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Proceso, no salvadores

La lucha contra la corrupción no es bandera suficiente para una campaña presidencial.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
6 de febrero de 2017

Líderes de la Alianza Democrática ADM-19, surgida con los acuerdos de paz de los 1990, se movilizaron desde La Guajira hasta Amazonas convocando al país para que mediante los votos se derrotara a los gamonales del clientelismo liberal y el conservador.

Antes lo habían hecho el sacerdote Camilo Torres y Jorge Eliécer Gaitán, y antes de él, otros.

El mal lleva más de cien años y contrario al dicho popular, el cuerpo lo ha resistido.

En la coalición de los 1990 se sumaron los sectores más renovadores de los partidos tradicionales y quienes con mayor ahínco defendían la paz y la democracia en sus afirmaciones públicas.

Surgieron caras nuevas desde todas las vertientes y se auguraba un relevo generacional en los partidos tradicionales.

Las vidas de Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro fueron la expresión condensada del sacrificio que a sectores democráticos en la legalidad y a quienes llegaron al juego de la política “legal” nos hicieron pagar por la ilusión de poner fin a la corrupción y el clientelismo.

Aprendimos que el clientelismo y la corrupción han hecho, hacen y harán todo por mantenerse en el poder, como hasta hoy.

No hay que dudar de ello.

El Partido Verde ha llamado a un plebiscito anticorrupción, el presidente, el fiscal y el procurador han hecho igual con pomposas declaraciones; Fajardo, Robledo y hasta Roy se han pronunciado contra la corrupción. Hay que respaldar todo ello, pero teniendo conciencia lo que nos dicen el olfato y el sentido de oportunidad de los partidos y liderazgos políticos: para atraer electores son útiles las banderas anticorrupción.

De continuar por este camino, pasará poco. El tema de la corrupción será ruido para impulsar las candidaturas de algunos aspirantes a la Presidencia. Hará visibles a quienes como el procurador y el fiscal general, aspiran a tener más aspiraciones. Habrá algunos presos y el tema se utilizará para venganzas encubiertas en detrimento de la justicia porque lo evidente es que la corrupción es el propio sistema.

El clientelismo, que es la forma como se ejerce la política, expresa la corrupción y esa es la manera como hacen política todos los partidos. Clientelismo liberal, conservador, verde, del Polo, del Mira de la ASI, etc.
Clientelismo presidencial, ministerial, departamental, municipal, eclesial, sindical, oenegero, periodístico, deportivo, etc.

Es la "hidra de las siete cabezas” pero no es invencible.
Exige comprender que en Colombia el proceso contra el clientelismo y la corrupción ha sido largo, viene de décadas.

Ese proceso ha mostrado que la lucha contra la corrupción no es bandera suficiente para una campaña presidencial.

Menos taquillero pero ataca el corazón de la corrupción es implementar los acuerdos.
¿Por qué? Porque amplía la participación que es clave para controlar lo público, porque integra las regiones y obliga al centro a incluir la visión de la periferia y porque en la reforma política hay posibilidades de mayor democracia.

La corrupción empieza cuando no se cumplen los compromisos institucionales y la obligación de los partidos políticos es hacer que sus candidatos hagan respetar y respeten los compromisos de Estado.
Poner, como han hecho algunos, la bandera de la anticorrupción como contraria a los temas del proceso de paz sólo dará votos a algunos de los “impolutos” de hoy, que pueden ser los corruptos del mañana.

Casos se han visto.

Adenda: Debemos apoyar el desarrollo de las negociaciones con el ELN reclamando a las partes respeto a lo acordado. Respeto a la voluntad que por el fin de la confrontación ha expresado el país una y otra vez.


ajimillan@gmail.com
@alvarojimenezmi

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