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López Trujillo, poderoso y archiconservador

El cardenal que falleció el sábado fue hábil para conseguir poder, se obsesionó con perseguir a la izquierda y fue retrógado frente a la moral privada. Retrato de Hernando Salazar, autor de su biografía.

Hernando Salazar Palacio
21 de abril de 2008

López Trujillo ha sido el cura colombiano más famoso internacionalmente y el que más lejos llegó en la curia Vaticana. Los últimos 18 años de su existencia vivó en Roma al frente del Consejo Pontificio para la Familia y fue amigo cercano de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
 
La fama de López Trujillo superó incluso la del cura guerrillero Camilo Torres, quien murió a finales de los años 60 en un combate con el ejército colombiano, poco después de haber tomado las armas y haberse ido al monte con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).Curiosamente, López Trujillo llegó a ser amigo de Torres, cuando ambos estudiaban en el Seminario Mayor de Bogotá, a mediados de los años 50.

Es más, el futuro cura tolimense simpatizó con las corrientes progresistas que entonces comenzaban a llegar a la iglesia Católica. Sin embargo, después de que Camilo murió López Trujillo perdió su cátedra en el Seminario Mayor, debido a las medidas que tomó el cardenal Luis Concha contra ciertos profesores.

López Trujillo se reacomodó. Se dio cuenta de que su carrera tendría más futuro al lado de otros mentores. Y, entonces, hizo su tesis sobre las ideas políticas de Carlos Marx y se alineó con los sectores más conservadores de una jerarquía como la colombiana que desde entonces tenía fama de ser de las más conservadoras del continente.

López Trujillo, nacido en Villahermosa, un pequeño pueblo conservador del norte del Tolima, pero criado en Bogotá, tenía claro que quería llegar lejos. Lo logró gracias a su inteligencia y a su oratoria, pero también a la dureza con la que actuaba y a sus habilidades para hacer alianzas.

Rápidamente fue obispo, secretario y luego presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), arzobispo y cardenal. Y por ninguna parte pasó indadvertido. Rápidamente también se convirtió en el mejor aliado del Vaticano en la lucha contra los sectores de la Teología de la Liberación en América Latina que los guardianes de la Fe consideraban “desviados”.

Por eso, actuó con mano dura. Desde el CELAM, López Trujillo fue un implacable perseguidor de curas, monjas y religiosos sospechosos de ser izquierdistas o que desobedecieran la interpretación que Roma hacía de la palabra divina. Una gran cantidad de teólogos, sacerdotes y monjas de América Latina fueron suspendidos y sancionados, y otros más separados de cargos donde pudieran tener influencia.

Muchos expertos aseguran que esa obsesión llevó a López Truiillo a ver marxistas donde no había. Otros, como el obispo colombiano Libardo Ramírez, dicen que López fue “una persona incomprendida”.

Fue desde el CELAM donde López Trujillo organizó la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla, en México. Allí se reinterpretó todo lo que se había avanzado en la Conferencia de Medellín en 1968, cuando la Iglesia Católica latinoamericana había optado por los pobres, como complemento al Concilio Vaticano II, en el que el papa Juan XXIII impulsó reformas, como la abolición de la misa en Latín

Mientras estaba en el CELAM López Trujillo era arzobispo de Medellín. Allí también tuvo tiempo para perseguir a curas que ni siquiera militaban en la Teología de la Liberación, sino que simplemente hacían misas carismáticas, que pintaban desnudos y usaban modelos vivos, o que se atrevían a cuestionarlo en privado o en público. Cuando en 1986 Juan Pablo II visitó Medellín, más de 80 sacerdotes habían firmado una carta de protesta contra el cardenal-arzobispo, pero nunca pudieron entregarla.

Sin embargo, el descontento con López Trujillo en Medellín trascendía internacionalmente, así como había trascendido en otros países su batalla contra la Teología de la Liberación. Entonces en 1990 López Trujillo fue nombrado presidente del Consejo Pontificio para la Familia.

Ese consejo no era un ministerio de primer nivel en el Vaticano, pero el colombiano lo aprovechó para tener protagonismo internacional. Hablar de la familia era un escenario ideal para tocar temas sensibles como el aborto, el divorcio, la indisolubilidad del matrimonio, el control de la natalidad y la prevención de enfermedades de transmisión sexual, como el VIH/Sida.

López Trujillo se convirtió el abanderado de una doctrina que consideraba que el uso del condón no era el mejor método para prevenir enfermedades como el VIH/Sida. En efecto, dedicó muchos discursos y entrevistas a sostener que el condón, además de no ser el mejor método para evitar la transmisión de enfermedades sexuales, estaba hecho de látex, un material no infalible. Una postura, que según sus críticos tuvo efectos devastadores en países africanos con amplias comunidades católicas.

Y habló contra las uniones homosexuales y rechazó la posibilidad de que adoptaran hijos y también contra el uso de embriones humanos para investigación médica.

También dijo que si los divorciados católicos querían comulgar en las misas, debían vivir como hermanos, es decir, sin tener sexo. Cuando la Corte Constitucional de Colombia aceptó el aborto en casos extremos, entonces López Trujillo afirmó que los magistrados habían quedado excomulgados automáticamente.

Así era López Trujillo, un hombre bueno, piadoso y ejemplo para las futuras generaciones, desde el punto de vista de sus defensores, pero para sus contradictores, un obsesivo que contribuyó a que la Iglesia Católica tuviera las posiciones más ultraconservadoras en todos los frentes.