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Víctor Gaviria, director de Cine | Foto: Pablo Andrés Monsalve /SEMANA

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“Yo quería mostrar el mal irremediable, el mal sin redención”: Víctor Gaviria

Desde Sumas y restas (2005) Víctor Gaviria había estado en silencio. Ahora, con La mujer del animal, que se estrenará en los cines el 9 de marzo, vuelve con una película donde la violencia de género está en primer plano.

26 de febrero de 2017

Víctor Gaviria: Diez años, más. Estaba haciendo una investigación para hacer el documental de Verdugo de verdugos, que es la historia de un justiciero de barrio, un asesino de asesinos, y entre la gente del barrio me llevaron a Margarita y ella de una se definió: “Yo soy la mujer del Animal”. A mí no me interesó completamente porque era la ilustración de una maldad, pero cuando se abortó ese proyecto, a mí se me apareció de nuevo la mujer del animal y vi la entrevista nuevamente, transcribí todo y volví a hablar con ella. Ella me dijo que su historia era muy terrible, pero que lo más terrible de todo era que nadie le creía que había sido así, que cuando hablaba con su hermana y sus cuñadas, todas se sorprendían, que abrían los ojos, que eso era lo más duro. Nadie la ayudó y nadie le creyó. La confluencia de ese dolor de ella, de que la gente nunca le ayudó, de que la gente nunca supo qué estaba pasando, le sumaban a su tragedia. Ese proceso de normalización, y la presencia del Animal que contaminaba mitológicamente la historia, porque era el mal absoluto, me atrajeron muchísimo.

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Semana.com: Para ellas, ¿quién era el Animal?

V.G.: El terror total. Un día estaba entrevistando a Nubia, la hermana de Margarita, y de repente en la cocina se cayó una cuchara y ella se levantó como un resorte, aterrorizada, como si el Animal no fuera un difunto. Ellas decían que ese día iba a haber un muerto, y lo decían porque creían que el Animal iba a vengarse. Debido a ese terror de ellas, yo también me llené de superstición.

Semana.com: ¿Cómo es más terrible la historia, contada por Margarita o en el cine?

V.G.: En el cine es más terrible. Yo le creí todo a ella y ella insistía en esas palizas y en que nunca hubo una buena palabra. Así era todo lo del hombre: exagerado, insoportable. Yo quería mostrar al tipo sin sugerencias, sin elipsis; nosotros rodamos muchas escenas de palizas, pero al final las quitamos porque las mostramos y a la gente se le hacía insoportable. Después de una escena de cantina había otra que ya no está, porque era excesiva. Yo quería mostrar el mal irremediable, el mal sin redención. A este hombre nada lo anclaba a la piedad, a cualquier consideración, ni el disimulo si quiera, este tipo era de un mal absoluto. Cuando empecé a entrevistar a todas las mujeres que querían que fuera Amparo, empezaron a salir más animales: abuelos, padres, tíos, tipos que odiaban a la mujer, que se creían con la autoridad para humillarlas y pisotearlas. Entrevisté un día a una niña, estaba cubierta todo el tiempo hasta el cuello, y era porque tenía 105 cicatrices de puñaladas, nos mostró eso y nos echamos a llorar, y todo porque no quiso ser novia de un miembro de un organismo de seguridad del Estado, y el hombre contrató a cinco malparidos para que la mataran, pero ella sobrevivió.

Vea aquí el trailer de la película: 

Semana.com: ¿Usted se ha enmarcado en un tipo de cine donde la violencia está presente?

V.G.: Sí, me he enmarcado en un tipo de cine, he querido mostrar la violencia. Pero aquí hay una evolución, se muestra la violencia de género, que es una violencia que no se puede discutir. Esta película tiene la función de una denuncia. Pero me interesa también mucho la reconstrucción, a través de los actores naturales, de esas culturas barriales, de lo que leímos en los poemas de Helí Ramírez, en Aire de tango de Manuel Mejía, esa Medellín barrial, cuchillera.

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Semana.com: ¿Por qué se demoró tanto tiempo para sacar La mujer del Animal?

V.G.: Me equivoqué en algunos proyectos. Empecé un proyecto sobre la vida de Sangrenegra, un personaje de la violencia de los 1960, pero me asocié con un productor a último momento, y cuando firman en esas convocatorias del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), donde te dan 400 o 700 millones de pesos, la persona que firma tiene el poder absoluto sobre la película y yo no me la llevé bien con él, él no tenía ni idea, era una película tan compleja, de época, y yo más bien me salí del proyecto, preferí eso y quedar mal a estrellarme con una película que iba a ser un fracaso total. Entonces volví a empezar con una película que íbamos a hacer en Madrid, ya estábamos trabajando en el guión, se iba a llamar Latinos, que era sobre los colombianos allá, pero desplomó por la crisis del 2009. Empecé con la mujer del Animal, sin embargo, me metí con una empresa y ya querían ponerme a mí en cintura, ponerme plazos, y no nos entendimos, tuvimos que entregar el premio y ya luego volvimos a presentarnos al FDC y ganamos. Fueron equivocaciones. Esto lo logramos a hacer a través de Viga Producciones, que es mi empresa, y yo tengo un poder total sobre los proyectos.

Semana.com: Usted grabó en Nueva Jerusalén, un barrio de invasión en Bello, ¿cómo hizo para entrar?

V.G.: La única manera de estar allá era pagarle a la bacrim que maneja eso y es increíble. Ese barrio queda en una montaña de Bello que fue invadida y la bacrim empezó a manejar la venta de lotes, de agua, de energía y ellos mantenían un poder total sobre todo ese nuevo barrio, nosotros teníamos unas buenas relaciones con ellos y antes de salir nos cobraron y tocó pagar porque uno está en manos de ellos. En internet luego hubo una denuncia, decían quién mandaba y dónde mantenía, nosotros no tuvimos nada que ver con eso pero quedamos allá con ese estigma, de que había contribuido con esa denuncia y no pudimos volver.