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¿Por qué a Maduro le conviene que Trump amenace con una intervención militar?

Al no descartar la opción bélica, el presidente estadounidense le dio a Nicolás Maduro la excusa perfecta para militarizar aún más el país y aferrarse al poder.

19 de agosto de 2017

Con una sonrisa recibió el gobierno de Nicolás Maduro el comentario de Donald Trump de no descartar una “opción militar” contra Venezuela. Las palabras del presidente estadounidense le llegaron como el mejor regalo.

Primero porque le dio nueva vida a su retórica machacada de una inminente invasión yanky; segundo, porque así le dio la posibilidad a Maduro de tachar de “vendepatrias” a sus opositores; y, tercero, porque desinfló la reciente presión latinoamericana para abrir salidas democráticas.

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La retórica antiimperialista cohesiona a sus bases más fieles, y a algunos chavistas escépticos de la Asamblea Constituyente. Esta, considerada totalmente ilegítima por la oposición e inconstitucional por la disidencia chavista, encontró por fin una justificación: atacar a los “aliados del imperio” dentro de Venezuela.

Por eso no serán raros más allanamientos como el del martes pasado en casa de la exfiscal general Luisa Ortega: Maduro por fin encontró un argumento medianamente creíble, y lo usará hasta el cansancio.

La posición de los gobiernos latinoamericanos frente a la crisis humanitaria de Venezuela llevaba meses siendo peligrosamente tibia. Pero cuando por fin lograron tomar impulso para presionar de forma enérgica a su vecino, la fanfarronada de Trump les cayó como un balde de agua fría.

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Doce gobiernos firmaron la semana pasada en Lima una declaración sin precedentes, en la que calificaron a Venezuela de “dictadura” y se comprometieron a restringir el envío de armas hacia ese país y bloquearlo en eventuales nominaciones para organizaciones internacionales. Pero, sobre todo, se comprometieron a que la salida sería democrática, pues recalcaron desde el primer párrafo el principio de “no intervención”.

Por eso no fue raro que el vicepresidente Mike Pence se encontrara en su gira por Chile, Colombia, Argentina y Panamá con un rechazo generalizado a la injerencia militar. La posición de Trump creó un flashback de la historia de intervencionismo armado de Estados Unidos en la región. Panamá fue el último, hace 28 años.

Hace tiempo América Latina decidió dejar de ser el “patio trasero” de Washington y era de anticipar que sus actuales gobernantes no vieran con buenos ojos la intención de volver a esa época.

La Casa Blanca quería consolidar la colaboración mutua y consultar opciones frente a la situación venezolana en Santiago, Bogotá, Buenos Aires y Ciudad de Panamá. El objetivo era matizar el “America first” (Estados Unidos primero) de Trump, hasta el punto en que Pence afirmó que “Estados Unidos primero no significa Estados Unidos solo”.

Varios expertos consideran que Washington está buscando acercamientos con sus aliados históricos pues Reuters publicó hace poco que el régimen venezolano está recibiendo créditos de Rusia a cambio de recursos petroleros. Pero solo logró crear más distancias.

Y no es para menos. Los gobiernos latinoamericanos están buscando sacar al pueblo venezolano del hoyo negro del hambre, la escasez de medicamentos y la inflación rampante en que lo hundió el “socialismo del siglo XXI”. Pero ahora deberán hacerlo con un régimen que se levanta airoso con banderas renovadas de antiimperialismo.

Con el nombre de Soberanía Bolivariana 2017, Nicolás Maduro convocó multitudinarias marchas y ordenó a sus Fuerzas Armadas realizar ejercicios cívico-militares en todo el territorio por la “defensa de la patria venezolana”. Quienes no asistan, serán traidores. Un plato delicioso para el dictador Maduro.