Carolina Arbeláez Columna Semana

Opinión

25N – Nos faltan demasiadas

Nos faltan demasiadas. Y cada 18 horas se suma un nombre que no debería faltar.

Carolina Arbeláez
25 de noviembre de 2025

Hay historias que estremecen, historias que no deberían existir. Sin embargo, son precisamente esas historias las que nos obligan a mirar de frente la violencia que viven miles de mujeres en Colombia. Historias que, como mujer y madre, me estremecen y revelan una realidad que como país hemos normalizado.

Karina cumplía años el 22 de septiembre. Esa noche salió a celebrar con sus amigos. En su apartamento la esperaba su expareja, el padre de su hija: un hombre con quien ya no tenía una relación, pero a quien ella le había permitido quedarse unos días porque había perdido el trabajo. Un gesto que terminó convirtiéndose en la puerta de entrada al verdadero infierno.

Cuando Karina regresó de celebrar, jamás imaginó que esa sería la noche en que el padre de su hija, su expareja, casi la mata. La atacó con un martillo: veinte golpes en la cabeza. Después, usando un alicate, le arrancó los dientes. Y cuando creyó que la había asesinado, llamó a su madre para decirle que había dejado en el apartamento a su hija “muerta”. Todo esto con su niña de cinco años presente en la casa.

Karina sobrevivió. Contra todo pronóstico, contra toda estadística. Hoy, con su cuerpo marcado y después de un diagnóstico inicial de muerte cerebral, decidió alzar su voz y contar su historia. Su supervivencia nos recuerda algo doloroso: en Colombia, la violencia contra las mujeres no es la excepción, es la rutina.

Entonces, ¿cuántas Karinas más?

Cada 25 de noviembre repetimos que rechazamos la violencia contra la mujer. Se pintan murales, se hacen campañas, se pronuncian discursos. Pero mientras tanto, la realidad sigue siendo esta: cada 18 horas una mujer es asesinada por ser mujer. Entre enero y septiembre de este año, 621 mujeres fueron víctimas de feminicidio. Solo en 2023, 23.612 mujeres se hicieron exámenes por presunto abuso sexual y únicamente el 3 % de los agresores recibió condena. Además, este año 33.980 mujeres han sido víctimas de violencia intrafamiliar.

Las cifras son escalofriantes, pero lo más grave es lo que representan: vidas truncadas, familias devastadas, niñas y niños marcados por el miedo. La violencia no es un número. No es una estadística. La violencia es una mujer como Karina, hoy intentando encontrar un propósito para sobrevivir a este brutal ataque; solo lo encuentra en su hija, que es su motor para continuar adelante, luchar y transformar tanto dolor en un propósito.

La verdad es esta: Karina no debería estar viva solo por un milagro. En un país que funciona, ella habría sido escuchada cuando denunció a su agresor. En un país que protege, las mujeres no tienen que sobrevivir para que les crean. En un país donde la justicia llega a tiempo, los agresores no siguen libres como si no representaran un riesgo mortal.

Pero aquí, en Colombia, Karina sobrevivió a pesar del sistema, no gracias a él. Por eso, decir “ni una más” no basta. Si no hacemos cambios reales, nos seguirán faltando. La violencia no se combate con discursos; se combate con justicia.

Por eso, junto a más de 50 mujeres representantes, presentamos un proyecto de justicia especializada con enfoque de género, que avanzó a su segundo debate. Una justicia que prevenga, investigue con celeridad, sancione con rigor y repare de verdad. Una justicia que no obligue a una mujer a contar su historia cien veces, que no revictimice, que no minimice el riesgo, que actúe antes de que sea demasiado tarde.

Necesitamos un sistema que proteja, que escuche, que responda. Un sistema que no archive denuncias, que no trate las medidas de protección como trámites simbólicos, que no permita que los agresores regresen a la vida de las víctimas como si nada. Un sistema que le crea a la mujer.

Lo hago por Karina, por las que sobrevivieron, por las que aún tienen miedo, por las que no están para exigirlo, por las niñas que hoy crecen pensando que la violencia es inevitable. Lo hago porque cuando un país no protege a sus mujeres, pierde su humanidad. Un país sin humanidad está condenado a repetir su tragedia.

Este 25 de noviembre no puede ser un día más. Tiene que ser un recordatorio urgente: nos faltan demasiadas. Cada 18 horas se suma un nombre que no debería faltar. Y mientras no transformemos la justicia, seguiremos contando historias que pudieron evitarse. Por eso esperamos que el Congreso avance en este debate y nos permita tener una ley que fortalezca la justicia.

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