alarma en vano, quizás los recuerdos sigan atormentando.

El río Mocoa, donde desembocan el Sangoyaco y el Mulato, ha bajado considerablemente su nivel. No solo es una buena noticia para los que siguen viviendo cerca de sus riberas, sino también para los rescatistas, que ya van para 72 horas en la titánica misión de rescatar los cuerpos de quienes aún se cuentan como desaparecidos.

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A la altura de la vereda San José del Pepino, en el límite rural entre Mocoa y Villagarzón, Mario Fernando Melo, de 38 años, dueño de la finca Vaguará llamó a la Cruz Roja tras percatarse que las moscas y los gallinazos rondaban cerca de su feudo.

Fue al lugar señalado por las aves negras y encontró un cuerpo. Un hombre, entre los 20 y los 30 años, con un tatuaje en forma de telaraña de unos 15 centímetros aproximadamente en el tobillo de la pierna izquierda. Estaba atrapado entre ramas de árboles y un par de rocas gigantes, casi a la orilla del río.

La Cruz Roja y el Ejército llegaron al lugar poco después del mediodía. Bajaron desde la carretera hasta el río, con cuerdas, para descender la cuesta. Llegaron al lugar y lo recogieron, en un operativo que habrá tardado por lo menos 40 minutos. El cuerpo parecía haber estado crucificado, con sus brazos extendidos y muy rígidos a la vista. Lo envolvieron en una lona verde y la apretujaron al extremo.



Luego colgaron la lona de un palo y empezaron a escalar hasta llegar a la carretera. Allí lo metieron en un camión, precisamente donde venían los soldados. Lo transportaron al cementerio Normandía.

Mario Fernando, el hombre que lo encontró, confiesa que lo invadió una mezcla de sentimientos en contra. “Desolación”, por ver un cadáver, “pero alegría si es que pudiera decir eso, porque tal vez una familia podrá enterrar a su ser querido”.

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Le pide a las autoridades de rescate que vuelvan a hacer un barrido por la zona, incluso desde la quebrada, donde se originó la avalancha, pues los dos días que parecen veraniegos han permitido que el nivel de los ríos baje, no solo el Mocoa, donde se encontró el cuerpo, también el Pepino, donde dice que pueden empezar a aparecer de debajo del agua más y más cadáveres.

Ya se aproxima las 72 horas después de la tragedia, y según el sargento Jhon Vergara Mendoza, jefe del cuerpo de bomberos de Pitalito (Huila), desde ese momento los cuerpos pueden empezar a flotar, debido a su estado de descomposición. En el tercer día después de la tragedia, las aguas del río Mocoa han descendido, crece la esperanza entre quienes siguen buscando a sus desaparecidos.

*Rodrigo Urrego Bautista
Enviado especial 
Villagarzón, Putumayo