Home

On Line

Artículo

Mundo

Aniversario europeo

El euro celebra su primer año de vida como moneda circulante en 12 países. SEMANA presenta el balance y las perspectivas de su corta pero prometedora existencia.

Rodrigo París Rojas*
6 de enero de 2003

Hacía frío en Europa, la etapa invernal estaba a punto de empezar y la ciudad de Maastricht era la única que presentaba temperaturas altas, no por causas meteorológicas sino por el debate político acalorado que los dirigentes del Viejo Continente habían generado. La otrora Europa, escenario de guerras y regímenes fascistas daba un paso fundamental hacia la integración de sus ciudadanos. Era el 10 de diciembre de 1991 y esta fecha pasaba a la historia como el día en que se firmaba el Tratado de la Unión Europea, y como el punto de inflexión entre los sueños de tener una moneda única para la región, y la realidad de ver sobre la mesa la decisión de crear una unión monetaria. Desde ese día transcurrieron nueve años en que el euro construyó su historia. Buscar el nombre a la futura moneda, establecer su estatuto jurídico, elegir el diseño de las monedas y billetes, determinar la lista de países, fijar los tipos de cambio bilaterales irrevocables y educar a los ciudadanos y futuros usuarios sobre el nuevo reto económico que verían pronto en sus manos. En la primera madrugada de ese año Europa y el mundo dejaron de lado un poco las celebraciones para recibir al nuevo inquilino de la economía regional y mundial. El primero de enero de ese año se introdujo el euro y se pusieron en circulación las monedas y los billetes de esta denominación en 12 países de la Unión. Con esto se cerraba un nuevo capítulo en la historia de Europa y se abrían nuevos debates e inquietudes: ¿estaba el euro preparado para ser moneda única en 12 estados y tener la fortaleza para superar los embates de la difícil coyuntura económica de la actualidad?, ¿sería fácil ganarse el respeto de millones de personas tradicionalmente identificadas y acostumbradas a monedas nacionales?, ¿podría ser competencia frente a una moneda poderosa por sí misma como el dólar?, ¿era posible que la nueva moneda fuera vista con confianza por los candidatos de Europa del Este para adoptarla en un futuro próximo? Optimismo y dificultades Después de 51 semanas de estar en circulación el euro presenta un balance más positivo que negativo según lo manifestó a SEMANA Mayte Ledo, profesor del Instituto de Estudios Europeos de Florencia, "El euro se ha desarrollado de manera rápida y globalmente positiva, y cabe la pena destacar el 'entusiasmo' con el que la moneda única fue acogida por los ciudadanos y el 'éxito' de esta operación". Y asegura que "contra el euroescepticismo, la moneda única europea se ha comportado de manera brillante durante su primer año demostrando que la integración de Europa descansa sobre pilares construidos sólidamente con el tiempo". Según un informe del Banco Central Europeo, el euro justo a unos días de la celebración de su aniversario registró la cotización más alta de su corta historia cuando en Frankfurt se alcanzó a cambiar a 1,0335 dólares. Si bien es cierto que mucho de esto tiene que ver con las repercusiones de la caída del dólar ante la posible guerra contra Irak, el euro por su peso específico y por representar a 12 Estados, varios de los cuales están dentro de las economías más desarrolladas del planeta, se ha ido consolidando con el paso del año en una moneda sólida y confiable. En segundo lugar, debe resaltarse que el informe destaca el "éxito" del canje, ya que en apenas dos meses -período de doble circulación de euros y monedas nacionales- se retiraron el 86 por ciento de todo el saldo francos, marcos, pesetas, escudos, liras, etc., existentes a finales de 2001. La entidad monetaria europea reconoce que "como en toda operación de esta naturaleza se han producido algunas incidencias", pero concluye que la colaboración de todos los sectores implicados "permitió normalizar la situación en pocas semanas". Otro aspecto de optimismo reseñado por el informe del Banco Central Europeo es el referido a las falsificaciones. Según el documento, las detectadas en la primera mitad del año fueron de baja calidad y "muy inferiores" a las que existían de las antiguas monedas nacionales, lo que demuestra que hasta en ámbitos como los criminales es más difícil falsificar esta moneda que las existentes hasta febrero pasado -época en que dejaron de coexistir las monedas nacionales-. Finalmente, está el aspecto político: esos embrionarios sueños de integración europea que aparecieron en 1950, hoy son más que una realidad no sólo institucional congregada bajo el manto azul y las 15 estrellas, sino