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Park Avenue se convierte en Caracas

El pasado miércoles, 15 de enero, fue un día de conmoción en The Americas Society, un adorable townhouse en el Upper East de Manhattan donde se promueve el diálogo entre los países de las Américas. A las 8:15 de la mañana, a pesar del violento frío y la amenaza de nieve, ya se veían cuatro mujeres venezolanas. Vestían sombreros con la bandera venezolana y cargaban pancartas que decían "Gracias Líderes Democráticos" escrito encima de un corazón en papel de arco iris.

Paula Kling*
18 de diciembre de 2003

Adentro, en el tercero y cuarto pisos de la casa, se veía una multitud de gente literalmente codeándose para oír a miembros de la oposición venezolana: Timoteo Zambrano, miembro de la Asamblea Nacional de Venezuela y miembro del Foro de Negociación y Acuerdo de la Organización de Estados Americanos; Carlos Fernández, presidente de la Federación de Cámaras de Comercio e Industria, conocido como Fedecámaras, y Carlos Ortega, presidente de la Confederación de Trabajadores Venezolanos, conocida por las iniciales CTV.

El público era un abanico de gente de distintos perfiles. Los de Wall Street, quienes con sus decisiones de flujo de dinero pueden empobrecer o enriquecer un país en minutos; los medios de comunicación más influyentes, incluyendo CNN con sus cámaras gigantes; los estudiantes de ciencia política que observan para aprender y en un futuro liderar; y los venezolanos, quienes ven la destrucción de su país tras ocho semanas de cacerolazos en contra de Hugo Chávez. Lo que empezó como un paro nacional se ha convertido en una protesta cívica en contra de un régimen.

"Sólo una mente diabólica, un demente, puede jugar a lo que juega," dijo Ortega, quitándose sus anteojos y sacudiendo sus dos dedos índices. La audiencia aplaudió eufóricamente luego de la declaración. "Los violentos van a tomar y saquear los centros comerciales, van a tratar de matar a los venezolanos. Tenemos conocimiento de esto y hay que alertarles a ustedes que esto está a punto de suceder en Venezuela", continuo Ortega, el más vivo de los tres.

Los oradores no tuvieron dificultad en convencer a la audiencia de que la situación geopolítica de la región es seria, ni tampoco en demostrar que la oposición está muy unida. Igualmente fueron claros en convencer que juntos tienen una visión democrática, incluyente y pacífica. Aseguraron no apoyar un golpe de Estado, como sucedió el pasado 11 de abril, y afirmaron eventualmente incluir a los chavistas en una nueva concertación.

La oposición está cargada de argumentos. Más de 5.000 empresas cerradas desde que Chávez asumió el poder, el desempleo llegó a 22 por ciento, Chávez amenaza con quitarles la licencia a los medios de comunicación independientes, Chávez ha entregado el control de las compañías petroleras a trabajadores exportados de Argelia y ha dejado en manos extranjeras el manejo de la industria más grande del país, ha dejado que la guerrilla colombiana "convierta a Venezuela en la nueva zona de distensión", según aseguró Fernández. Y la corrupción se concentra en los que rodean a Chávez, como su familia y los altos mandos castrenses. "¿Y cuál fue su bandera de campaña?", preguntó Ortega. "Atacar a la corrupción", dijo con sarcasmo.

A las 9:30 ya se oía una manifestación afuera. Según fuentes confidenciales, trabajadores del consulado venezolano en Nueva York se conquistaron a casi una docena de dominicanos, a quienes pagaron a cada uno 150 dólares para protestar a favor de Chávez. De un lado, se encontraban mujeres jóvenes con la pancarta de corazón en arco iris en apoyo de la oposición, y del otro los dominicanos. Algunos carros pitaban, frustrados por el bloqueo de tráfico en este prestigioso barrio.

A las 9:35, un señor de muy baja estatura y caminando con la ayuda de muletas, entró a la primera sala donde los tres miembros de la oposición hablaban. "¿Por qué no dan la otra versión?" gritó. "¿Por qué no cuentan cómo ustedes sabotearon las computadoras de las empresas petroleras cuando salieron?". La audiencia no quería dejarlo hablar y gritaba cada vez más fuerte: "¡Ni un paso atrás! ¡Ni un paso atrás!".

Inmediatamente la seguridad sacó al lisiado mientras lo empujaban y le ayudaban a bajar las escaleras. Era William Camacaro, un venezolano autodeclarado comunista que vive en Estados Unidos hace varios años y hasta ha llegado a recibir subsidios como desempleado. Ahora trabaja como conductor de taxi. Camacaro obtuvo la residencia estadounidense por su esposa, una americana, de fuerte connotación izquierdista. La gente, la mayoría encorbatada y con sastres, corrió hasta las escaleras. Le gritaban "¡Cubano!¡ Cubano!" Y "¿Cuánto te pagaron?".

Por unos minutos, Park Avenue se convirtió en Caracas. Era como haber estado en la Plaza Altamira, rebautizada por Chávez como Plaza de la Libertad.

El siguiente comentario fue oportuno. "El núcleo de la calle no lo abandonamos. Tanta calle como sea posible. Tanta negociación como sea posible", dijo Zambrano. "Buscamos el camino de la reconstrucción".

Según la Constitución, si Chávez renuncia a la presidencia el vicepresidente asumiría el puesto. Pero la Constitución no da instrucciones en caso de que los dos renuncien. Según los tres oradores de la oposición, tomaría seis meses convocar a elecciones. Si algo se evidenció durante la charla fue que existe un hueco de liderazgo dentro de la misma oposición.

Ninguno de los tres oradores que vinieron en esta ocasión hablaba inglés y, por lo tanto, no pudieron hacer fuerte lobbying ni en Washington ni a nivel internacional.

Fernández pidió a la comunidad internacional que no mandara armas al gobierno de Chávez, pero en ningún momento respondió la pregunta de dónde provienen las armas que ellos utilizan.



*Corresponsal de SEMANA en Nueva York