JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Constituciones y democracia

Junto con las demás democracias latinoamericanas, hemos estado constantemente amenazados por dictaduras y caudillismos populistas.

Juan Manuel Charry Urueña
20 de noviembre de 2025

El descubrimiento de América cambio el mundo: se pasó de uno plano a uno redondo. Se preparó un continente para las constituciones y las democracias. Primero fue la Conquista, con la bendición del Vaticano, por españoles y portugueses animados por la búsqueda de riquezas para espantar la pobreza y discriminación que los aquejaba. Dieron inicio al mestizaje y diezmaron a la población autóctona con sus enfermedades y a la que en muchas ocasiones atropellaron y violaron. La Colonia estableció un preciso régimen de estratificación racial algo estable y con pocos sobresaltos por cerca de 300 años.

Más tarde, las corrientes protestantes en familias —un factor diferencial importante con el proceso nuestro— que huían de persecuciones, llegaron a Norteamérica en busca de nuevos ámbitos, desplazaron y redujeron a su mínima expresión a los pueblos autóctonos. La independencia de Estados Unidos marcó un hito para la democracia con la expedición de su Constitución en 1787 que se mantiene hasta la fecha con menos de 30 reformas. Hoy, es la primera potencia económica y militar con una sociedad multicultural.

El caso colombiano se inicia con constituciones provinciales, con el debate entre federalismo y centralismo, que se mantiene a lo largo del siglo XIX; se expiden ocho constituciones nacionales (1821, 1830, 1832, 1843, 1853, 1858, 1863, 1886) que inician con la Gran Colombia, su desintegración, la Nueva Granada, una época federal marcada por debates alrededor de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, así como la esclavitud y el libre comercio.

La Constitución de 1886, reguladora de la autoridad, centralista, con descentralización administrativa, se reformó más de setenta veces durante sus 105 años de existencia. La Constitución de 1991, garantista de derechos de la persona, expedida con un amplio consenso político, en la difícil situación de la guerra declarada por los carteles de la droga contra el Estado, se ha reformado cerca de sesenta veces en sus cortos 34 años de vigencia. Somos un país en vías de desarrollo, con una nación en formación, problemas sociales y económicos, y una violencia política endémica. Junto con las demás democracias latinoamericanas, hemos estado constantemente amenazados por dictaduras, caudillismos populistas y recientemente por el sensacionalismo mediático.

Dos trabajos explican, uno las raíces hispanas de nuestras instituciones, Introducción a la Constitución de Colombia, de Alfonso López Michelsen (1945), y otro el intento jurídico de resolver los conflictos y superar el caudillismo, Cartas de Batalla, de Hernando Valencia Villa (1987). Para López, nuestra democracia era básicamente electoral. Para Valencia, éramos una sociedad bloqueada, sitiada por una retórica estratégica. Sin embargo, después consideró la Constitución de 1991 como el más grande avance del derecho político nacional y su carta de derechos.

Después del nefasto asalto al Palacio de Justicia en 1985 y posterior inserción en la vida política, el M-19 participó en la redacción de la Constitución. Más tarde, en 2016, el gobierno Santos firmó el controvertido Acuerdo Final con el grupo guerrillero de las Farc, que concedió curules automáticamente en el Congreso a sus integrantes. El actual presidente de la República es un exguerrillero del M-19; no obstante, la violencia continúa y el narcotráfico permanece.

El paradigma del Estado metafísico que garantiza valores como la libertad e igualdad está siendo sustituido por el Estado del bienestar que dirige la economía, realiza obras públicas y supervisa servicios, en un entorno de activo comercio global, donde su sobrevivencia depende de las ventas internacionales.

Más allá de la democracia electoral, de los procedimientos de participación ciudadana y de las acciones judiciales de tutela, populares o de inconstitucionalidad, se impone una democracia económica de acceso a la salud, la educación, el trabajo, la iniciativa y la libre competencia, en un ámbito de alta calidad de vida y protección del ambiente.

Como diría Valencia Villa en algunas de las conclusiones de su trabajo, esta crítica al constitucionalismo colombiano no puede concluir con la propuesta de una nueva reforma y menos aún con una nueva constitución, en tanto que sean vistas como soluciones providenciales para los problemas del desarrollo democrático.

Cita de la semana: “La mejor manera de celebrar la Constitución es buscar la verdad en otra parte, no en la Constitución, sino en la gente; no en el derecho, sino en la vida”, Hernando Valencia Villa.

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