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Hacia el polo norte

Tres motociclistas antioqueños se aventuraron hasta el punto habitado más cercano al polo norte. Superaron el agotamiento, las altas y bajas temperaturas y se enfrentaron a los más espléndidos parajes para demostrarse a sí mismos que podían hacer un alto en el camino y soñar.

Luz Adriana Gutiérrez*
9 de febrero de 2003

Ya estaba todo listo para arrancar. Las motos en sus embalajes con destino a Panamá y la expectativa gravitando en el pecho de los cuatro aventureros. Los mismos que año y medio atrás comenzaron a preparar una travesía desde Colombia hasta Alaska en moto, con la consigna de llevar la imagen buena de su país a lo largo de la ruta. Por eso bautizaron su aventura Alaska RH Positivo.

La partida estuvo prevista para el 5 de mayo pasado y de ahí en adelante todo fue un verdadero reto. Casi 52 mil kilómetros de recorrido ida y vuelta, 747 galones de gasolina consumidos , nueve países tocados en la ruta, cuatro juegos de llantas agotados y temperaturas desde 42 grados hasta ?2 grados centígrados. En fin, ¡un verdadero desafío!

¿Los protagonistas? Tres amigos de infancia. Del tipo de los que aprenden a cabalgar en bicicletas de bicicros cuando apenas han empezado a modular. Más adelante cuando la ocasión se los permite se suben en una moto y la plenitud de esta experiencia hace que estos jóvenes jamás quieran entender la vida sin este artefacto excitante y bulloso.

Fue así como diseñaron su futuro contando con un par de ruedas, una bocanada de viento en la cara y esas ínfulas de libertad rebosándoles por los poros. Ahora, cuando todos exceden los 40, Mauricio Tirado, agente que programa rutas de turismo, Tiberio Jaramillo, mecánico y Mauricio Gallo, representante de accesorios y elementos para estos vehículos, se comprometen con este desafío y le cuentan a SEMANA como se prepararon para esta experiencia.

Soporte

La única mujer que se le midió al kilometraje fue Clara Inés Agudelo, laboratorista dental, esposa de Mauricio Gallo. Con toda dedicación leyó mapas, avisó las salidas de las autopistas y fue el soporte femenino para el equipo. Mediadora, no en pocas ocasiones necesitó intervenir en las discusiones que surgían entre los amigos por simple agotamiento. Porque de toda la experiencia vivida, la convivencia se torna uno de los más exigentes retos. "Para mi viajar en grupo fue un desafío muy grande, -comenta Clara- Enriquecedor. Compartir tantos momentos tan estrechamente es muy exigente y precisa mucha tolerancia. Entender el cansancio y el estrés que generan ciertas circunstancias a cada uno".

Ligero equipaje

Para el viaje empacaron cuidadosamente, a razón de 60 kilos cada uno, un menaje que contenía equipo de camping, ropa, herramientas, repuestos y algunas cosas de botiquín. Todo debería caber perfectamente dispuesto en el estrecho espacio que permitía cada una de las tres motos de alta cilindrada, 1.100 c.c. En estas salvarían la distancia que los separaba del punto habitado más cercano al Polo Norte. Prudhoe Bay, en Alaska, un sitio paradójico ya que no ofrece ningún otro interés, salvo el de estar en el círculo polar Artico y existir en función del oleoducto que pasa por allí. Y sin embargo muchos desean alcanzarlo. Prudhoe ha cosechado el honor de ser considerado un verdadero trofeo para los motociclistas de aventura . Algo así como para los alpinistas llegar al Everest?, o para Ulises, Itaca.

Durante seis meses los cuatro viajeros se sometieron a una estricta rutina de ejercicios para estar a tono y con el fin de tener un control de gastos, plantearon una cuota de 35 dólares por persona cada día. De esta forma racionaron los recursos que por tres años se propusieron ahorrar para hacer realidad su viaje. A este propósito se sumó el apoyo de Oduperly, empresa que creyó en el proyecto y les aportó material fotográfico, rollos y revelado. Con lo que trajeron más de 2.000 fotografías de todo el recorrido.

La trocha

Panamá fue un destino rápido que los condujo a Costa Rica. Donde un grupo de empresarios colombianos afiebrados por el tema motociclístico los acogió durante seis días y los acompañó a viajar por los alrededores. De este país pasaron a Nicaragua. Una vez allí percibieron el progreso de Managua, una red vial impecable, señalización, modernos edificios, Mc Donalds, grandes bancos y construcciones muy recientes. "Vimos cómo la inversión extranjera está a la orden del día en Nicaragua y se anuncia en carteles todo el tiempo. Además nos pareció seguro", comenta Mauricio Gallo.

Y continúan contando en una ráfaga de memorias que se agolpan por salir. Sensaciones, encuentros, afectos conquistados en la contingencia del camino.

