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Colombia estrena parque amazónico

Los indígenas de la etnia inga pidieron la creación de la reserva de 68 mil hectáreas en una zona de producción cocalera rica en biodiversidad, donde habitan numerosas especies que aún no han sido clasificadas.

María Isabel García*
11 de diciembre de 1980

Artículo de Tierramérica

La necesidad de proteger a la comunidad indígena inga y el hallazgo de especies de aves, insectos y plantas sin clasificar, determinaron en Colombia la creación del Parque Nacional Natural Alto Fragua - Indiwasi, una voz inca que significa casa del sol.

El nuevo parque, creado por decreto gubernamental en febrero, cubre una superficie de 68 mil hectáreas en el meridional departamento de Caquetá, en la Amazonía, la zona de mayor diversidad biológica de Colombia, uno de los 13 países de más riqueza silvestre del mundo.

Los indígenas solicitaron la creación del parque en 1999 para proteger la zona de la presión de los agricultores desplazados de otras regiones, de los contaminantes cultivos de coca y adormidera, y de la política gubernamental de erradicación de esas plantaciones ilegales.

El Indiwasi funcionará bajo una administración concertada con las autoridades indígenas, y es el más nuevo de los 47 parques naturales del país, un sistema que protege de manera especial 9,8 millones de hectáreas, casi nueve por ciento del territorio colombiano.

La población indígena habita en cinco refugios y 17 comunidades y asentamientos de la llamada Bota Caucana, una zona donde se mantiene el vínculo cultural con los ancestros, que hicieron de este lugar punto de encuentro de sacerdotes y curacas (médicos tradicionales).

Esa fue la referencia que siguieron los primeros europeos que llegaron a la zona en 1542, en la expedición encabezada por Hernán Pérez de Quesada, en busca del legendario El Dorado.

El presidente Andrés Pastrana reconoció, al firmar el decreto de fundación del parque, el empeño de los grupos inganos, sionas, kamentsás y cofanes, nucleados en la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana.

Se trata de "sabios que con sus conocimientos ancestrales están aportando nuevas herramientas para el progreso de la ciencia y la cultura de la convivencia", sostuvo Pastrana.

Es necesario proteger el territorio y la medicina tradicional, "porque si se acaban las montañas, perdemos la autonomía y la cultura", afirmaron a Tierramérica Azael Delgado, gobernador del refugio de Urallaca, y Marco Antonio Jacanamijoy, gobernador de la Asociación de Cabildos Tandachiridu Inganokuna.

"A los colonos les gusta tumbar el monte y con los cultivos ilícitos se contamina el agua. Además, está el problema de las fumigaciones (que efectúa el ejército con el plaguicida glifosato) que traen diarreas, granos y fiebre", afirmó el médico indígena Luis Criollo.

Criollo, de 50 años, vive en Santa Rosa de Guamuez y se formó como médico tradicional hace 20 años. De su estrecha relación con las plantas sostuvo que "con sólo mirarlas, conozco todas las que hay en el bosque".

El sanador tomó parte en la evaluación de especies del parque, organizada por comunidades locales, el estatal Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y la no gubernamental Amazon Conservation Team.

"Hasta ahora el aprendizaje más importante ha sido distinguir lo bueno de lo malo, y lo bueno siempre es lo que resulte mejor para la comunidad", afirmó Criollo, quien viajó a Bogotá para asistir al acto de fundación del parque.

"La sabiduría de nuestra medicina está en curar las enfermedades espirituales. Con inyecciones y pastillas no se puede curar un mal aire o un mal viento, ni la más grave de todas las enfermedades: la muerte de espíritu", aseveró.

Junto a Criollo llegaron a la capital otros dirigentes indígenas, como Natividad Mutumbajoy, encargada de los programas de educación étnica, cuyo propósito es enseñar a niños, niñas y jóvenes la lengua de los inganos, "que se ha perdido mucho en las escuelas blancas".

"Tienen el español muy metido en la cabeza. Deben hacer grandes esfuerzos para volver a hablar como los mayores, pero para eso apelamos a la andiguasca, la planta que ilumina y transmite la sabiduría", afirmó Mutumbajoy.

La sabiduría local se vuelve a veces poesía, como la de Francelina Muchavisoy, una ingana que canta: "El tambor será mi casa/ la cuna la canoa/ el remo mi futuro/ el río mi camino/ la selva la ciencia/ la tierra la base/ el sol mis alcances/ el aire mis pulmones/ la sangre la savia".

* La autora es corresponsal de IPS para Tierramérica