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DE HILLARY A ANA MILENA

Semana
8 de noviembre de 1993

EL EXITO DE HILLARY CLINTON LA SEMANA pasada, como promotora de la reforma al sistema de salud ante el Congreso de su país, hizo que el 40 por ciento de los estadounidenses aceptara en una encuesta que la cree más inteligente que su marido, y que el 47 por ciento de los encuestados opinara que Hillary esta preparada para ser presidenta de EE.UU.

Pero más allá de estas sorprendentes estadísticas, el éxito de Hillary abre un interrogante recurrente en estos tiempos modernos: ¿cuál debe ser el papel de una primera dama, en EE.UU., en Colombia, o en cualquier lugar del mundo?
Porque, hablando de Colombia, Ana Milena se aproxima más al papel de Hillary Clinton que al de una Jackeline Kennedy, cuyo perfil era la elegancia y la sofisticación. Ambas Hillarys, me refiero a la de allá y a la de acá, son profesionales especializadas, las mejores alumnas de sus promociones, la de allá en Yale, la de acá en los Andes. Tienen opiniones propias, ambiciones propias y personalidades propias que hace muchos años vuelan sin el arrastre de las de sus maridos. Pero ambas, también, han tenido que enfrentarse a las críticas inevitables originadas por sus altos perfiles, en sociedades que no logran ponerse de acuerdo, precisamente, sobre cual debe ser el papel de una primera dama. Porque ni en la Constitución gringa ni en la colombiana, se considera el de primera dama un cargo oficial, ni está escrito un solo renglón sobre sus funciones, ni ella es elegida o nombrada. Y sin embargo el papel existe, y quien lo ejerce tiene que hacerlo bien, a costa de hundirse ella y, de paso, hundir a su marido.
Casos destacables en la historia encontramos el de Eleanor Roosevelt, a quien la invalidez de su marido le dio un papel protagónico muy destacado en la historia. Fue, dijéramoslo así, la doña Berta norteamericana. En contraste, Mamie Eisenhower encuentra su par en Colombia con Cecilia Caballero de López: discretas, elegantes pero escondidas. En la mitad está el estilo de Jackeline Kennedy, volcada en su rol público hacia la cultura y la estética. Y en el extremo encontramos a una Rosalyn Carter, que llegó a presidir los consejos de ministros, actitud que, según los expertos, contribuyó ampliamente a deteriorar la imagen de su marido.
Hay que admitirlo. Ana Milena ha sido la primera dama más poderosa en la historia del país. La polémica sobre Colfuturo es el reflejo de ese poder. Sus antecesoras, que se sepa, no influían en el nombramiento de funcionarios, y salvo las tradicionales campañas por los niños pobres y desamparados, no tenían programas importantes propios ni ambiciones propias. De ninguna, al contrario de lo que sucede con la actual, llegó a sospecharse jamás que tuviera aspiraciones políticas. La pregunta, entonces, es si el papel de su sucesora debe acentuarse, mantenerse o disminuirse.
Porque eso sí, una primera dama puede ser definitiva en el presidente. Puede llegar a hundirlo, como le sucedió a Pierre Trudeau, primer ministro canadiense, con su esposa Margaret, que se dejó fotografiar desnuda y dándole a la coca con Andy Warhol. O puede llegar a servirle de pararrayos, como le sucedió a Nixon, cuando todo el mundo lo odiaba pero adoraba a su esposa Pat. O puede ser su secreto sostén, como lo fue Nancy para Reagan. O la espina dorsal de su personalidad, como lo era madame De Gaulle para su famosísimo marido. El único común denominador de las primeras damas es que son personas privadas, obligadas por el destino a llevar vidas públicas, y que, en la mayoría de los casos, llegan a ejercer ese difícil papel sin tener nada planeado.
¿Qué esperar de las mas factibles candidatas a primera dama, Jacquin de Samper y Nohra de Pastrana? Curiosamente sus estilos son bien distintos. Ambas son profesionales. Pero mientras la primera se acerca más al perfil de "capullo de magnolia de acero", la segunda más al de la perfecta madre, esposa y anfitriona. La primera es economista, y ha sido profesora de econometría y política monetaria. La segunda es periodista y especialista en marketing, graduada en París. Y sus empleos más conocidos se acercan más a lo "chic" que a lo intelectual. Ha sido representante de Christian Dior en Colombia, y con frecuencia asesora a conocidas revistas internacionales de moda y decoración. A ambas les tendió el destino dificilísimas pruebas. La primera protegió con su propio cuerpo el de su marido herido, en medio de una balacera en Eldorado. La segunda, venciendo su tímida personalidad, representó con extraordinaria entereza a su marido durante varios compromisos políticos mientras él estuvo secuestrado, hasta habló en público con una soltura sin igual. Nadie que conozca a Jacquin puede dejar de admirar su tenacidad. Y nadie que conozca a Nohra puede resistirse a su elegancia, belleza y clase.
Por todas estas diferencias, sin duda alguna que serían primeras damas muy distintas. Jacquin sería más como Ana Milena y Nohra menos. Pero ninguno de los estilos tiene garantizado el éxito. Ahí está el caso de Nancy Reagan, que implantando una sofisticación que inmortalizó a la Kennedy, a ella la condujo al fracaso, acusada de dilapidadora y de superficial. O el de Rosalyn Carter, una mujer tan preparada como la señora Clinton que jamás logró el apelativo de "maravilla", como llaman actualmente a Hillary, sino el de "señora presidente", en burla de su actividad política.
Qué tanto y que tampoco deba influir en el presidente (su marido), en el gobierno, en su país, no hay manual que lo precise ni fórmula que de la medida del éxito. Por eso se dice que a las primeras damas se les entrega una varita mágica, sin instrucciones para su uso. A cada mujer le corresponde arreglarselas a su manera.

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