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columna del lector

Discusión bizantina

Lunes 14. "¿Cuáles son los resultados de las prácticas y políticas prohibicionistas, impuestas de manera unilateral por la comunidad internacional para un país como Colombia?", es la pregunta que responde Daniel Leal, lector de SEMANA.COM

Daniel Leal Díaz
14 de febrero de 2005

"La democracia es el arte de disciplinarse a sí mismo para no tener que verse disciplinado por otros".
Anónimo.

Uno de los pueblos que más devastación de sus recursos y dolor ha soportado a causa de las políticas prohibicionistas contra las drogas ha sido Colombia. Para comprender en qué radica el prohibicionismo es preciso remontarnos al año de 1972 en Estados Unidos cuando el presidente Richard Nixon declara por primera vez "la guerra a las drogas", empresa que tiene como su objetivo ulterior limpiar el globo terráqueo de sustancias psicoactivas.

Para lograr tal cometido higiénico se estructuro un catálogo punitivo sobre la droga que hasta el día de hoy continúa vigente, verbi gratia: producir, distribuir, conservar, transportar, portar, llevar consigo, expender, recibir, consumir (y todos los verbos rectores inimaginables) asumen la connotación de conductas punibles al igual que el poseer plantas e insumos químicos que sirvan para la producción. Quien incurra en estas acciones se hace merecedor de un castigo similar a quien incurre en un homicidio.

Como se evidencio con anterioridad, la nación que se ha arrogado el liderazgo de esta cruzada mundial por la civilización de la humanidad es Estados Unidos fundamentada en una ideología de corte puritano. Desde dicha doctrina consumir drogas se considera como un acto pecaminoso e inmoral, pues para la mentalidad puritana es fundamental abstenerse del consumo de drogas, debido a que éstas tienen o se les considera que poseen un poder inherente de conducir a los seres humanos a la depravación y a la decadencia, siendo malignas y satánicas.

De esta suerte, el ciudadano ideal se tipifica en la persona abstemia, caracterizada por su temple y fuerza de voluntad quien al decirle "no" a la tentación psicoactiva deviene ipso facto un sujeto virtuoso.

Como producto de esta racionalización, muchas personas en su interior albergan el temor de que si legalizan las drogas se engendraría lo que Francis Caballero llama "toxicómanos patógenos", lo que en términos castizos significa el miedo a que todo el mundo consuma drogas permanentemente sin poder detenerse. Pues bien. Si la anterior premisa fuese cierta, todo el mundo fumaría, tomaría alcohol, consumiría tranquilizantes o se drogaría con inhalantes por el solo hecho de que todas estas sustancias se hallan legalizadas.

En la actualidad, tras el colapso del comunismo en Europa del Este, el gobierno Norteamericano considera que la droga constituye el enemigo público numero uno, toda vez que dicha nación estipula que el uso de estas sustancias de carácter ilegal no solamente entraña un problema de salud (un riesgo sanitario) sino a su vez subrayan el hecho de que las drogas comportan una amenaza letal para su seguridad que atenta con la democracia.

En síntesis, la droga es una amenaza intolerable para este país, de modo que todas las acciones de guerra tienen como objetivo "proteger" a su población de la enfermedad contagiosa de la toxicomanía.

Pero, ¿Cuáles son los resultados tangibles de estas prácticas y políticas prohibicionistas, impuestas de manera unilateral por la comunidad internacional para un país como Colombia?

El panorama no puede ser más desolador: economía en crísis, pobreza generalizada, cáncer de la corrupción, pérdida de valores, medio ambiente deteriorado, muertes, sangre, violencia, dolor, terrorismo, estigmatización social por parte de la comunidad internacional por mencionar tan sólo los aspectos más relevantes.

Resulta aventurado y erróneo reportar éxitos, beneficios o resultados tangibles del prohibicionismo en nuestro país. Por el contrario, cada día que es mucho mayor el costo y sacrificio sociopolítico, pero pareciera que los ciudadanos les resulta más cómodo negar la angustiante realidad que tomar acción y elegir el cambio.

Lo paradójico de la situación es que Estados Unidos continua amenazándonos y coaxinándonos económicamente porque según ellos no colaboramos suficientemente con su cruzada. ¿Es que acaso la cuota de sangre que ponemos cada año producto del narcotráfico no significa nada?

Estoy totalmente de acuerdo con el ex fiscal Gustavo de Greiif cuando afirmaba que la guerra contra las drogas sólo creaba "victorias simbólicas". Todos los días los principales medios de comunicación nos informan sobre el rotundo fracaso de esta guerra, mediante la exhibición de grandes trofeos de caza realizados por los organismos de seguridad de todo el mundo: cargamentos incautados, destrucción de laboratorios, fumigación de cultivos con glifosato, narcotraficantes apresados, extraditados o asesinados etc.

¿No sería que los cientos de millones de dólares que se despilfarran anualmente en la guerra contra las drogas del Plan Colombia se invirtieran en proyectos benéficos desde el punto socio económico como son: prevención, centros de tratamiento, educación, salud y empleo?

