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A dónde se fueron la ética, la moral y los valores

Hay temor al fraude en las próximas elecciones regionales, en favor de la izquierda; no se puede permitir que la voluntad de las mayorías sea saboteada y pisoteada por unos pocos. Las urnas son democracia y deben asegurar las libertades.

David René Moreno Moreno
15 de agosto de 2023

Nos invade la tristeza saber que hay colombianos probablemente involucrados en actos de crimen, violencia, drogas y otras fechorías, no solo en el país, sino que los delitos traspasan las fronteras de nuestra patria, llevando luto, desolación y anarquía a otros países, como es el caso de los magnicidios de Jovenel Moïse, presidente de Haití, y recientemente Fernando Villavicencio, candidato presidencial de la hermana República de Ecuador; actos delictivos de algunos colombianos son la causa por la cual se estigmatiza a 50 millones de compatriotas en el exterior.

Todo tiene un origen y sin lugar a duda la desintegración de la familia e irresponsabilidad de ciertos padres, la pérdida de la ética, de los principios y valores, así como el desconocer lo que representa la vida misma, la ausencia de temor frente al castigo por infringir la ley, sumado a las leyes truculentas que han establecido para violar las normas esenciales de convivencia y la impunidad, que ha caracterizado muchas de las decisiones del actual gobierno, son la semilla de lo que hoy nos agobia. Nadie puede negar que se ha perdido la seguridad en todo el territorio nacional y que la delincuencia campea desafiando a un país que ha sido engañado por la búsqueda de una falsa paz.

Parece que la sociedad se ha enfermado con dolencias irreversibles, donde el asesinato a manos de delincuentes que están negociando beneficios con el gobierno se acepta como un costo normal de la anhelada paz. Para muchos la vida de los servidores públicos y en especial la de los miembros de la fuerza pública es algo intrascendente y su secuestro o muerte no hace vibrar las mas sensibles fibras del ser que debe rechazar estos crímenes, que enlutan a nuestras familias. Lamentablemente en estos últimos 80 años, Colombia se ha acostumbrado a la violencia y las fechorías se esconden bajo la impunidad de algunas decisiones políticas.

Dentro de los nefastos efectos de la dialéctica izquierdista y a la grandilocuencia mitómana de varios de sus representantes, parece que a nuestros compatriotas se les ha olvidado que ‘bandido es bandido’, ‘secuestro es secuestro’, ‘asesinato es asesinato’, así como es difícil comprender que el gobierno que prometió el cambio, esté defendiendo y justificando a los delincuentes que cubren de tristeza y sangre al país; era de esperar que el actual jefe de gobierno colocara en altos cargos del poder ejecutivo a antiguos miembros de grupos al margen de la ley, pero no es digno que busquen atenuar las conductas delictivas.

Bajo la nueva ideología política que gobierna el país en este último año, parece que se está esculpiendo con letras de oro la frase de ‘Dime qué prontuario tienes y te diré qué cargo te asignaré’; es vergonzoso ver como se designan personajes sentenciados o procesados por actos ilegales para que representen al gobierno en la discusión con grupos delictivos, o lo que es peor, asombra que haya un sin número de actores políticos que rodean al jefe de gobierno en la desacreditada alianza del ‘Pacto Diabólico’, que según se lee en las redes sociales, están involucrados en actividades non sanctas. ¿Hasta dónde nos va a llevar esta ideología?

Mucho se ha dicho sobre las milicias que parece están siendo estructuradas desde el gobierno central, especialmente con el pago a miembros de la ‘primera línea’ y a otros tristes protagonistas de la violencia que nos agobia, en supuestas aras de lograr la paz total que tanto menciona el gobierno. Pero lo que no se dice es que regalar dinero no solo empobrece al país, sino que es el origen de la pereza, de la ociosidad y de la holgazanería, tal como ha sucedido en otros países, donde la capacidad de producción ha desaparecido y la pobreza se ha extendido. Esta es una forma de mantener sometidos a los que reciben el bono del Estado para conformar las milicias, y de paso, llevar la pobreza a sus extremos para reinar sobre el proletariado.

El gobierno ha firmado un ‘cese al fuego’ con el ELN, que solo es respetado por la Fuerza Pública, mientras estos narcoterroristas siguen delinquiendo y sus cabecillas manifiestan públicamente que no entregarán las armas. Otros grupos al margen de la ley siguen creciendo y asesinando a los colombianos; hoy han asesinado en Morales (Cauca) a tres miembros de la Policía Nacional. ¿Van a quedar en el olvido estos homicidios? ¿Dónde está el rechazo unánime de los colombianos de este acto vil y salvaje? ¿A qué está jugando el gobierno? ¿Quiere entregarles el país a los grupos delictivos? Hay un silencio cómplice de quienes no se pronuncian frente a estos crímenes.

Hay temor al fraude en las próximas elecciones regionales en favor de la izquierda; no se puede permitir que la voluntad de las mayorías sea saboteada y pisoteada por unos pocos. Las urnas son democracia y deben asegurar las libertades.

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