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Liliana , una tía de la familia y Clarena Acosta, asesinada en Barranquilla el pasado primero de enero, a manos de su esposo. (Foto: Archivo Particular)

ENTREVISTA

“Ella aguantó demasiado”

Clarena Acosta, asesinada el primero de enero por su esposo Samuel Viñas en Barranquilla, le contó a su hermana Liliana el infierno en el que vivía. Ella le relató la historia a Semana.com

12 de enero de 2010

Diez días después del homicidio de Clarena Acosta Gómez a manos de su esposo Samuel Viñas Abohomor, ocurrido en Barranquilla, el tema sigue ocupando las primeras páginas de los diarios locales. No es para menos. El asesinato fue cometido en una fecha en la que las familias se reúnen para desearse felicidad y prosperidad, en presencia de los hijos y la hermana de la víctima, quienes impotentes, vieron cómo la vida de su madre y hermana se les escapaba por la irascibilidad de Samuel.

La noche de los hechos en la casa se encontraban doce personas: los tres hijos, los padres de Clarena, Liliana Acosta, su hermana; Charlie Rodríguez Colón, el novio de Liliana; Angie, una amiga de Samuel que lo acompañó esa noche; la empleada doméstica y el vigilante. Pasada la medianoche, Samuel David, uno de los hijos de la pareja, fue a llevar a sus abuelos a su residencia y Samuel le pidió a Charlie que lo acompañara al apartamento al que se había mudado por esos días, pues él mismo le había pedido a Clarena y a sus hijos que se mudaran para la casa conyugal.

Los medios locales han divulgado varios hechos que podrían indicar que Samuel Viñas planificó el homicidio. Por ejemplo, días había comprado a un primo el arma. Según versiones de prensa, denunció que su esposa había amenazado con asesinarlo y cuando se despidió del portero del edificio le habría dicho inicialmente “hasta luego”, pero después corrigió diciendo: “No. Usted y yo no volveremos a vernos”. Y cuando sacó de la habitación a su hija, su cuñada y a Charlie, el novio de Liliana, dijo: “esto se va a acabar ahora”. Cuando Samuel quedó solo con Clarena en la habitación pasaron sólo unos instantes y disparó dos veces. Laura, la hija mayor, le imploraba a su padre que no le hiciera daño a su mamá.

Minutos antes, Viñas había sacado a su hija a la fuerza poniéndole el arma en la cabeza. Pero de nada sirvieron los ruegos. El hijo menor le pedía a su papá que lo matara a él, pero no a su mamá. Después de los disparos, Charlie Rodríguez, el novio de Liliana, un ex senador puertorriqueño, le preguntaba qué había hecho, que abriera la puerta. A lo cual Viñas contestó que ‘lo que iba a pasar, pasó’. Y que sólo se entregaría a la Policía, a quienes les dijo cuando llegaron, ‘vengan que maté a mi esposa’.

Liliana Acosta, la hermana de Clarena, recibió a Semana.com y le contó cómo se conocieron Samuel y Clarena, cómo fue la historia de los dos y lo que su hermana le contaba sobre el infierno que estaba viviendo. El 9 de noviembre pasado, el Juzgado Séptimo de Familia falló a favor de Clarena la demanda de divorcio que había presentado en mayo de 2009 y una Comisaría de Familia le había impuesto una caución para que se mantuviera lejos de Liliana. Después del divorcio siguieron trabajando juntos en la fábrica, donde ella se dedicaba al diseño y él a la administración. Para Liliana las cosas ocurrieron tan rápido que, según dice, todavía no logra asimilarlo.

Semana.com: ¿Cómo se conocieron su hermana y Samuel?
Liliana Acosta: Ellos se conocieron muy jóvenes por amigos que tenían en común, porque estaban en la misma vecindad. Primas de él estudiaban con ella, se veían en el Club Campestre. Recuerdo que cuando empezaron el noviazgo estaban en la comparsa del club. El noviazgo duró cinco o seis años y cuando ella tenía 21 se casaron. Los dos últimos años de colegio ella los cursó en el Saint Mary que estaba frente al Cervantes, donde estudiaba Samuel. Y cuando terminaron bachillerato entraron a la Universidad Libre a estudiar derecho y se retiraron en cuarto semestre para montar los negocios con la ayuda de mi mamá y del papá de Samuel.

Semana.com: ¿Fue el único novio de Clarena?
L.A.: Sí. Ella no tuvo la oportunidad de conocer gente. A ella le gustaban las fiestas, divertirse, salir, bailar. En cambio él era obsesivo con su trabajo. Tenía dos obsesiones: su mujer y su trabajo.

Semana.com: ¿Los años del noviazgo fueron tranquilos?
L.A.: No, fueron turbulentos también. Esa era su característica, dominante, celoso. Mis padres eran los que más notaban eso. Pero fue pasando el tiempo y terminaron casándose, nadie pudo impedirlo. De pronto también por el dominio que él ejercía sobre ella, a pesar de la oposición de mis papás. Pero la resistencia no fue contundente.

