Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Efectos del triunfalismo

El triunfalismo en la llegada al poder de una revolución en medio de la euforia puede tener complejas consecuencias .

18 de marzo de 2022

La historia del mundo y la de América Latina están colmadas de ejemplos de triunfalismo que inexorablemente, tarde o temprano, desencadena frustraciones y revanchas.

Ahora el dictador Daniel Ortega con su esposa sumaron a su récord de arrestar rivales políticos, la detención y procesamiento de Cristiana Chamorro, una brillante política a la que conocí hace algunos años, hija del sacrificado periodista Pedro Joaquín Chamorro. La acusación será seguramente la de traición a la patria o cualquier otra, eso es lo de menos.

El pueblo nicaragüense nunca se imaginó lo que le pasaría, cuando el 19 de julio de 1979 en medio de la euforia, banderas y canciones, entraron en Managua los triunfantes “Comandantes de la Revolución”. Representantes de algunos países latinoamericanos que habían sido especialmente activos en su apoyo a los sandinistas, entre ellos Venezuela, Colombia, México, Panamá y Costa Rica estuvieron presentes y se unieron a la fiesta.

La entrada de Fidel Castro a La Habana en 1959, era el único precedente, además con promesas y planteamientos. Miles de cubanos salieron y siguen saliendo a la estampida del país.

Incluso, Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela, resolvió hacerse cargo de todo el servicio de seguridad de la presidenta. El problema fue que para ello utilizó fondos reservados de la Presidencia de la República, lo que contribuyó su posterior procesamiento.

A la cabeza de los comandantes estaba Daniel Ortega, que sería el que en la práctica ejercería el poder, ya que doña Violeta Barrios, madre de Cristiana y viuda de Pedro Joaquín, que presidía el gobierno, era tan solo una figura simbólica.

Los recién llegados, comenzaron a tomar medidas. Aunque en buena parte le debían a Estados Unidos su victoria, porque Carter le había retirado el respaldo a Somoza apoyando en última instancia a los sandinistas, estos asumieron la tradicional posición de la “lucha antiimperialista” y “anticapitalista”. Sus vínculos ahora eran con Cuba y la Unión Soviética, así como con los demás países de la Cortina de Hierro.

Miles de nicaragüenses salieron apresuradamente del país, muchos de ellos a Honduras y Costa Rica, pero también a Colombia. San Andrés se declaró en emergencia y los refugiados fueron trasladados al interior de nuestro país, ya que no era conveniente que permanecieran en la isla, dadas las pretensiones tradicionales de Nicaragua por ese territorio.

Pero además, como líderes del grupo sandinista, habían prometido asfixiar a todos aquellos que tuvieran sus casas en determinados barrios de Managua, procedieron a su incautación por diferentes procedimientos. Pero lo que sucedió es que las mejores residencias simplemente cambiaron de manos, porque buena parte de ellas fueron ocupadas por los comandantes, sus novias y parientes. Otras por sus partidarios y “compañeros de lucha”.

A los seis meses, Daniel Ortega y sus amigos, resolvieron irse contra Colombia, su antiguo aliado, y proclamar ante el mundo que el archipiélago de San Andrés pertenecía a Nicaragua, porque los títulos que nuestro país había esgrimido eran falsos y porque el tratado de 1928 era nulo, ya que supuestamente se había firmado bajo presión de Estados Unidos.

Como la demagogia va paralela al triunfalismo, son muchos los que se consideran coautores del triunfo y con derecho a disponer, sobre todo.

Eso poco a poco se va presentado. Ortega lleva controlando el país 43 años…

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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