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¿Deforestar, perseguir indígenas con licencia presidencial?

Perseguir indígenas, deforestar, herir indígenas, promover la palma, cultivar coca, asperjar con glifosato, matar indígenas, deforestar de nuevo.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
18 de marzo de 2019

Siempre tumbar, siempre matar, así van pasando los días, los meses y los años.

En este ciclo de violencias y deforestación extendida, pasamos de una generación a otra con muy poco dolor, carentes de compasión, ausentes de un sentido de nación, de sociedad, de democracia, de Estado y de institucionalidad vigorosa.

¡Colmados de ausencias!

Lo que hemos sabido que ha pasado y está pasando desde San José del Guaviare hasta San Vicente del Caguán en un larguísimo trayecto de 371 kilometros, es criminal.

Desde la salida de San José del Guaviare, con la complicidad y el innegable empuje del dos veces gobernador del departamento Nebio Echeverry, se ha talado en dirección hacia los departamentos del Meta y Caquetá promoviendo la deforestación, sin que haya autoridad nacional ni sanción que meta en cintura a este “enemigo” de la protección ambiental y amigo de inversionistas asociados a narcos como Cuchillo, el Loco Barrera o Miguel Arroyave, aliados suyos en negocios y en política que se han dedicado a extender la ganadería y la palma en terrenos de dudosa tenencia o que se incendian de repente dando lugar a nuevas realidades en la propiedad y el uso de las tierras. Ver.

Nebio Echeverry sin sonrojarse, en el taller Construyendo País de diciembre de 2018 en San José del Guaviare y al lado del presidente Duque anunció que va por más ganadería y más palma en el Guaviare, y, ¿la Procuraduría y el Ministerio de Ambiente? Bien gracias.

Y, ¿el presidente Duque? Estuvo ahí y no dijo nada al respecto.

Y ¿el ejército y la policía? Vieron aplaudir al gobernador sospechoso de crímenes y denunciado ante las inoperantes autoridades judiciales, por tanto, no hacen nada, son sus amigotes y Ay, de quienes osan enfrentar al gobernador Nebio.

La deforestación avanza de la mano de la corrupción y con la complicidad de la institucionalidad de arriba a abajo.

El agente de policía que acompañó el taller Construyendo país del 15 de diciembre de 2018 en San José del Guaviare, no comprende por qué su presidente aplaude a quien todos reconocen en el departamento como aliado de los pillos que promueven y financian la deforestación para extender sus proyectos ganaderos, palmeros y han sido reconocidos aliados de los narcos.

Se pregunta el agente: ¿Y el que la hace? La paga si es contrario al Gobierno, se responde.

Más claro no canta un gallo.

En el norte del Cauca, sobre la cordillera Central, ya deforestamos lo que se iba a deforestar y aunque los gobiernos año tras año han tumbado comuneros que protestan, vuelven a salir. En estas dos semanas han caído tumbados, (léase heridos), más de 18 indígenas que se enfrentan a unas Fuerzas Armadas, y a una estrategia que repite la fórmula de bolillo, pata, golpes, gases y bala de vez en cuando, en inútil esfuerzo por detener la protesta ante gobiernos a los que le queda grande resolver con ejecutorias y democracia los compromisos pactados.

Tumbar árboles, tumbar indígenas, matar ecosistemas, matar comunidades, despreciar la vida en todas aquellas formas que no satisfagan al poder de turno.

Esa impronta de los tiempos, esa característica de un Gobierno tras otro, destruye el país.

Quedan en el Cauca, de un lado ganaderos, comerciantes y gremios de empresarios que firman una carta de apoyo al presidente diciendo que los departamentos del Cauca y Nariño no aguantan una protesta más, como si los indígenas vinieran de Barranquilla a protestar al Cauca o fueran de otro país.

Del otro lado, los de siempre, los que reclaman y sus organizaciones recogiendo sus heridos y muertos, señalados como siempre de ser infiltrados ya no por las Farc sino por las disidencias, en una irresponsable y repetida acusación de décadas.

Tumbar indígenas, tumbar árboles, deforestar, asesinar, legislación no escrita, pero presente en nuestra historia.

Esa ley de siempre es la que merece no una, ni seis, sino millones de objeciones.

El presidente Duque debería animarse a objetarla de manera definitiva, usar su poder para ello en vez de andar estimulando la división y la indolencia frente a la destrucción del país.

¡Que alguien lo aníme!

PD: Recuerdo a Carlos Ossa como un hombre calmado y transparente. Como pocos en el mundo de lo público (en el duro período de fines de los 80), convencido sobre la necesidad de construir un país con todos y para todos.

Celebro su vida y agradezco haber compartido momentos de ella.

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com

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