Semana.com: ¿Siendo novios la golpeó?
L.A. : No, golpearla, no. No tuve conocimiento. Pero de palabra sí, era agresivo, era ofensivo. Le decía: ‘no vas a hacer esto, es lo que yo diga y punto’. Ella se sometía, era muy sumisa. Así fue durante todo el matrimonio.

Semana.com:¿Ella dudó en casarse?
L.A.: En varias ocasiones, incluso trató de escaparse. Y todavía no entiendo cómo terminaron casándose porque ella estuvo muy decidida a dejarlo.

Semana.com:¿La familia de él tenía conocimiento de esta agresividad?
L.A.: Ellos sabían. Lo sabíamos todos. Lo aconsejaban, pero es un tema de educación. Los padres de Samuel, por su cultura y la manera como fueron educados, tienen la idea de que la mujer debe someterse al hombre.

Semana.com: ¿Qué ha dicho la familia de Samuel después de todo esto?
L.A.: Silencio total, yo no he tenido comunicación con ellos.

Semana.com: ¿El control que Samuel ejercía sobre ella le impedía llevar una vida normal?
L.A.: Ella trabajaba en la fábrica todo el tiempo. Ocasionalmente salía a los almacenes, pero su trabajo era la parte de diseño de ropa de niñas. Él se dedicaba a la parte administrativa. El uno era el complemento del otro, eso hizo que el negocio fuera tan exitoso.

Semana.com: ¿Antes de que ella presentara la solicitud de divorcio, hubo algún momento en que ella le dijera vamos a separarnos amigablemente, no soporto más esta vida…?
L.A. : Me vine a enterar recientemente que Clarena se quería divorciar. Ella me lo dijo, pero no quería que nadie lo supiera. Se sentía muy mal por la manera como la trataba Samuel, aunque habló muy tarde de eso. Sé que en la empresa la desautorizaba delante de las operarias y las secretarias. Se hacía lo que él dijera, no había manera de refutarle nada.

Semana.com: ¿En qué momento se muda de su casa, antes o después del divorcio?
L.A.: Ella se mudó a donde mis papás porque fue la sugerencia de los sicólogos que los vieron, todos coincidían en que debía estar protegida, acompañada por la familia. Había temor de que algo ocurriera. No lo había hecho porque tenía que arreglar cosas relacionadas con la custodia de Felipe, el hijo menor de los dos.

Semana.com: ¿Ella se quería ir?
L.A. : Sí. De Barranquilla, de Colombia, de dónde él la pudiera alcanzar. Sabía que estaba en peligro inminente de muerte. Era un hecho y lo sabía mucha gente. Una vez alcanzamos a irnos para Estados Unidos y él se fue detrás y en Miami montó un operativo con detectives. Nos fuimos Samuel David (el segundo hijo del matrimonio), ella y yo. Llegamos a Nueva Orleans, saltamos a varias ciudades y nos escapamos.

Semana.com: ¿Cuánto tiempo se fueron?
L.A.: Veinte días, pero fue una persecución implacable. Estaba como loco. Nos mandó a seguir con detectives. Nos rastreaba hasta con el computador, nos dimos cuenta en Corpus Christi. Mi computador también lo tenía intervenido, sabía todo lo que entraba y salía de mis buzones. Decía que haría todo lo necesario para conseguir a Clarena. Ella se sentía muy vulnerable, a veces la veía rendida, a veces tomaba fuerza. Pero me decía que no iba a poder, ‘en cualquier parte del mundo donde me meta, decía, él me va a encontrar’. De cualquier manera el desenlace hubiera sido trágico, pues había amenazado con matarse él y a los hijos.
Semana.com: ¿La relación con los hijos fue afectuosa?
L.A.: Él no era cariñoso con ellos. Sus hijos eran como unos rivales, no dejaba que compartieran con su madre, los espantaba. Fue una frustración para ella y me decía que su sueño era poder compartir con ellos. Durante el viaje, Samuel me dijo que tenía un gran resentimiento con su padre, que su papá lo rechazaba cuando entraba al cuarto de ellos. Quizá con el único hijo con el que tuvo una buena relación fue con el último, con Felipe.

Semana.com:Los hijos han hablado con los medios, están al frente de los hechos. Se les ve muy maduros y fuertes...
L.A.: Yo creo que ella los preparó para esto. Ella quería que las cosas se arreglaran, pero también les decía que fueran conscientes que hoy estábamos y mañana no. Ella no quería que sus hijos sufrieran por la pérdida de ella. Les decía que los padres podían faltar en cualquier momento, que la muerte era algo natural, que el dolor era inherente a la vida misma.
Semana.com: ¿Se ha hablado mucho de lo que ocurrió esa noche. Cómo prepararon la reunión de Navidad?
L.A.: Todo se hizo sobre la marcha porque con él nunca se sabía. Dos días antes de Nochebuena fue cuando decidió que le iba a permitir a ella estar con los hijos en la casa en la carrera 59 con calle 86. El 24 se realizó la reunión en la casa. A pesar de todas estas circunstancias los hijos lo querían porque hubo momentos buenos en la vida de ellos y él era un buen proveedor. Ellos extrañaban que sus papás estuvieran juntos, añoraban el hogar, no era el más feliz, pero era un hogar. El 24 Laura, la mayor, estaba con los abuelos paternos y Clarena me dijo: ‘llévale esto a Laura’. Cuando llegué encontré a Samuel y a su mamá en la puerta llorando, lo saludé, seguí y saludé a todos los familiares. Cuando salí le di un abrazo y le pregunté si quería ir a compartir en la casa con los hijos, pero se quedó.

