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Uribe gira al Oriente

La misión oficial del presidente Álvaro Uribe a China es un primer paso para conocer y explorar oportunidades económicas y culturales de largo plazo en este enorme mercado.

3 de abril de 2005

Por estos días en que se cumple un cuarto de siglo de relaciones diplomáticas entre Colombia y la República Popular China, el gobierno colombiano lo va a celebrar por lo alto. Este lunes 4 de abril parte de viaje al país asiático la misión oficial colombiana más grande de la historia, encabezada por el presidente Álvaro Uribe, algunos de sus asesores y la mitad de su gabinete ministerial, acompañados por 150 empresarios y 30 rectores universitarios.

En términos generales, el viaje a China busca explorar su gigante mercado y comenzar a abrir puertas de la que todos identifican como la próxima potencial mundial. La gira de 10 días incluye también una visita a Japón, básicamente para asistir a la Asamblea del BID y, en este marco, una reunión con inversionistas asiáticos interesados en entrar en América Latina. Allí el gobierno intentará también atraer inversionistas hacia Colombia, con la esperanza de que, con un Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos, encontrarán interesantes las oportunidades para acceder al mercado estadounidense desde este país.

La misión a Oriente tiene sin embargo implicaciones más de fondo y confirma el sutil giro que el gobierno Uribe está dando últimamente en materia de relaciones exteriores. Para un presidente como Álvaro Uribe, que se ha jugado por una política exterior de estrecha alianza con George W. Bush, el viaje al Asia significa un esfuerzo de diversificación. China es un previsible competidor de Estados Unidos en la política mundial en el siglo XXI y ha tenido posiciones divergentes con Washington en temas cruciales como la guerra de Irak. El viaje además se produce menos de una semana después de una reunión de Uribe con los presidentes de Brasil, Venezuela y España -y de una visita a Bogotá de este último-, tres de los más conocidos críticos de la visión del mundo de la actual Casa Blanca.

Paradójicamente, la importancia de la visita de Uribe al Asia tiene limitaciones precisamente porque su gobierno es percibido como un aliado incondicional de Estados Unidos. Para China, América Latina interesa más por los países que en los últimos años han optado por gobiernos de izquierda. No es una coincidencia que la diplomacia de Beijing de los últimos meses -incluido un viaje de Hu Jintao a la región- ha sido mucho más dinámica con Chile, Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba.

El nuevo gobierno chino considera que su exitoso modelo de 25 años se está agotando y que necesita una transición. La nueva etapa se caracteriza por una creciente urbanización, que implicará la movilización de 600 u 800 millones de personas, y la consolidación del país como 'la gran factoría mundial'. Es decir, la promoción de industrias con mayor valor agregado. Esto la convierte en un gran consumidor de recursos energéticos y de materias primas. China busca en América Latina fuentes de estos recursos, indispensables para asegurar la continuidad del modelo y la independencia económica, metas que valoran como prioridades fundamentales. Ahí están las oportunidades de Colombia.

Para sacar provecho de la situación, el viaje del presidente Uribe tiene que ser un primer paso de una estrategia sostenida y coherente. Colombia está rezagada frente a otros países del continente en su acercamiento al Asia del Pacífico. Mientras ningún presidente chino ha visitado a Bogotá, y apenas en 1996, con Samper, un jefe de Estado colombiano fue por primera vez a Beijing (Pastrana hizo otro viaje en el 99), en los últimos cinco años China y Venezuela han intercambiado cinco visitas presidenciales: tres de Chávez y dos de sus colegas chinos. Colombia está por fuera de los procesos de admisión al Apec (la Conferencia Económica del Asia Pacífica), que es el foro privilegiado por estos países, y dentro del plan de reducción del servicio exterior del gobierno Uribe cerró la Embajada en Australia, que es un 'grande' de la región.

Por eso es interesante que 30 rectores universitarios formen parte de la misión. Invitarlos responde a la convicción del gobierno de que es imposible abrir un mundo nuevo si éste no se conoce. Según explicó a SEMANA la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, se quiere ampliar los canales de intercambio cultural y educativo entre China y Colombia, de manera que se multipliquen los escasos acercamientos que hasta ahora han hecho en forma individual instituciones tan disímiles como la Universidad de los Andes y el Instituto Técnico del Espinal. Los Andes, por ejemplo, ha traído profesores chinos a enseñar el mandarín y su cultura milenaria en sus aulas.

Además se quiere fomentar alianzas entre universidades de allá y de aquí para desarrollar trabajos conjuntos de investigación que incluyan traer científicos chinos a Colombia, y que los colombianos participen en investigaciones académicas en China.

Además de los mutuos intereses culturales y económicos, China estará pendiente de lo que diga el presidente Uribe sobre la posición de Colombia en relación con el candente tema de Taiwán. Colombia ha reconocido a la China continental como 'única representante' de todo el pueblo chino, pero hace poco un grupo de congresistas (con uribistas a la cabeza) presentaron un fallido proyecto de ley que buscaba incrementar el nivel de la relación de Colombia con Taiwán. Al gobierno de Beijing también le interesa conocer la disposición de Uribe a elevar la concepción de la relación económica, con un sentido más amplio y de largo alcance, y a dejar la vieja aspiración a simplemente vender 'tacitas de café'.

Y esta también es una aspiración de los empresarios colombianos, algunos de los cuales han aprovechado las puertas que abre la misión para emprender sus propios viajes exploratorios después de la visita oficial. El grupo empresarial Sanford, por ejemplo, tiene planeado un viaje a China para constatar en el terreno si han subestimado la competitividad de algunos de sus productos en ese mercado y para buscar convertirse en distribuidores de productos chinos afines a su campo para América Latina, entre otros objetivos.

En suma, no se pueden esperar logros inmediatos para Colombia en este viaje. Pero como un paso hacia objetivos importantes de largo plazo, puede ser muy útil.