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Guerra en Irak

El Plan para un Iraq de Posguerra

Columna de Steve Hadley, viceasesor de Seguridad Nacional del Presidente Bush. Publicada en The Washington Post el pasado 28 de febrero de 2003.

Steve Hadley
9 de febrero de 2003

Si Saddam Hussein se niega a desarmarse y hace inevitable la guerra, será una guerra de liberación, no de ocupación. Como lo dijo el presidente Bush en su discurso ante las Naciones Unidas en septiembre pasado, "la libertad del pueblo iraquí es una gran causa moral y un gran objetivo estratégico. El pueblo de Iraq lo merece, y la seguridad de todas las naciones lo requiere".

Asegurar esta libertad y sostenerla en un Iraq posterior a Hussein será una empresa enorme. Pero estamos bien preparados. La planificación se ha venido desarrollando durante meses, en cada agencia pertinente del gobierno de Estados Unidos.

Los objetivos que planificamos son claros. Primero, junto con nuestros socios en la coalición, debemos asegurar el flujo rápido de socorro humanitario a Iraq. La actual situación humanitaria en Iraq es débil. La mayoría de los iraquíes dependen, para alimentarse, de las raciones del programa de petróleo por alimentos. Pero la manipulación que hace del programa el régimen iraquí ha conducido a tasas de mortalidad y desnutrición peores que antes de la guerra del Golfo Pérsico.

Hussein tiene antecedentes de fabricar crisis humanitarias. Debemos estar preparados para eso, y lo estamos.

El gobierno de Estados Unidos almacena cerca de 3 millones de Raciones Humanitarias Diarias para cubrir necesidades alimentarias de emergencia.

Almacenamos también frazadas, recipientes de agua, medicinas esenciales y otros artículos de socorro capaces de ayudar hasta a un millón de personas. Mucho de este material ya está en la región, y hay más en camino.

Para distribuir estos y otros materiales, dependeremos primordialmente de las agencias de socorro civiles. Contamos con los esfuerzos de organizaciones internacionales tales como las Naciones Unidas y la Cruz Roja y la Media Luna Roja, al igual que varias organizaciones no gubernamentales. Estos grupos cuentan con la pericia, el personal y el equipo que pueden significar literalmente la diferencia entre la vida y la muerte. Financiaremos y facilitaremos sus esfuerzos al máximo posible.

En circunstancias en que no haya disponibles agencias de las Naciones Unidas u organizaciones no gubernamentales, se podrá pedir a las fuerzas armadas estadounidenses que presten socorro limitado. Tal socorro será guiado por expertos civiles, con la meta de llevar agencias civiles hasta estas áreas tan rápidamente como sea posible.

Para coordinar toda esta actividad, el gobierno de Estados Unidos entrena a un equipo de respuesta para dar ayuda en caso de desastres, el más numeroso en la historia estadounidense, compuesto por 60 personas. Formado por profesionales de emergencia humanitaria de varias agencias, el equipo contará pronto con representantes en Kuwait, Turquía, Jordania y Qatar.

Trabajaremos también para reconstruir la infraestructura de Iraq, que durante años ha sido mal administrada y descuidada. Los esfuerzos iniciales incluirán restablecer la electricidad y el agua potable, al igual que ocuparse de las necesidades inmediatas de atención médica y salud pública.

A largo plazo, ayudaremos al pueblo iraquí a crear un sistema económico más estable y enérgico. Específicamente, les ayudaremos a crear un sistema moderno de tributación y presupuesto, a estabilizar el dinar y resolver las obligaciones de deudas y reparaciones.

Una parte esencial del esfuerzo de reconstrucción consistirá en asegurar que se protejan de los actos de sabotaje del régimen de Hussein de los recursos naturales de Iraq, y que se los usen en beneficio del pueblo iraquí. Los recursos naturales de Iraq le pertenecen a todo el pueblo iraquí y, luego de décadas de ser usados para construir palacios y armas de destrucción en masa, se usarán finalmente para su beneficio, no el de Hussein.

Finalmente, un Iraq posterior a Hussein será verdaderamente libre y democrático. Estados Unidos no buscará dictarle al pueblo de Iraq el carácter preciso de ese régimen. Pero nadie debería sentirse interesado en simplemente reemplazar un dictador por otro. La meta --que tenemos confianza en compartir con el pueblo de Iraq -- es un Iraq que avanza hacia la democracia, en el que los derechos individuales estén protegidos sin distinciones de sexo, religión u origen étnico.

Ayudar a un Iraq posterior a Hussein y reconstruirlo requerirá un esfuerzo enorme. El éxito será posible sólo si se colabora con los vecinos de Iraq y la comunidad internacional. Y, por encima de todo, necesitaremos el apoyo del pueblo de Iraq. Estados Unidos se esforzará para conseguir ese apoyo.

Muchos ya se preguntan cuánto tiempo se prepara Norteamérica a quedarse en Iraq. La respuesta es directa y franca: nos quedaremos tanto tiempo como sea necesario, pero ni un día más. Desde el comienzo, atraeremos a los iraquíes libres a la tarea de reconstruir su país, y transferiremos responsabilidades a entidades iraquíes tan pronto como sea posible.

Es una responsabilidad impresionante. Cuando los investigadores del futuro estudien la historia del Mediano Oriente a principios del siglo XXI, en lugar de preguntarse "¿Qué salió mal?", se preguntarán "¿Por qué salió bien?" Si lo hacen, una de las respuestas será que las naciones libres del mundo comprendieron que sus valores y sus intereses apuntaban en la misma dirección: hacia la libertad.