El problema del consumo de drogas se ha planteado en términos duales: Oferta y Demanda. La solución desde esta perspectiva se condensa en la siguiente falacia "si no se producen drogas la gente no las consumirá" dando así origen a un circulo vicioso imposible de romper, pues basados en esta lógica la comunidad internacional hace caso omiso de su obligación de indagar lo que sucede con sus ciudadanos que recurren al abuso de drogas como un medio de autodestrucción. Por el contrario, adoptando una actitud elusiva nos trasladan la responsabilidad de resolver su problema al tiempo que cínicamente nos señalan como los culpables de dicha situación.

Por tanto es necesario desechar aquel concepto obsoleto de Oferta y Demanda como la panacea para resolver el problema del consumo masivo de drogas y adentrarnos en el análisis de la situación desde otro ángulo libre de prejuicios.

Para ello, cabe comprender que para abordar el tema de las drogas es menester hacerlo con un criterio amoral -si me es lícito utilizar ese término-, y más bien aproximarnos a ellas con un espíritu crítico. Esto nos permitirá superar la visión maniquea de que las drogas o son malas (destructivas y enajenantes) o son buenas (exaltadoras del espíritu y trascendentes). Como bien afirmaba el profesor Arnoldo Ariztizábal "para novedades los griegos", pueblo para quien la etiología del termino pharmakos significaba algo "neutro", es decir lo bueno y lo malo radicaba en el uso y no en la sustancia misma.

Una vez comprendido que el problema no es la droga sino el hecho de que algunas personas la utilicen para destruirse, nos lleva a plantear las cosas de otro modo. Es decir, en vez de tener como referente la sustancia en sí para analizar el problema del consumo masivo, lo haremos desde la perspectiva del ser humano.

Las personas que consumen drogas de manera ocasional, moderada y con fines no destructivos (la gran mayoría de la población) no constituyen problema alguno. Es necesario que visualicemos las cosas desde su órbita real, no como un problema de grandes proporciones sino como un problema puntual.

Existe una mínima gama de la población que representa un problema específico: la gente que consume drogas de manera abusiva para destruirse. Para solucionar este problema es necesario investigar qué factores llevan a una persona a elegir este camino, cómo podemos ayudarlas y cómo podemos prevenirlo. La solución no es erradicar la droga, pues si con el anterior paradigma fueran coherentes los Gobiernos "desarrollados" erradicarían los carros para que la gente no muera atropellada, igualmente prohibirían las relaciones sexuales para que la gente no contraiga sida y las sustancias que han demostrado resultar plenamente perjudiciales para la salud como el alcohol y la nicotina. Si su interés en nuestro bienestar obedeciera a un propósito sincero y cierto, no venderían armas, no contaminarían el planeta, no expoliarían los recursos mineros y energéticos de otros países so pretexto de que constituyen una amenaza para nuestra seguridad.

Para contrarrestar la autodestrucción, bien sea en cualquiera de las conductas que se elijan para esos fines (drogas, comida, sexo, trabajo, juego etc..) es necesario crear estrategias definidas de prevención. Para ello se precisa que los modelos educativos, como parte de sus objetivos, fomenten en nuestra niñez el amor así mismo, respetarse y valorarse al igual que a los demás.

Pero un trabajo de autoestima por sí solo no es suficiente. Viktor Frankl con "La Logoterapia" nos dejó un legado que en su aspecto central enfatiza en la posibilidad de descubrir y hacer uso de las dimensiones específicamente humanas tales como la libertad y la responsabilidad, legado que no ha sido debidamente explotado.

El lector se preguntará ¿Qué tiene que ver la libertad y la responsabilidad con el abuso de las drogas?

La respuesta es que en un marco educativo, fundamentado en la díada libertad-responsabilidad que trascienda el tratamiento jurídico y represivo que se le ha dado hasta ahora al fenómeno de las drogas, es plausible implementar su Legalización.

La libertad no es un privilegio, es un derecho fundamental de todo ser humano. Y este derecho se ejerce con responsabilidad, distinguiendo y asumiendo tanto las consecuencias positivas y negativas que se derivan de cada acto con sentido crítico.

Una de las grandes paradojas de la política de Estados Unidos con relación al problema de las drogas radica en que ellos, como la democracia por antonomasia que pregona la libertad, más sinembargo sus ciudadanos en su decisión de consumir drogas psicotropicas son coartados en su libertad al mejor estilo de los regímenes totalitarios. De resultas, la tal libertad democrática no pasa de ser - en cierta medida- un eslogan o mera retórica.

Cuando se opta por la política de legalización del consumo de drogas, en vez de prohibirlas, el estado debe asumir la responsabilidad y obligación de regular y legislar sobre su uso tal como se hace con el alcohol y el tabaco. Legalización es sinónimo de libertinaje creencia arraigada en el imaginario social donde el lenguaje se altera significativamente y el uso se convierte en abuso, el comercio en tráfico y su publicidad en incitación al consumo. Para desmitificar lo anterior, se constata que países como Marruecos y Holanda entre otros con una producción masiva de marihuana, ello no conduce por si solo ni necesariamente a la generalización en el uso, ni a un predominio del abuso.

Finalmente, es de suma importancia enfatizar que sería un craso error que Colombia legalizara unilateralmente, por las consecuencias de índole económico, política y sociales que ello acarrearía. Por tanto, se precisa diseñar e implementar una política multilateral que asuma la legalización, no como una panacea sino como una estrategia integral de la cual tengo certidumbre que merece ser tomada en consideración.