algo tangible, material y palpable para cada ciudadano de la Unión Europea. Para varios analistas políticos, la puesta en marcha del euro dentro del marco de integración regional del continente, es el logro político-económico más visible de Europa en las últimas décadas En cuanto a los aspectos negativos, más allá de las reivindicaciones nacionalistas en pro de la defensa de monedas nacionales de antaño, esos mismos que ha tenido el Reino Unido para mantenerse al margen de la unión monetaria y defender la libra a toda costa, el euro enfrenta dos problemas fundamentales: el primero de ellos, según lo explicó a SEMANA David Martínez, economista español miembro de Analistas Financieros Internacionales, "es el redondeo de los precios cuando se pasaron de monedas nacionales a euros. Con esta medida, quienes perdieron enormemente fueron los consumidores, y es claro que actualmente se asocia el euro al encarecimiento de los precios y a la subida de las tasas de inflación nacionales y de la media europea". La segunda asignatura pendiente que tiene el euro, es la familiarización con los ciudadanos. En una encuesta publicada hace poco por Euromoney se ve cómo solamente el 20 por ciento de la población que forma parte de los países de la zona euro asegura efectuar siempre las cuentas básicas en la moneda europea. El porcentaje mayoritariamente restante necesita de la asociación con las monedas nacionales para conocer realmente el precio de algún producto o bien. Por esta misma razón, los medios audiovisuales de información todavía transmiten en casi todos los países de la zona euro, las cifras tanto en euros como en las antiguas monedas respectivas de cada Estado La 'ampliación' del euro Pero con el euro no sólo se debe hacer un balance. Sus perspectivas, están ligadas a otro gran proyecto de la Europa actual: la ampliación. El pasado 12 de diciembre en la ciudad de Copenhague, la Unión Europea dio un paso trascendental con la celebración del Consejo Europeo, al aceptar la adhesión de 10 nuevos estados miembros con 75 millones de ciudadanos, con fecha de entrada el primero de enero de 2004. Dos países más, Bulgaria y Rumania, podrán adherirse en 2007, un plazo adicional para terminar de poner en práctica las condiciones mínimas de reforma política y económica definidas en la propia cumbre de Dinamarca. A Turquía se le ha fijado "una fecha para fijar una fecha", en diciembre de 2004, momento en que se verá si para ese entonces se han hecho progresos suficientes en el respeto de los derechos humanos, en la separación entre el poder militar y el civil, y en la autonomía política de las minorías: es decir, 95 millones de ciudadanos más serían miembros de la Unión. Ahora bien, en ese contexto de ampliación europea, la creación del euro simboliza una combinación de esperanzas y temores. Dada la mala calidad de las monedas nacionales de los nuevos miembros, pronto veremos la moneda europea circular por todo el continente, desde las orillas del Atlántico portugués hasta la frontera con Rusia. Ya son varios los países aspirantes a formar parte de la Unión Europea que han fijado el cambio de su divisa al euro; en otros, la gente usa el euro como segunda moneda para intercambios y contratos. Sin embargo, como lo explica la profesora experta en economía política internacional de la Universidad Pompeu Fabra, Caterina García, "son dos las condiciones necesarias para que la moneda única no acabe generando más perjuicios que beneficios: una, que los individuos se muestren dispuestos a soportar la disciplina de una moneda firme y los gobiernos a llevar a cabo las reformas que exige un mundo en competencia; otra, que la moneda única no cree la ilusión de que es un símbolo e instrumento de un nuevo Estado central, y que por el mercado en que se mueve puede con arrogancia enfrentarse al dólar sin miramientos ni contemplaciones". Por otra parte, en un seminario sobre el balance del euro auspiciado por las instituciones comunitarias y llevado a cabo en Madrid hace pocos días, se planteaba que en el interior de la Unión Europea luchan dos tendencias contrapuestas: una hacia la apertura, otra hacia el encasillamiento. Estas tendencias ya afloran en el euro y se perciben en el proceso de ampliación. Una moneda llevada con ortodoxia tiene sus exigencias, y para que el euro no se vea adulterado por exigencias políticas deberá evitar ponerse al servicio del Estado y sus gobiernos: la moneda no es un símbolo del Estado ni un instrumento de expansión nacional. Por el contrario, ha demostrado ser un símbolo regional dispuesto a convertirse en pilar fundamental del proceso de ampliación hacia el Este. *Corresponsal de SEMANA en Madrid