Salud
La delgada línea
¿Es usted un bebedor social o un alcohólico? Averígüelo respondiendo el test de Alcohólicos Anónimos. Si resulta ser lo segundo, le convendrá leer el artículo de María Fernanda Moreno.
¿Qué tienen en común las fiestas de Navidad, año nuevo, cumpleaños, bautizo, aniversario, graduación, ascenso y matrimonio? En todas abunda el licor. Los invitados pueden separarse en dos grupos: los que beben y paran cuando han superado el límite de la sobriedad y los que toman hasta quedar completamente ebrios, hacen espectáculos, pelean o, cuando los demás invitados están de buenas, se duermen. La diferencia es importante. Los del primer grupo son bebedores sociales. Mientras que los del segundo pueden estar cruzando esa delgada línea que separa a una persona normal del alcohólico. El trago los controla. No hay que emborracharse con frecuencia para clasificar como alcohólico. Basta sentir el deseo insaciable por beber, la pérdida del control una vez comienza a hacerlo, la dependencia física al licor y la necesidad de beber cada vez más para sentirse ebrio o perder el conocimiento. Hay quienes se toman dos tragos y buscan peleas, se tornan violentos y pueden cometer toda serie de abusos. Para los especialistas una persona que presente cualquiera de estos síntomas necesita ayuda. Todo comienza en casa Pero llegar a darse cuenta de esto no es fácil. El alcoholismo es considerado una adicción y como tal, rara vez quien la padece la reconoce. Menos en un país como Colombia, donde cualquier excusa es buena para beber y no es un pecado emborracharse hasta caer. Al borracho se le tiene lástima y se le trata con consideración. Y, al día siguiente de la borrachera, se le despierta con un caldo o una cerveza bien fría para pasar el guayabo. Además es el tema de conversación y de risa de los próximos días, cuando no meses. La cultura es parcialmente responsable de que el 4.7 por ciento de los hombres colombianos, según la última encuesta de salud mental del Ministerio de la Protección Social, sean alcohólicos. La genética también tiene una cuota de culpa. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud reveló que cuando uno de los papás es alcohólico, hay un 34 por ciento de probabilidad de que su hijo sufra algún tipo de adicción, puede ser al alcohol, a las drogas, a los juegos. Las posibilidades son casi del 100 por ciento cuando ambos padres padecen la enfermedad. Además el alcoholismo tiene un efecto multiplicador. El niño que ve a alguno de sus padres borracho varias veces a la semana puede pensar que eso es lo que hace la gente grande y querrá imitar ese patrón. Esa es la explicación que encuentran los expertos para que los niños comiencen a tomar a una edad cada vez más temprana. Según el antiguo programa Rumbos, en 2002 el 69 por ciento de los niños entre 10 y 14 años ya había probado el alcohol. En promedio, los jóvenes empezaban a tomar a los 12 años y medio. Se teme que la edad hoy, tres años después, sea menor. Pero no hay estudios oficiales que así lo demuestren. "Cada vez recibimos más llamadas de profesores preocupados porque descubren a niños bebiendo licor que llevaron al colegio camuflado en botellas de agua o en termos. Definitivamente el consumo de alcohol en los menores es cada vez más alto", afirmó el coordinador del grupo de Bogotá de Alcohólicos Anónimos, que quiso mantener su nombre en reserva. ¿Qué hacer? Por supuesto, los niños no tienen que asistir a reuniones de grupo, y mucho menos son catalogados como alcohólicos. Pero sí son un grupo vulnerable. Por eso hay cada vez más campañas dirigidas a ellos y toda una metodología para llegarles y evitar que se conviertan en adictos en el futuro. Ellos están a tiempo de evitar esa dolorosa experiencia. Los sicólogos le recomiendan a los padres no esperar a descubrir que el niño está consumiendo licor o que llegue borracho a la casa para hablar del tema del alcoholismo y sus riesgos. Los jóvenes deben tener claro lo qué le ocurre a los alcohólicos y la incomodidad que le generan a las demás personas. Tampoco es suficiente esconder las bebidas. Simplemente ellos deben entender por qué no se debe tomar y formarlos para que sean capaces de asumir sus propias decisiones y no dejarse afectar por la presión de grupo. "Ellos llegan a la adolescencia cada vez más temprano. Ésta es una etapa en la que se están descubriendo y tratando de probar cosas nuevas. Por eso es indispensable el acompañamiento amoroso, crearles una alta autoestima y un entorno de seguridad", aconseja Dora Boxiga, trabajadora social de Rednacer, un programa del departamento de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional. El grupo se enfoca en los estudiantes que pasan del colegio a la universidad, pero reconocen la necesidad de empezar desde primaria, si es posible. Asimismo, Alcohólicos Anónimos aconseja que cuando el padre tiene un problema con la bebida, lo reconozca frente a sus hijos y les explique las consecuencias. "El padre debe decirle a su hijo: 'tengo un problema, una adicción con serias consecuencias. Tú no debes seguir ese ejemplo'. Pero nunca hablar del alcohol en términos de prohibición", explica el coordinador de Alcohólicos Anónimos. Cuando la preocupación llega tarde La realidad demuestra que estas campañas de prevención no son siempre efectivas. Por eso hay cada vez más alcohólicos que necesitan un tratamiento que no está en manos de sus familiares y mucho menos de ellos mismos. Para llegar al tratamiento, primero el alcohólico tiene que aceptar su enfermedad y aceptar ayuda. Después de esto, puede seguir varios tratamientos que prestan en hospitales y centros de rehabilitación. Casi todos incluyen asistir a reuniones del programa de Alcohólicos Anónimos, una comunidad de más de dos millones de personas en 160 países, que apunta a que "hombres y mujeres dejen de beber gracias a la ayuda mutua". Pero no hay tratamientos cien por ciento eficaces. Hasta el momento no se le ha encontrado una cura al alcoholismo. "Nuestra meta es tratar de dejar de beber por 24 horas. Así podemos pasar días, meses y años sobrios. Pero en cualquier momento podemos recaer. La enfermedad es un ciclo", explica el coordinador del grupo en Bogotá. Por eso, insiste, el acompañamiento es indispensable. El abuso del alcohol no sólo debilita a la familia y afecta el rendimiento laboral y escolar. También ocasiona accidentes de tránsito, peleas callejeras, violaciones y accidentes laborales. Por eso desde hace algunos años es considerado un problema de salud pública que tiene que ser acabado a como de lugar. Pero mientras en la publicidad de las licoreras se limiten a advertir que "el exceso de alcohol es perjudicial para la salud", después de haber mostrado exuberantes modelos con una botella de licor en la mano; mientras la cerveza sea el símbolo del fútbol nacional y el alcohol siga siendo una manera de integrarse a la sociedad, pasarla bien y divertirse, el panorama es bastante desolador. *Periodista de SEMANA.COM Vea además: "Yo soy alcohólico" iframe Más información - Alcohólicos Anónimos Carrera 10 No. 16 - 39, oficina 1009 Teléfonos: 2844271 - 2843428 www.cnaa.org.co