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La presencia internacional

23 de septiembre de 2002

EL TIEMPO.-Después de haber servido como salvavidas en la reciente crisis del proceso de paz, la comunidad internacional quedó involucrada como actor fundamental. Más allá de esa participación, buscada por el gobierno, el conflicto tiene de hecho amplias ramificaciones internacionales. Está el problema transnacional del narcotráfico, que es fuente de financiación de la insurgencia y las autodefensas. Está el nerviosismo de los países vecinos que temen el contagio de la violencia. Está, en fin, el terrorismo, del que son acusados tres grupos colombianos. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo hacer

que la internacionalización del proceso de negociación sea útil para aclimatar la paz? No hay que perder de vista que en la política internacional los países se comportan según sus intereses.

BRUCE MICHAEL BAGLEY.-La expresión "comunidad internacional", es un eufemismo. En las relaciones internacionales no hay sentido de comunidad, no hay amigos sino intereses. Si otros países se involucran en el proceso de paz es preciso tener presente que lo hacen siguiendo sus propios intereses, no necesariamente acordes con los de Colombia. Esta dura realidad no significa que los actores internacionales no puedan jugar un papel positivo. Pero esforzarse por la paz y conducir hacia allí el proceso es responsabilidad de los colombianos.

SOCORRO RAMIREZ.-Se requiere mayor claridad sobre los fines y modalidades de la presencia internacional para que quien interviene no imponga su propia agenda. Es necesario que los agentes externos busquen ayudar realmente a la paz, y también que las negociaciones produzcan resultados. De lo contrario es posible que se nos imponga una salida desde afuera o que se nos abandone a nuestra propia suerte.

EL TIEMPO.-Es preciso descartar, por imposible y por indeseable, un aislamiento frente al resto del mundo. Cualquiera que sea la misión que se le entregue a la diplomacia extranjera, las corrientes predominantes hoy en el mundo de compromiso con la democracia y los derechos humanos son más favorables a una estrategia de diálogo que de confrontación.

BRUCE MICHAEL BAGLEY.-Estados Unidos es hoy por hoy el actor internacional más importante. Bajo Clinton, el Plan Colombia se concentró en la lucha antidrogas y en la modernización del ejército. Después del 1 í de septiembre se evaporó el poco respaldo al proceso de paz que había en Washington. En su reciente propuesta presupuestal, el gobierno de Bush pidió un aumento de la ayuda militar a Colombia para proteger el oleoducto Cano Limón-Coveñas contra los ataques de la guerrilla. Es el comienzo de un cambio de política, con un mayor énfasis en la confrontación que en la negociación.

[Y por tanto, con un mayor riesgo de que Colombia pueda llegar a ser objeto de una intervención directa en nombre de la lucha contra el terrorismo y el narcotráf?co. Ya se sabe cómo las potencias proceden hoy a esas operaciones: arrasando primero desde el aire los territorios intervenidos a fin de hacer la guerra sin sufrir bajas.]

ALFREDO RANGEL SUÁREZ.-El futuro no pinta bien: tregua parece que no va a haber. Y como todo el mundo afirma de manera equivocada que no se puede seguir negociando en medio del conflicto, lo que se ve venir es una confrontación por un tiempo indeterminado y con un resultado muy incierto. El haber condicionado la continuación de los diálogos a un acuerdo sobre la tregua va a acabar con los diálogos. La propensión a la guerra se ve reforzada por las percepciones igualmente erróneas que cada parte tiene de la otra: la gente cree que el ejército ya está en capacidad de derrotar a la guerrilla, mientras que la guerrilla cree que el ejército está colapsando. En la situación creada por la ruptura, el gobierno tendría que declarar el estado de emergencia interior y aumentar fuertemente los efectivos y los gastos militares, mientras que las Farc apostarían a generar una grave crisis saboteando las exportaciones y afectando la provisión de alimentos y el suministro de energía y agua a las ciudades. Estamos en el umbral de una situación catastróf?ca.

HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA.-Rotos los diálogos Marulanda podría escoger a un presidente que arme por fin la "gran guerra civil" que pretenden las Farc desde hace cuarenta años.

CARLOS ALBERTO MONTANER.-Un gobierno que acepta parlamentar, hablar, buscar acuerdos con un grupo subversivo, no hace más que dar el siguiente mensaje: no podemos ganar, nos vemos obligados a pactar. Este tipo de actitud desmoraliza a las Fuerzas Armadas. El candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez expresa y comprende muy bien todo esto. Para él, la paz no puede consistir sino en que los narcoguerrilleros devuelvan el territorio que se les ha cedido, entreguen las armas y se sometan a la vigilancia de organismos internacionales. De lo contrario hay que derrotarlos en el campo de batalla y someterlos a la autoridad de la ley. Uribe ha dicho que, si es necesario, pedirá ayuda internacional para ganar la guerra. Si es presidente, va a encontrar la comprensión de Washington y abundante ayuda militar.