Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Colombia: ¿de la provincia a las ligas mayores?

La pertenencia a ciertos grupos u organizaciones internacionales siempre ha causado en nuestro país debates y controversias publicas.

18 de febrero de 2022

El presidente Duque se ha entrevistado en Europa con el secretario general de la Otan y ha afirmado, haciendo alusión al ingreso de Ucrania, que cada país es libre de incorporarse al organismo internacional que quiera. Lo que no dijo fue a qué organismo, porque los hay “de buena y de mala familia”.

En Colombia en 1982 se produjo un escándalo cuando el candidato a la presidencia, Belisario Betancur, anunció que la primera acción que adoptaría si llegaba a ser presidente sería la de afiliar al país al Movimiento de los Países No Alineados (Noal), que en ese entonces era una especie de “Frankenstein Internacional”, pero con importante influencia en el ámbito mundial.

El Movimiento estaba constituido por 116 países de los cinco continentes. Colombia era de otra clase, amiga de las potencias occidentales, aunque algunas de ellas nos miraban con desdén. Igualmente, paradigma de la democracia de los países de América Latina, regentados muchos de ellos por dictadores.

Después de su aceptación en los Noal, el país comenzó a cambiar su fisonomía internacional. El gobierno de Virgilio Barco siguió la línea, aún con mayor entusiasmo, y nuestra política internacional tomó una extraordinaria proyección. Se establecieron relaciones con la mayor parte de los países africanos y asiáticos. Colombia comenzó a estar presente en los principales escenarios en el mundo.

Sin embargo, muchos comenzaron a atacar al gobierno por mezclarse con “negros y comunistas” que nada significaban para nuestro país y, más aún, con orientales de corte imperial, como Malasia e Indonesia. Incluso con países “enemigos” como Vietnam. Se sabía de Filipinas, porque una reina de belleza de Colombia se había casado con un magnate de ese país, en una especie de “cuento de hadas”.

Estábamos cómodos desde finales del siglo 19. Éramos un estado no solo confesional, sino clerical, en el que el arzobispo primado de Colombia o el cardenal de turno eran los árbitros de la política doméstica e internacional del país. Por efectos del concordato con la Santa Sede nadie se podía casar por segunda vez, aun civilmente, a menos que “apostatara”, lo que era un suicidio público. Si alguien en esas condiciones se casaba sin cumplir ese requisito, podía ir a parar a la cárcel. Entonces las parejas, para contraer segundas nupcias, viajaban a San Antonio del Táchira, Tulcán, República Dominicana o a Panamá.

Se recordaba en algunos colegios que nuestro país, milagrosamente, sobrevivió a “un presidente ateo y masón”, como el general Mosquera, que expulsó a los jesuitas. Al que se le adjudicaba incluso el asesinato en Quito del presidente del Ecuador, Gabriel García Moreno, el 6 de agosto de 1875, cuando el mandatario salía de la catedral de asistir a su misa diaria. Entre los cuatro asesinos se encontraba el colombiano Faustino Lemus Rayo. García Moreno está en proceso de beatificación.

La primera fotografía obligada de los mandatarios colombianos, al otro día de asumir el poder, era la de la comunión en la capilla privada del Palacio de San Carlos. No hacerlo era empezar literalmente “con el pie izquierdo”.

Las mujeres estaban en pecado mortal permanente si tomaban pastillas anticonceptivas. De manera que, si de malas se morían, se iban directamente al infierno. Incluso un presidente liberal y progresista, como Carlos Lleras Restrepo, tuvo que destituir a su ministro de Relaciones Exteriores, Germán Zea Hernández, porque en una visita oficial al Perú le dijo a un periodista que apoyaba el uso de la píldora anticonceptiva. Tambaleo la visita de Pablo II con ocasión del congreso eucarístico.

Colombia está siempre con “los buenos”. El problema es que “los buenos” son cada día menos y son nuestros censores implacables. Menos mal que somos un país pacífico y tranquilo, en el que sobresale la honestidad…

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario.

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