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Betty se puso fea

Los más recientes capítulos desdicen de todos aquellos elementos que al comienzo fueron la clave del éxito de la telenovela

Semana
14 de mayo de 2001

Despues de agradecerle a RCN los casi tres años que nos ha mantenido entretenidos con los ires y venires de Betty la fea —a la que ha logrado exportar con éxito a Estados Unidos y toda América Latina—, ha llegado la hora de decirlo: ¡Por favor, acaben ya a Betty la fea!

El deterioro de la novela en las últimas semanas —por no decir meses— ha sido lastimoso. Los más recientes capítulos desdicen de todos aquellos elementos que al comienzo fueron la clave de su éxito, el principal de ellos la propia Betty como símbolo que valorizaba a la mujer común y corriente. La osadía de su libretista, Fernando Gaitán, de retar el viejo estereotipo de que la mujer vale por su apariencia, planteando así un debate de fondo en un mundo cosmético y superficial, nos obligó a los televidentes a tomar en serio y luego a enamorarnos de esa secretaria nada atractiva que cada noche nos pintaba un retrato verosímil, a pesar de sus ingredientes caricaturescos, de lo que es la vida en una oficina moderna protagonizada por una mujer de esforzada clase media.

Pero todas las cosas llegan a su fin y hasta una imaginación genial como la de su libretista Fernando Gaitán corre el peligro de caer en el inefable cansancio creativo.

Es hasta entendible que la programadora y el libretista intenten sacarle al máximo el jugo a los 55 puntos de rating que ha alcanzado la novela en Colombia, aunque es de criticar que en este proceso se hayan cometido inaceptables abusos, como el de exagerar con la introducción de publicidad como parte del guión (lo que sofisticadamente se conoce como product placement, que convirtió a Betty en una mercachifle) o, como sucedió en Semana Santa, devolver la novela varios capítulos.

Pero al estirar y estirar a Betty se corre el riesgo de que al producto le pase lo que todo el mundo anda rumorando por ahí: que Betty está malísima.

Ha sido como ver envejecer a un ser querido. Luego de la genial transformación de Betty en una mujer atractiva, impecable proceso que ni siquiera recibió críticas de las feministas que se oponían a que Betty se volviera bonita, el argumento comenzó a flaquear. Un día desapareció para siempre el genial diseñador Hugo Lombardi. Con el paso de los días don Armando está cada vez más bobo y menos provocativo. Con sus caras de furia, esa excelente actriz que es ‘Marce’ viene haciendo la misma escena, idéntica, hace varios capítulos. Pero definitivamente la parte más grave corre por cuenta de la ‘peliteñida’ y del ‘cuartel de las feas’.

La agresividad, casi rayana en la agresión física, entre este grupo de mujeres, ha desplazado a Betty como protagonista. Cuando no están a punto de tirarse de las mechas o mandarse una bofetada, las integrantes del cuartel de las feas se encierran en el baño a chismosear, a conspirar, a espiar, a criticar y en ocasiones hasta el propio don Armando las ha acompañado en su escatológica rutina, como si una oficina resistiera que el jefe y las secretarias se la pasen alrededor del inodoro construyendo o destruyendo la vida privada de los demás. Antes Ecomoda no está peor.

Y Betty. ¡Ay, Betty! De la eficiente secretaria, en su versión de fea, no queda nada. Así como desaparecieron la capul, las horrorosas vestimentas, las pobladas cejas, los bigotes y la risa de chimpancé (del alambrado dental nada que logra liberarse: es el tratamiento de ortodoncia más largo de la historia) también desapareció el motivo de análisis que durante tantos meses desveló a antropólogos, sociólogos, periodistas y sicólogos: la nueva Betty se parece cada vez más a la actriz que es y menos a la mujer del común que era.

Pobre la empresa que tenga como presidenta a quien dedica la mayor parte de su tiempo a escribir su diario personal, cuando no es interrumpida por ‘las del baño’ (ya no merecen ser llamadas ‘las del cuartel’) para mantenerle informada no de las cifras de los puntos de venta, sino de lo que alcanzaron a escuchar a cuclillas tras la puerta de alguna oficina.

Pero Betty, la actriz, tiene un problema adicional: lo antipática que es Ana María Orozco en la vida real. Nunca ha tenido buenas relaciones con la prensa, a la que ha maltratado con la disculpa de proteger su vida privada. En recientes declaraciones a una revista brasileña llega hasta a asegurar que por su papel en la novela le pagan una “chichigua”, y que la que se queda con todas las ganancias es RCN: ¡Qué poca lealtad con la empresa que la lanzó al estrellato!

¡Acaben a Betty la fea, antes de que Betty acabe con nosotros!

ENTRETANTO… ¿Por qué será que desde que Celumóvil se volvió Bellsouth la señal se cae todo el tiempo?

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