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Las portadas de las revistas se están llenando de gente sin ropa. Este movimiento dice mucho de los cambios en la sociedad.

TENDENCIAS

Yo me desnudo, tú te desnudas, nosotros...

A través de los medios de comunicación ahora es posible encontrarse sin ropa a los más famosos protagonistas de la vida social y cultural o a los más sorprendentes personajes. ¿Qué está pasando? ¿Una moda que llegó para quedarse o una situación pasajera?

Juliana Bedoya Pérez
10 de abril de 2007

En los puestos de revistas ahora los lectores encuentran una curiosa coincidencia. Los medios de información política revelan cada día un nuevo dato del destape de la relación entre los paramilitares y los políticos. Y allí, al lado, están las llamativas portadas de las revistas de información más light que atraen las miradas con el último destape real. Esto es sin prendas, como Dios los trajo al mundo.

En el último mes, por ejemplo, en boca de todos ha estado el desnudo íntegro y de frente de Amparo Grisales en la revista ‘Soho’. El hecho fue noticia porque la diva en su medio siglo de existencia jamás había posado sin nada frente a las cámaras.

Aunque es la primera vez que esta escultural mujer es retratada así, los lectores también se han visto sorprendidos porque en otras revistas como Jet Set también ha dado paso a presentar fotografías a pura piel. Igual Don Juan que en un principio privilegió las portadas con hombres tipo Camilo Villegas ha ido cediéndole el turno a llamativas mujeres. La revista Cambio incluso tiene una sección en la que los personajes se enfrentan sin nada a la cámara y otras de corte cultural como Diners también ahora llama la atención por los cuerpos puros. Es más, el fenómeno parece estar replicándose más y en los medios más variados, incluso cosas tan provocadoras como un calendario de mujeres desnudas mayores de 50 circulan en Colombia.

¿Qué está pasando?

Daniel Samper Ospina, director de SoHo, lo tiene muy claro. Él se ha dedicado en estos años a desnudar a las mujeres más bellas de Colombia y aunque cada vez tiene que hacer un mayor esfuerzo para sorprender en sus portadas, algunas pueden causar más controversia que las situaciones extremas e injustas que ocurren en el país. “En Colombia aun hay rezagos de ese país anticuado y doble moralista que reniega de un desnudo pero no de una masacre”, afirma.

Muchos de los detractores de la revista ya no le apuestan más a persignarse ante cada nueva carátula, han optado por asegurar que las dispuestas a empelotarse se están acabando, pero se les olvida que la revista Playboy, por ejemplo, lleva más de 50 años desnudando a mujeres en Estados Unidos y ahí sigue intacta.

Y es que ya no es necesario ser modelo para salir en alguna de estas publicaciones, ni siquiera ser 90-60-90 o cumplir con los ‘estándares’ de belleza. Solo se requiere ser famoso, tener más de 18, 30, 40 ó 50 años, tener algo que decir o ‘no tener nada más que hacer’. Así de estrictos son los requisitos para aparecer en las páginas de alguna revista de actualidad.

Pero ¿a qué se debe que publicaciones de cortes tan diversos como Cambio o Jet-Set le apuesten a la participación de personas con poca ropa en sus ediciones?. Unos lo consideran una simple jugada comercial, otros ven en esto el desarrollo de todo un discurso a favor de la liberación, una especie de esquizofrenia que obliga a las personas a identificarse como sujetos en lo que los otros digan de ellos o a un simple modo de modernización de la sociedad.

La revista Cambio, por ejemplo, presenta todas las semanas a un personaje de moda ‘ligero de ropas’ en su sección A flor de piel. La fotografía intenta reflejar la personalidad del modelo y está acompañada de un perfil que explica por qué su foto es importante en la sección.

Jet- Set también se la ha jugado a tener gente con poca ropa en sus páginas. Hace ya dos años la revista sacó a 14 hombres famosos desnudos. Aquella nota se llamó ‘Los 14 mejor desvestidos del país’ y se afirmaba que la idea se daba “en una especie de cruzada antimachista”. Participaron personajes de la farándula nacional como Andrés Jaramillo, Juan del Mar y Gerónimo Basile.

La edición fue un éxito en ventas. Esta semana piensan volver a marcar un hito con otra ‘cruzada’. Esta vez, las fotografías de nueve mujeres mayores de 30 años, cuya única prenda de vestir es un sombrero buscan, según Olga Viviana Guerrero, directora de Jet-Set, hacer parte de la “cruzada para desmitificar el desnudo, la gente viene al mundo desnuda y se muere desnuda”. En esta edición no hay ni asomo de aquel discurso feminista en el que se han excusado por mucho tiempo las mujeres para aparecer desnudas.

Para ella “no hay rollo con eso”. La cosa es tan sencilla como que unas personas aceptan posar sin ropa en una publicación, “la motivación de ellos es divertirse, darle a la gente lo que le gusta, y eso vende”. Lo que hacen Alejandra Borrero, Leonor Espinosa o Ann Bessudo, en la edición que viene de esta revista, no es reivindicar su sexualidad y su cuerpo, ni mucho menos decir que ellas se empelotan para demostrar que no son un producto más del mercado, ellas lo hacen porque quieren.

El publicista Richard Tamayo, que se ha dedicado a estudiar el sentido del cuerpo humano en los productos editoriales, reconoce en esta tendencia una nueva forma de publicidad, “no es que la pornografía se haya tomado un campo de la comunicación ni que haya un cambio en las tendencias editoriales de las revistas”. En la misma línea Beatriz Quiñónez del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura de la Universidad Nacional, afirma que esta es “una estrategia del mercado, que ya que le ha funcionado a algunos medios, otros están intentando replicarlas con otros matices”.

Pero más allá de las motivaciones editoriales o personales para posar o publicar este tipo de imágenes, los expertos encuentran en todo esto un síntoma de la sociedad en la que vivimos. Para Miguel Mendoza, profesor de semiótica, productos y cultura de la Universidad Javeriana, “lo que nos hace seguir obsesivamente estas imágenes puede ser lo mismo que nos repele; nos escandalizamos de lo mismo en lo que nos deleitamos”.

Desnudarse dejó de ser una cuestión subversiva hace rato, ahora es una actitud de reconocimiento, tanto de los que observan las imágenes como de los que se desnudan. Más allá de toda consideración moral, el culto al cuerpo es tan real que este es un producto. Según Tamayo, “hay una generalización del cuerpo como preocupación si está bien o mal, no porque lo hallemos más como nuestro sino porque es cada vez menos nuestro”.

Para él en todo esto hay una paradoja, pues “si antes lo moral era lo privado, ahora hay una moral en que las personas que se empeloten”. Los modelos aparecen como “más seguros de sí mismos, pues en tanto más expones tu cuerpo te importa poco lo que piensan los demás, pero te evalúas por la mirada que te dan los otros”.

El consumidor también lleva su parte en este juego de desnudos y vestidos. Miguel Mendoza considera que “así como no hay imágenes inocentes, las miradas tampoco lo son; al desaparecer la cerradura por donde espiar, el mirón pasa de invasor a invadido. Su secreta e ingenua perversión se instala en un territorio común compartido por muchos otros”.

Todo este cambio de moralidad y de visiones del cuerpo solo sirven si como dice Daniel Samper, la sociedad deja de temerle a los desnudos, “porque desnudarse también es una forma de hacer que un país sea más progresista”, y concluye que “en la medida en que hay más desnudos, hay menos pacatería y llegará un punto en que la portada más sexy sea la de una mujer semivestida”. Pues como afirma Mendoza, en todo este juego tanto los modelos como los observadores “terminamos desnudos”.