Home

On Line

Artículo

¿Y ahora qué?

¿Qué hacemos los colombianos desde hoy por la mañana? ¿Qué quiere decir en la práctica ciudadana cotidiana “estar contra las Farc”?

María Teresa Ronderos / Directora de Semana.com
4 de febrero de 2008

Y fue la caminata. Inmensa, cívica, pacífica, libertaria. Al menos de los que yo vi personalmente en las calles en Bogotá, y por la televisión, desde todo el país no fue una movilización de masas, de esas en las que operadores políticos llevan a la gente como borregos, en masa. En esta, cada cual hizo su pancarta, la una contra las Farc, la otra por la paz, la de más allá contra el secuestro, y las voces de otros exigiendo la liberación de los secuestrados, y un señor con su pancarta de “Chávez go home” y otro a favor del intercambio humanitario. El mensaje de la misa del Voto Nacional que congregó a los prelados de la Iglesia Católica y a los familiares de los secuestrados era muy distinto: el cristianismo manda condenar el pecado, pero estar dispuesto a reconciliarse con el pecador. Por eso los mensajes fueron de justicia y de paz. No sé qué tanto de las concentraciones en el resto del mundo fueron producto de la organización y patronazgo del gobierno, pero aún si fuera así, expresaron que la fuerza vital democrática de este país trasciende fronteras.

Eso logró esta manifestación multiforme, multipropósito, auténtica y contundente de rechazo a la violencia guerrillera –lo que ya es mucho, tratándose del apático pueblo colombiano–. Pero ¿y ahora qué? ¿Qué hacemos los colombianos desde hoy por la mañana? Esta no es la primera vez que se moviliza el pueblo colombiano a favor de la paz.

Quizá nunca antes de manera tan masiva. Pero, a la vez, quizá sí, esa marcha del No Más, tenía una organización ciudadana detrás con un propósito más claro: presionar a la liberación de los secuestrados y negociar la paz. Esa gran manifestación se tradujo en el Mandato Ciudadano por la Paz con millones de colombianos que salieron a hacerse sentir en las urnas a favor de la paz.

¿Esta manifestación a dónde nos llevará? No es probable que nos conduzca a una negociación de paz; ni será posible que le ablande el corazón a ‘Reyes’ y a ‘Jojoy’ y corran prestos a devolver a todos los secuestrados en su poder. ¿Entonces qué se puede hacer desde hoy?

¿Qué quiere decir en la práctica ciudadana cotidiana “estar contra las Farc”? ¿Quiere decir que el pueblo quiere que el gobierno siga subiendo el gasto militar más y más superando aún más el récord de este año cuando llegará a representar más del 6 por ciento del PIB, una proporción enorme de nuestros recursos comparable con la que destinan las potencias mundiales? ¿Quiere decir que ahora cada colombiano está dispuesto a pagar el doble de impuestos para la guerra y se alegraría de que fueran reclutados todos los hombres entre 18 y 22 años sin distingo de clase, empezando por sus propios hijos? No lo creo francamente. Creo que si el esfuerzo de “ir contra las Farc” es un poco mayor y exige poner algo que nos cueste, el entusiasmo va a ser menor. Y además estoy segura que la gente no quiere más inversión militar. Pero tampoco los veo movilizándose para exigirle al gobierno una inversión más sistemática y enfocada que les abra oportunidades a los jóvenes que hoy, en su gran desesperanza, terminan buscando a la guerrilla como opción de vida.

¿Quiere decir más bien que ahora la gente de bien, la gran mayoría de los colombianos que nunca han matado a nadie, se hastió realmente de la violencia y que en un mes los cuatro millones marcharemos al Caguán para rechazar a las Farc en su cara, y en dos meses el eslogan va a ser “ni un muerto más del paramilitarismo”, y en tres va a ser : “no al narcotráfico y su estela de muerte”, y que no descansará hasta no arrinconar a los violentos? No lo creo francamente. Hoy hay registradas ante la Fiscalía más de 90.000 víctimas del paramilitarismo, y en este último año el país conoció por todos los medios, con lujos de horror, las barbaridades que sufrieron, y siguen sufriendo estos miles de compatriotas. Sin embargo, hasta ahora, nada de eso ha motivado a los jóvenes de Facebook, ni ha movilizado a los indiferentes habitantes urbanos. Las víctimas son pobres campesinos, sin rostro para el país mediático y poderoso.

¿Quiere decir esta marcha que los colombianos por fin vimos que las Farc no son unos extraterrestres sino que son el rostro más feo de nuestra propia sociedad? Si eso fuera así, después de la marcha, la sociedad se vería obligada a empezar a cuestionar muchas cosas acerca de ella misma: nuestra ética privada que nos lleva a evadir impuestos o a evadir la ley laboral; o nuestra organización política que estimula el clientelismo y la corrupción que no deja que la inversión social llegue a los más marginados, ni la justicia ejerza con probidad y vigor en las regiones.

Ojalá la marcha signifique que la conciencia ciudadana de los colombianos ha empezado a despertarse. Salir de la indiferencia es un primer paso. Pero se necesita cambiar mucho más que inversión militar y marchas emocionadas para que las Farc, el ELN, las AUC, y demás grupos armados de hoy y de mañana, realmente dejen de existir..