Entonces se refieren a la gran cantidad de personas que encontraron en la carretera, en una bomba, en un sitio de descanso, los que ellos llaman "ángeles de los aventureros". Seres a quienes describen como gente amigable, dispuesta a hablar con los viajeros y ayudarles en lo que pueden, inclusive prestándoles sus casas. "Es increíble encontrarte con gente así. Que no está prevenida por los grandes riesgos que vivimos aquí. Que confían y se preocupan por el desconocido, sin ninguna discriminación. Confiando en lo que les contamos y disfrutando nuestra aventura como propia. Este fue uno de los regalos más grandes que nos dimos con este viaje. Conocer gente maravillosa", Recalca Mauricio Tirado. Lo que siempre asombra a los colombianos cuando salen es que no se refieran a la violencia que vive el país, ni al narcotráfico. Así les sucedió a estos viajeros que por el contrario encontraron en las paradas personas con "un interés muy vivo por los paisajes y recursos turísticos que ofrece este país y por la calidad de su gente", cuenta Clara.

Acamparon el 90 por ciento de las noches y para calmar el hambre compraban la comida en la tienda más cercana. Este consistía en pan, vino, jamones, quesos y frutas, por lo regular. Aunque una vez lograron fabricar un potaje de asado en un fogón de un parque forestal, que acompañaron con papas, en platos desechables sobre un mantel improvisado con el pareo del vestido de baño de Clara. Algunas veces tuvieron que bañarse en el mar, para lo cual idearon el truquito de cubrirse luego el cuerpo con talco con el fin de evitar la comezón en la piel.

Uno de los grandes recursos con que contaban los viajeros fueron las relaciones que les permitía Horizonts Unlimited. Tiberio es el representante en Colombia y por medio de este abrió muchas puertas en sus destinos intermedios, pues la organización se ocupa de guiar a los viajeros en moto por todo el mundo. Prestándoles asesoría, permitiéndoles revisar sus motos en talleres de sus miembros o simplemente ayudándolos a conocer un poco más de las regiones y de las rutas. Así fue como conocieron en San Diego a un grupo de motociclistas que los recibieron con un gran desayuno y compartieron con ellos impresiones del viaje.

La red

Hay algo especial en el perfil de los motociclistas de aventura. Son personas que han establecido una formas de conexión y de intercambio bastante saludables para su propósito de desplazamiento. Son de talantes amigables y de puertas abiertas ante un viajero de los suyos. Como una hermandad que hace que las fronteras que otros humanos se esfuerzan en elevar, se reduzcan y se conviertan en vínculos... (Aunque claro, tampoco falta el motociclista que le da la vuelta al mundo en solitario).

En Estados Unidos usaron la ruta 1 Pacífico. La favorita de los motociclistas por su paisaje de acantilados sobre el océano Pacífico. Aprovecharon para pasar por el Parque de las Sequoias en California. "En Yosemite nos sentimos pequeños. En San Francisco pasamos el Golden Gate en nuestras motos y al salir celebramos con vino californiano a y una fogata. Para ambientar nuestro viaje Clara llevó 20 CD con música de Queen, trova cubana, Beatles, vallenato, ranchera y Supertramp", que fueron un alivio para los momentos de descanso.

De ahí siguieron a Oregon donde los paró un policía por exceso de velocidad, iban 20 millas por encima de lo permitido y sin embargo les perdonó, "porque veníamos de muy lejos e íbamos para mucho más lejos," recuerdan.

En adelante bebieron kilómetros de viento, bajas temperaturas y bellísimos paisajes hasta llegar Fairbank el 5 de agosto. "Aparentemente poco nos faltaba para la meta" recuerdan. Pero lo cierto es que fueron 840 kilómetros , 700 de estos destapados, llovía y había un pantanero horrible. La temperatura alcanzaba los 2 ó 3 grados que en la moto se convertían en 2 ó 3 grados bajo cero. "Cuando llegamos a Prudhoe encontramos un pequeño almacén de souvenires donde nos saludaron amigablemente. Eramos los únicos colombianos que habíamos ido por allí como nos confirmó la vendedora del almacén".

Allí mismo les previnieron de guardar con celo las provisiones porque un oso Grizzly se encontraba merodeando. Efectivamente a las 11 de la noche este apareció. "El cielo aún se encontraba bastante claro por lo que pudimos verlo luchando por abrir las latas donde los lugareños depositan las basuras cuidándolas de los osos que las saquean en busca de alimento, pasta de dientes, snacks, etc. Después de esto tendimos nuestra carpa, ya demasiado cansado, dispuestos a saborear nuestro triunfo al día siguiente". Al otro día un frío que penetraba dolorosamente el cuerpo los hizo levantar. Eran las 6 de la mañana. Y estaban celebrando con café, beagles y jamón en el paisaje glaciar más sobrecogedor.

Después de desdoblar el camino y volver a casa a finales de octubre, queda la memoria de haber cumplido un sueño. Más enriquecidos y con la determinación de que otra vez lo harán. Volverán a parar la cotidianidad por otros cinco meses simplemente para vivir una aventura. Sin grandes sobresaltos, porque todo lo han planeado minuciosamente, pero con la determinación de darse el gusto de saborear por un tiempo la maravilla de otros paisajes y la calidad de otras gentes y confirmar que ¡Eso sí es vida!

* Corresponsal de SEMANA en Medellín