Semana.com: ¿Nadie se explica por qué en medio de las amenazas él mantuviera el control?
L.A.: A pesar de que él tenía una caución de no acercarse a Clarena, no se cumplía. Ellos andaban juntos. Ella decía que estaba aguantando los últimos momentos para irse. Él la llevaba al trabajo y la iba a recoger. En una ocasión ella fue a poner un denuncio en su contra y él la llevó. Las veces que intentó moverse por su cuenta le armaba escándalos y eso a ella la atemorizaba y decía que no le quedaba otra alternativa. Incluso cuando fue a pagarle a la abogada por el caso del divorcio, él la llevó y cuando supo qué era lo que iban a hacer, le quitó la plata y él mismo subió y se la llevó. La abogada se quedó aterrada.
El decía que el divorcio no significaba nada, que eso era un papel. Para él, ella seguía siendo su mujer. Que eso no podía cambiar nunca, jamás. Que no iba a haber divorcio, se burlaba de eso. Que ella no iba a ser libre. Le decía que la única manera para que ella fuera libre es que se muriera o murieran ambos; ‘pero no vas a escapar de mi le repetía’. Con este terrorismo, yo no sé cómo podía vivir.

Semana.com: ¿Cómo era Clarena Acosta?
L.A.: Ella era una mujer muy bondadosa, trataba de no amargarse, a pesar de todo era muy tranquila. Si existiera el Nobel a la paciencia ella se lo hubiera ganado, aguantó demasiado. En cambio él lloraba con frecuencia y la gente se compadecía de él. Clarena me decía: ‘voy a tener que llorar también, no se imaginan el infierno que estoy viviendo’.

Semana.com:¿Y cómo era Samuel?
L.A.: Podría decir que era muy cerebral. Era un genio para los negocios, era una persona muy inteligente. De lo único que no podía desprenderse era de Clarena, no podía controlar lo que sentía por ella.

Semana.com:¿Y los 20 años de matrimonio fueron así?
L.A.: Al comienzo hubo una relativa armonía, pero se puso peor al final. Mi mamá no sabía, a mí tampoco no me decía nada. Cuando uno llegaba allá, a la casa, el mundo giraba en torno a él. Clarena lo atendía, estaba pendiente de Samuel, lo atendía. Él siempre llegaba tarde a las reuniones familiares porque se quedaba en la fábrica hasta tarde.

Semana.com:¿Entre el 24 y el 31 qué pasó?
L.A.: Ella siguió en la casa con los hijos. Yo me fui unos días a Cartagena y el 30 me llamó y me dijo que el 31 íbamos a tener una reunión de familia. Estuvimos mi novio y yo, mis hijos, mi papá, mi mamá y los hijos de Clarena. Fue una reunión muy familiar. Samuel llegó después.

Semana.com:¿A qué hora llegó él a la casa?
L.A.: Cuando él le cedió la casa durante esos días se fue para un apartamento que ellos tienen. Ella estaba viviendo con mis papás antes de irse para la casa de ambos. Esa noche yo estaba en el cuarto con ella y él tocó, pidió permiso porque tenía que buscar algo en un closet con llaves al que no entraba nadie. Eso fue como a las ocho de la noche, todo estaba normal. Comimos paella, una ensalada con nueces, postres. Cenamos muy tranquilos. Aunque en un momento él se quiso ir, ella le dijo que se quedara con sus hijos.
Ella siempre le decía a sus hijos que su papá los trataba así porque tenía problemas de trabajo, nunca los indispuso contra su papá, siempre trató de mantener una armonía. Pero era muy difícil, él no se prestaba. El que se quejaba que quería compartir con su papá era el menor, Felipe.

Semana.com:¿Qué va a pasar con la empresa, con los almacenes. Los hijos han tenido algún contacto con su papá?
L.A.: No, ellos no han tenido ningún contacto con su papá. La empresa es muy organizada, ellos eran la cabeza, pero los había preparado y les dio instrucciones porque ella se iba por recomendación de los médicos. Laura se vino de Londres a tomar las riendas del negocio porque esto estaba muy complicado. Clarena le había propuesto a Samuel que hicieran turnos en los que no coincidieran, pero eso era imposible. El siempre estaba ahí. Pero ya ella les estaba indicando y ellos se van a hacer cargo.